Freddy Gatón Arce
Escribía con energía o  con ternura
y sobre 
 todo con sensiblidad social

<STRONG>Freddy Gatón Arce</STRONG><BR><SPAN>Escribía con energía o  con ternura<BR>y sobre </SPAN><SPAN> todo con sensiblidad social</SPAN>

Sus posiciones públicas, sus posturas valientes, a veces temerarias, se dieron a conocer de manera dstacada durante los primeros doce años de gobierno de Joaquín Balaguer

Tras la sentida muerte, ha sido posible conocer su entorno personal, antes impenetrable, íntimo, y descubrir el secreto de su mente portentosa de la que fluyeron la palabra enérgica de sus editoriales memorables, el pensamiento tierno de sus versos de amor, la prosa de sus narraciones y ensayos laureados, el “chorro poderoso” de sus composiciones sociales inquietando al régimen tiránico, despertando ansiedades libertarias.

Freddy Gatón Arce se ausentó de esta vida hace casi tres lustros y, sin embargo, en su refugio reservado están todos sus libros, su vieja máquina de escribir, sus mesas, escritorios y lápices, como si aún le aguardara el incesante teclear o la habitual lectura antecesora del sueño que le sorprendía abrazado de un libro.

De su obra variada, vasta, se ha publicado todo. Sus posiciones públicas, sus posturas valientes, a veces temerarias, las conocen quienes vivieron los primeros 12 años de gobierno de Joaquín Balaguer, cuando dirigió el vespertino “El Nacional”. Críticos y escritores nativos y extranjeros han analizado su producción literaria abundante. Pero los aspectos humanos de su creativa y fértil existencia, son casi desconocidos.

De la historia familiar poco tratada hablan doña Luz Díaz Gil, su compañera desde 1947; Ivelisse, la irrepetible bella hija única y Julio González, su esposo. Para Julio Manuel, el nieto, las narraciones de los mayores son revelaciones pues apenas conoció al ilustre abuelo. Los testimonios sobre el reconocido abogado, periodista, escritor, catedrático universitario, poeta, luchador antitrujillista, se producen al exaltar el homenaje de la calle de Arroyo Hondo que lleva su nombre.

“Tranquilo, calladito”

“Siempre estaba tranquilo, calladito, la mayor parte de su tiempo la pasaba leyendo, rara vez estaba sin un libro en la mano”, comenta la dulce doña Luz, quien conoció al intelectual cuando éste estudiaba Derecho en la Universidad de Santo Domingo. Casaron un 31 de diciembre.

Su rutina diaria comenzaba invariablemente a las cinco de la madrugada cuando bajaba al jardín a recoger los periódicos “y ya a las siete de la mañana estaba enterado de todo. Se colaba su café, desayunaba, se iba al periódico. Cuando venía a almorzar dormía la siesta, leía, realizaba diligencias y ya a las ocho estaba retirado, no se trasnochaba jamás”, cuenta la viuda.

La inmensa biblioteca refleja sus inclinaciones culturales: “Leía de todo, pero básicamente literatura, novela, ensayos, poesía. Soltaba un libro y se sentaba frente a la maquinilla”, añade la dama.

Entre las facetas prácticamente ignoradas del reputado escritor están su oposición a la dictadura, su asilo y su exilio. “Fue perseguido, acosado, y estuvo asilado en la embajada de México. El gobierno se comprometió a respetar su vida y salió, pero siempre estuvo vigilado. Conspiraba con toda la juventud”, refieren. Logró el visado norteamericano y se fue con la familia a Nueva York donde tuvo que fregar platos en el restaurante de un aeropuerto. Este trabajo era parte de su anecdotario entre amigos. “Eso retrata su condición de hombre sencillo, sin complejos, sin rubor ni envanecimiento”, acota Ivelisse.

Sobre las actitudes antitrujillistas de Freddy Gatón Arce, principalmente reflejada en su Poesía Sorprendida, habla extensamente Manuel Rueda en la presentación de “Retiro hacia la luz, Poesía 1944-1979”, publicada en 1980.

En los 12 años

Aunque ejerció el derecho por breve tiempo, el abogado era altamente conocido en los bufetes que compartió con Germán Emilio Ornes y con Rafael Augusto Sánchez. Igualmente eran notables su trayectoria como reportero y corrector de estilo de “El Caribe”, director y reorganizador de la Escuela de Comunicación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y de Vicedecano de la facultad de Humanidades de esa casa de estudios. Pero cuando mayor resonancia adquirió su nombre fue en el periódico “El Nacional”, que dirigió desde su gestación, en septiembre de 1966, hasta julio de 1974 cuando se separó de esa empresa ostentando el cargo de Vicepresidente Editorial.

“Fue una época de mucha incertidumbre, estuvo preso en dos ocasiones, percibía la situación de peligro imperante pero fue siempre combativo, nunca se amedrentó, los amigos vivían haciéndole advertencias, fueron tiempos muy difíciles”, narra doña Luz, reiterando el valor indiscutible del indomable ejecutivo de la comunicación.

“El Nacional” era el periódico de los sin voz, los clandestinos, la izquierda y los humildes oprimidos. “Freddy no se atemorizaba con nada ni con nadie. Todavía 40 años después hay gente que se acuerda de sus editoriales”, relata la leal compañera de esa época de incertidumbre que recuerda la muerte de Sagrario Ercira Díaz, en una movilización de la Autónoma, como el momento que más estremeció al esposo.

“La gente compraba “El Nacional” y lo primero que hacía era  abrirlo en la página del editorial. Cuando se fundó el periódico, Freddy dijo: ‘Voy a enseñar a la gente a leer los editoriales”. Él dominaba el estilo, tenía el olfato para escoger el tema de impacto, sabía en qué lenguaje exponerlo para atraer al lector hacia a esa parte, explican. A veces la situación era tan seria que lo publicaba en la primera plana, manifiestan.

En el vespertino también fue novedad el suplemento cultural que se constituyó en espacio para el descubrimiento de jóvenes talentos literarios. De su original contenido conversaría con sus entrañables Manuel Mora Serrano, Marcio Veloz Maggiolo, José Enrique García, Manuel Rueda, Lupo Hernández Rueda, Cayo Claudio Espinal, Aída Cartagena, Máximo Avilés Blonda, José Alcántara Almánzar, Virgilio Díaz Grullón, entre cientos de amigos literatos “y ni hablar de los periodistas”.

“Cuando se retiró del periódico se levantaba temprano a visitar amigos y regresaba incómodo porque nadie se había levantado”, manifiesta sonriente doña Luz. Ivelisse rememora los viajes por el país. “Le gustaba hacer turismo interno, recorríamos todos los pueblos y él siempre escribía apuntes que colocaba en la guantera”.

De su adolescencia en Santiago dicen que fue travieso en el colegio y que se destacó como un excelente patinador en el Callejón Jácuba: “lo brincaba de uno a otro extremo”. Era amante del béisbol y simpatizante del Escogido.

Los últimos días de Gatón Arce fueron muy tristes para la familia. En 1993 sufrió un infarto pero se recuperó perfectamente, afirman. “Llevaba una vida más tranquila, a pesar de que seguía con su literatura. Dejó de conducir porque el infarto le sobrevino manejando”. El segundo ataque al corazón fue mortal: el 22 de julio de 1994 le sorprendió en el sueño. Permaneció dormido para siempre.

El 23 de julio de 2005 fue develizada la tarja que designa con el nombre de “Freddy Gatón Arce” la calle 30 esquina “Doctores Mallén”, de Arroyo Hondo, aprobada por resolución número 45 de la Sala Capitular. Los escritores Mariano Lebrón Saviñón, Jeannette Miller, Manuel Mora Serrano y Víctor Villegas leyeron fragmentos de poemas del homenajeado.

Perfil
Freddy nació en San Pedro de Macorís el 27 de marzo de 1920, hijo de Manuel Gatón Richiez, dominicano, y María Teresa Arce Arenas, de Ponce, Puerto Rico. Su infancia transcurrió en Pimentel y su adolescencia en Santiago de los Caballeros. Desde 1938 residió en Santo Domingo.

En 1943 formó parte de los fundadores y directores de revistas y ediciones de La Poesía Sorprendida. Miembro de los principales concursos literarios y periodísticos del país, en 1980 obtuvo el Premio Nacional de Poesía y en 1984 se le otorgó el título de Catedrático Honorario de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Central del Este. La Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña lo distinguió en 1991 como Profesor Honorífico de la Facultad de Humanidades y Educación.      Recibió innumerables placas de reconocimiento y premios a sus labores periodística y literaria.

Entre sus libros publicados están: Vlía, Antología poética de Franklin Mieses Burgos, La leyenda de la muchacha, Poblana, Magino Quezada, Retiro hacia la luz, Son guerras y amores, Y con ayer tanto tiempo, El Poniente, Cantos comunes, Estos días de tíbar, De paso y otros poemas, Mirando el lagarto verde, Los ríos hacen voca, Celebraciones de cuatro vientos, Era como entonces, Andanzas y memorias, La guerrillera Sila Cuásar, La canción de la hetera, El paisaje dominicano –Pintura y Poesía- (coautor) y La moneda del príncipe.

Desde 1996, hasta el presente, se le han rendido decenas de reconocimientos póstumos.

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