Freddy en Bellas Artes

Freddy en Bellas Artes

Conocí a Freddy Beras Goico en Madrid, comenzando los años sesenta, a su hermano  Máximo ya lo conocía.  Inteligente,  de chispeante personalidad y con un inagotable  sentido del humor, Freddy  había comenzado a sacarle ventaja a su talento iniciándose como profesional de la comunicación en Santo Domingo. 

En la misma época, llegaron a España Edith Hernández, Jeannette Miller, Mirla Salazar, Servio Uribe, César Olmos y Pedro Vergés, jóvenes de excepción que con el tiempo brillarían en sus diferentes disciplinas. Entablé con  ellos una entrañable y duradera amistad: de ésas de tiempos de estudiante, sin dobleces, sostenida  por  propósitos similares y simpatía mutua.

Los hermanos Beras Goico no eran gente de las bellas artes, ni pretendían serlo. Los otros sí, y con marcada excelencia.  Maximito era médico, Freddy el comunicador y humorista que siguió siendo mientras vida tuvo hasta convertirse en el más  carismático y popular de  su época. Fue también guionista de humor, autor de parodias  y un actor cómico genial, creador de personajes inolvidables que sintonizaban con el pueblo en la sátira de nuestras desgracias sociales. Alcanzó a tener un  peso  político propio y se lo disputaban los poderosos. A los presidentes les gustaba retratarse con él. El duelo popular del que fuimos testigos en el momento de su muerte no dejó duda de quién había sido.

Sin embargo, sus actuaciones en el Teatro Nacional y en el de Bellas Artes fueron contadas;  no eran ésos los escenarios donde quiso  expresarse. Sabía muy bien el tipo de artista que era. Atesoró su papel de hombre público sin partido ni cargos a través de la radio y de la televisión.  Su filantropía fue impactante.   A esa vocación de servicio, y a la de hacer reír, se dedicó  en cuerpo  y alma desde que regresó de Madrid.

El resto de los extraordinarios amigos que se educaban en la capital española se dedicaron a las Bellas Artes, destacándose y contribuyendo a ellas hasta el  día de hoy, como lo han hecho directores sinfónicos, instrumentistas, teatristas, pintores, escultores, maestros de escena, bailarines, coreógrafos, poetas y escritores. (Fueron  seis las Bellas Artes,  hasta que surgió  la séptima, el cine, que las recoge a todas.)

Supongo que en estos momentos alguien estará intentado convencer al  presidente para que vete la propuesta  senatorial de signar el edificio de Bellas Artes con el nombre de Freddy,  convenciéndolo  de que se honraría mejor a nuestro legendario  compatriota  si fuese la radio televisora estatal  la que lleve su nombre. 

Además, por qué razón no se puede quedar el “Teatro de Bellas Artes” simplemente como “Teatro de Bellas Artes”. Pero si insisten en darle un nombre, que investiguen entre los que contribuyeron a fundarlo y a mantenerlo activo para  que no se queden olvidados en algún libro de historia. Estoy casi seguro que tanto los hermanos Beras Goico, si estuvieran entre nosotros, como el resto de los amigos de tiempos ibéricos – y muchos más – estarían de acuerdo conmigo.

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