Fray Pedro de Córdoba
El pionero de los derechos humanos
en el mundo predicó en Santo Domingo

<strong>Fray Pedro de Córdoba<br/></strong>El pionero de los derechos humanos<br/>en el mundo predicó en Santo Domingo

 

POR ÁNGELA PEÑA 
Es pionero de los derechos humanos en el mundo. Con apenas veintiocho años de edad se entregó por completo a la defensa de los indios de ésta y otras tierras de América. Enfrentó a los conquistadores y denunció ante el mundo las crueldades que cometieron contra esa raza indefensa, víctima de la “insaciable sed de oro de los españoles”.

Como Jesús, se igualó a los más débiles y predicó la palabra, por primera vez en la Isla, sentado en un banco, “inaugurando una  relación entre el misionero y los indígenas” en  actitud de cercanía, sin púlpitos ni encendida oratoria, en comunicación mutua que encendió los ojos de esos interlocutores tratados por primera vez como seres humanos.

Fue Fray Pedro de Córdoba, autor y responsable del famoso Sermón de Adviento que pronunció Antón de Montesino, y redactor del primer catecismo adaptado a la cultura y los conocimientos de los aborígenes. Esta “Doctrina cristiana para instrucción e información de los indios por manera de historia”, junto a la “Doctrina cristiana en lengua española y mexicana”, constituyeron en el siglo XVI  ejemplos únicos en su género.

Este ardoroso e inspirador dominico, que pese a su juventud fue designado Superior de la primera comunidad de la Orden de Predicadores enviada a Santo Domingo, es, sin embargo, un desconocido, prácticamente anónimo aun para muchos religiosos, olvidado y opacado. Fray Antón de Montesino es el que ha merecido la fama, los reconocimientos,  calles y estatuas imponentes con el grito mudo de la histórica filípica que descubría la oculta y cruda realidad del maltrato inhumano. Y no es que este otro ilustre sacerdote no tenga bien ganados estos homenajes. Montesino compartía las mismas preocupaciones de Fray Pedro y lo respaldó en la contundente arenga del 21 de diciembre de 1511 que denunciaba públicamente el estado de pecado de los que explotaban y oprimían con insaciable avaricia: la clase dirigente de la Colonia, delegados y encomenderos.     Pero Montesino fue sólo el portavoz de lo escrito por fray Pedro y la comunidad dominica, el seleccionado para levantar la voz ante el abuso ya que era “aspérrimo en reprender vicios, y sobre todo, en sus sermones muy colérico y eficacísimo”, escribió Bartolomé de Las Casas.

Por alguna razón dice José Luis Sáez que “la gloria de otros compañeros dominicos ocultó la de Fray Pedro”.  Y la escritora y docente Luisa Campos Villalón, dominica que escribió la obra más completa sobre el precursor de la defensa de los indios, lamenta en la introducción: “Pedro de Córdoba ha quedado en la penumbra a pesar de haber entregado todo su ser a la defensa de estas tierras caribeñas y costas de Venezuela, devastadas desde la llegada de los europeos en 1492”.

Agrega la religiosa que “Pedro de Córdoba es poco conocido por sus hermanos y hermanas dominicos y menos conocido por dominicos y dominicas de América Latina y el Caribe donde ofrendó su vida en una vasta e inagotable obra misionera, desde su llegada en 1510 hasta su muerte en 1521”.

“Miles de páginas han sido escritas sobre Antonio Montesino y Bartolomé de Las Casas, no tantas acerca de Pedro de Córdoba, quien fue el alma de la primera comunidad dominica en estas tierras y precursor e inspirador tanto de Montesino como de Las Casas”, escribió Luisa Campos Villalón en su tesis para la obtención de la licenciatura en teología de la Ecola Dominica de Sao Paulo, Brasil, en 2001.

Fray Pedro de Córdoba apenas ha merecido escasas referencias en libros y una pequeña calle escondida y alejada que abarca apenas una cuadra de Los Minas Sur, contrario a otros compañeros de congregación como Tomás de Aquino, Beltrán de Heredia, Bartolomé de Las Casas y el propio Montesino que, tal como comenta Campos Villalón, figura en todos los libros sobre Derechos Humanos con “el primer grito en América, El sermón de Montesino” cuando, en realidad, era la amonestación de fray Pedro de Córdoba, de la comunidad dominica en general.

“Fray Pedro nada, el olvido”, exclama Fray José Hernando, sacerdote dominico que junto a la hermana Luisa conversa sobre la vigorosa labor de aquel emprendedor pastor de almas y anuncia proyectos para rescatarlo de la postergación, rendirle tributo y pedir su canonización en estos diez años de jubileo que celebrará la Orden para conmemorar sus 800 años de fundada.

También se cumplirán 500 años de la llegada de la primera Comunidad Dominica a América con el arribo a Santo Domingo de Pedro de Córdoba, Antonio Montesino y Bernardo de Santo Domingo así como su valiente defensa a través del Sermón de Adviento. Las actividades conmemorativas se iniciarán el próximo 17 de diciembre con una Eucaristía  presidida por el Arzobispo Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez.

“Fray Pedro de Córdoba es el gran olvidado de toda la sociedad”, significan los religiosos, quienes se afanan en la preparación de los actos y en la labor de rescatar la figura de Córdoba. “El sermón fue hecho por la comunidad, por Fray Pedro de Córdoba. Escogieron a Montesinos para pronunciarlo porque era un orador muy vibrante, muy incisivo, ellos querían hacerlo notar”, expresa el padre Hernando.

La hermana Luisa añade que “a pesar de que era una figura extraordinaria, fray Pedro de Córdoba no era protagónico”.  A los dos les parece que Córdoba redactó la impresionante homilía porque algunos párrafos de lo que pudo recogerse están en primera persona. “Montesino aparentemente se robó la fama porque es el que ha pasado a la historia como el que pronunció el famoso sermón de adviento pero hoy día sabemos que el sermón fue de la comunidad y que él fue un puro locutor, orador, que dijo el sermón, pero era de la comunidad y principalmente del superior, que era Pedro de Córdoba”, enfatiza el padre José Hernando.

Luisa Campos Villalón entregó al pintor Víctor Nolasco  referencias suficientes para que pudiera realizar un retrato que se aproximara a la fisonomía del ilustre predicador y logró lo que es el primer retrato de Córdoba. Conserva, además, el escudo de la provincia de Santa Cruz de la Orden de Predicadores, con la representación de uno de los milagros experimentados por Fray Pedro.

La tuberculosis y Drake

Hernando y Campos Villalón aducen que es escasa la documentación sobre Fray Pedro de Córdoba porque él murió de tuberculosis y en ese tiempo se quemaba todo lo que pertenecía a quien fallecía a causa de esa enfermedad, y además, porque Francis Drake quemó los archivos de dominicos y franciscanos. “Por eso es que ésta es la única provincia (ahora es Vicariato) de América Latina que no tiene documentación escrita”, comenta Campos Villalón quien con su tesis, aumentada y que pronto saldrá como libro, enriquece el conocimiento del fraile.

Biografia

Fray Pedro nació en el sur de España, en Córdoba, en 1482. Ordenado en 1508,  cuando llegó a La Española había estudiado en el Convento de San Esteban, en Salamanca, aunque probablemente residía entonces en el Convento de Santo Tomás, en Ávila, escribe José Luis Sáez en “Cinco siglos de Iglesia Dominicana”.

Reconocido en la Orden por su “gran virtud y capacidad intelectual, era un eminente predicador que hacía tanto fruto con su ejemplo y santa vida como con la doctrina y las palabras”. Muy entendido en artes, filosofía y teología, se le tenía por “sumo letrado”, pese a su humildad. Al no tener casa en la ciudad de Santo Domingo aceptó una rústica vivienda de madera que le prestó un buen cristiano llamado Pedro de Lumbreras. Es el  lugar donde los frailes dominicos tienen hoy su sede principal.

Cuando en el mes de septiembre de 1510 fue a La Vega para presentarse ante don Diego Colón y su esposa María de Toledo y avisarles su llegada, viajó a pie “comiendo pan de raíces (casabe) y bebiendo agua fría de los arroyos, durmiendo en el suelo, en campos y montes”. A partir de entonces comenzaron su tarea evangelizadora y su férrea defensa a favor de los indios en el Continente que dieron como resultado su contundente sermón de Adviento contra la explotación y la destrucción de la raza indigna,  “redactado y asumido por toda la comunidad, rubricado por cada uno”, anota Campos Villalón.

“Esta voz os dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tal cruel y horrible servidumbre aquestos indios?”, comienza expresando la célebre arenga. Pedro de Córdoba, que  logró traer nuevos sacerdotes a la Isla, murió el 4 de mayo de 1521,  no sólo de tuberculosis sino “de la austeridad de su vida”. Sus restos reposan  en el Convento de los Dominicos.

La calle

Fray José Hernando y la religiosa Campos Villalón tratan de levantar una tarja en honor del religioso, celebrarán paneles para hablar de su vida y su obra y van a iniciar una colecta para el proceso de canonización, “que es costoso y muy grande”.

También solicitarán al Ayuntamiento del Distrito Nacional que la actual calle Macorís, ubicada en el lado oeste del Convento, se denomine Fray Pedro de Córdoba, pues ya hay otra llamada Macorís en el barrio Don Bosco.  La calle Fray Pedro de Córdoba que está en Los Mina Sur, nace en la calle H-2 y termina en la Carrera-G.

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