Este poema lo escribió Freddy Gatón Arce el 5 de julio de 1984 en los Estados Unidos. Pertenece al poemario De paso y otros poemas publicado en el mismo año. Recoge un drama muy contemporáneo: el hombre que una vez deja de ser productivo para la empresa es echado a la calle. Y de ahí a esperar por la segura muerte, pues las fuerzas ya no les son suficientes para emprender empresa propia y el sistema en horizontal y abarcador y semejante en todas partes: una nueva ocupación no vislumbra el horizonte inmediato.
Vese atrapado entre el sistema y la vida. El poema se construye desde un tono narrativo, bien puede admitirse como una crónica muy siglo veinte y veintiuno, con un lenguaje lírico, pero severo, propio del autor, y como lo exige la situación que poetiza. Y los versos tejen un dolor que ahonda a medida que la composición busca redondez.
Y el hombre, una singularidad, se vuelve símbolo. Nos asume a todos, y padece las consecuencias de un mundo cada vez más dominado por la eficiencia y la inefabilidad de las máquinas, y por un pragmatismo impiadoso.
El despido de un amigo de su puesto de trabajo, en el que había dejado los años jóvenes de su vida, impulsa la composición que se iniciase con estos versos: Un hombre no es un pájaro disminuido/ ni vive ni muere porque sí. Y se enfila a la recreación de una situación humana que se cierne sobre cada uno de nosotros, pues de alguna manera agotamos el tiempo que nos corresponde al cumplir un rito que cubre días, meses, décadas, años. Y el cuerpo se nos cansa, se encoge y regresamos, irremediablemente, a la composición inicial. Y en ese proceso, unos órganos se ablandan, otros se endurecen; no importan los artificios a que apelamos.
Las flexibilidades y agilidades, que cubrieron buen trecho del camino, dan paso a la rigidez y pesadez, al ir lento y con cuidado. No hay que esperar por lo ineludible, nos igualamos sobre esta tierra. La galanura cede al desguañangue, a la forma de tijeras que adoptan las piernas y los muslos. No hay otra forma: el cuerpo cede y desciende. Pero aún humano, con las necesidades vivas encima; y tal vez más. El poema da cuenta, sin explicitar; sugiere el deterioro inevitable, y combate el desprecio, y la humillación.
El drama y lo trágico tiene asiento en el sistema. La estructura social administrativa se nos persigue, empuja al hombre a la mujer a la deshonra de sí mismo: ¿quién, en juicio sano, procura la inutilidad por decreto? Desde décadas, la experiencia y el saber acumulado han perdido importancia, la tecnología, propia de la juventud, suple con crece. Y así, en formularios y anuncios publicitarios se consigna esta información: para personas que no hayan cumplido cincuenta años. ¡Dios!, El mundo globalizado y tecnológico admite al ser humano como desechos una vez deja de serle útil. Ahora, ese que dictamina y sentencia no prevé su misma suerte, ajeno de saber que su juventud también se rinde.
Ganas de llorar. Como lloró Freddy cuando a José Alcántara Almánzar y a nosotros nos lo leyó, tal vez retenía el rostro del amigo norteamericano, y lo sentía sin rumbo en el mundo y con la vida aguardando por cumplimiento definitivo. Y todo es pensado y calculado. Las fuerzas y la inteligencia se agotan. Las estadísticas señalan: la productividad desciende cuando el músculo afloja y la mente zigzaguea. El rayo resplandece más rápido y con más luz en ojos jóvenes. ¿Qué hacer? La lógica impónese sobre los impulsos del corazón. Además, signo es del tiempo y de la modernidad. Y con Shakespeare, ser joven o morir: ésa es la cuestión. Este es el poema:
Un hombre no es un pájaro disminuido,
Ni vive ni muere porque sí.
Cuando un hombre trabaja sonríe
Millones de años rápidamente transcurren.
Cuando un hombre piensa o ama
Billones de cargas son levantadas en pesos
Y puesta en la balanza de la justicia
Y en el corazón para que la libertad exista.
Un hombre no es un pájaro disminuido,
Y esto es lo que yo veo que ocurre
Y destruye el universo
Cuando a un hombre se le niega trabajo
Porque ya cumplió cierta edad.
Y esto es lo que yo veo que ocurre
Y destruye el universo.
Cuando a un hombre se le tira el desempleo
Porque llegó a la época de la inteligencia sosegada
Y porque su estampa no es tan garbosa
Como cuando las muchachas lo admiraban
Sin examinar otras aptitudes inmarcesible en él.
Un hombre no es un pájaro disminuido.
Pero cerca de este lugar, en Norteamérica,
La cincuentena marca a veces la diferencia
Entre un ser enteramente feliz y activo
Y un vagabundo amargado y tramposo.
Un hombre no es un pájaro disminuido
Porque nunca le hayan puesto una contravención,
Porque desde su puesto honorable luchara
Para que otros logren atributos humanos,
Porque siempre satisfizo los requisitos
De su credo, su hogar, su vecindario.
Un hombre no es un pájaro disminuido,
Pero a un viejo amigo lo echaron a la calle
Y ahora no tiene donde trabajar y sonreír,
Ni por quienes pensar ni a quienes amar
Aunque se lo propusieran ardientemente.
Y esta desgracia le vino, porque una empresa
Quiere gente joven que progrese,
Y sus dueños se convencieron de que tres décadas
Fueron tiempo excesivo para que él aprendiera
Alguna clase de desprecio.
Si
Un hombre no es un pájaro disminuido
Pero como cualquier pájaro
Canta a toda hora
FRAMINGHAM
Jueves, 7 de junio
Entre los pujos del nacer y el suspiro de morir se desenvuelve la vida. Ahí están los trechos propios de la entidad humana. Entonces, a quién le asiste el derecho de parcelar. Se vive y muere al mismo ritmo y tiempo, y como tal, somos en el fluir uno y muchos y ese pájaro, hombre y mujer, canta mientras haya materia que palpite
En síntesis
Insensibilidad globalizada
Al ver que un amigo cincuentón quedaba sin empleo, allá en Estados Unidos, Freddy Gatón Arce se sintió motivado a escribir estos versos en su poemario De paso y otros poemas publicado en 1984. Años después, leyendo las estrofas a unos amigos, Freddy lloró. Su mensaje de ayer sobre la crueldad del trato laboral, no perdió actualidad.