Frenemos la ira e indignación

Frenemos la ira e indignación

Con sus 80 millones de habitantes, la principal fuente de divisas de Egipto es el turismo, con ingresos de US$13.8 mil millones en el 2009 y casi 14 millones de visitantes extranjeros. Se preveía para el 2011 la entrada de 15 millones de turistas.

Pero de la noche a la mañana eso se derrumbó y miles de turistas y residentes extranjeros buscan la forma de escapar de ese país, envuelto en una profunda crisis de gobernabilidad. Y todo por la persistencia de un hombre en perpetuarse en el poder.  

Este no es el primer conato de incendio social en Egipto, porque 13 años atrás se produjeron grandes manifestaciones para que Mubarak abandonara el poder y todo fue sofocado a base de represión, promesas de cambio nunca cumplidas y un fuerte apoyo occidental.

Hosni Mubarak, el cuarto Faraón de la era moderna y con 30 años gobernando, ha sido sin lugar a dudas, un ente de equilibrio político en el medio oriente. Aunque mantuvo el PIB creciendo entre 5% y 7%, las riquezas se concentraron en una elite gobernante, donde la mitad de los jóvenes en edad laboral están desempleados y la miseria afecta al 70% de la población. Alcanzó importantes acuerdos de paz con Israel y enfrentó el radicalismo musulmán apoyando militarmente la invasión de Kuwait.

Su forzado continuismo en el poder mediante elecciones amañadas y un descarriado clientelismo, condujo al país por un sendero de corrupción, totalitarismo y represión, lo que generó gran indignación en la población. En Túnez pasó lo mismo hace pocos días, lo que dio al traste con el gobierno totalitario de Ben Ali. 

República Dominicana debe verse en ese espejo, no solo por los intentos continuista del actual mandatario, la rapaz corrupción de su administración y el clientelismo que agobia al país, sino por la indignación que causa en los ciudadanos el abuso de poder, la violación constante de las leyes y la Constitución y el ocultamiento de la verdad, temas que abordan los intelectuales egipcios como causa de la crisis en su país.

Por ejemplo, para citar solo casos recientes que indignan al ciudadano, tenemos el increíble informe policial sobre el asesinato del coronel Casilla Minaya, que ahora resulta que fue para robarle, como si fuéramos estúpidos. La forma caótica e ilegal de elegir al Secretario de la Liga Municipal Dominicana. La mafia entronada en las fuerzas de orden público, que protegen delincuentes y narcotraficantes. La desinformación y manejo irregular de las epidemias que azotan al país, donde todo es un misterio.

Un desayuno escolar inexplicablemente intoxicante y ahora suspendido arbitrariamente. El aumento desorbitado de los precios de los alimentos, cuando el 70% de la población gana salarios de miseria. La aguda crisis eléctrica, con interminables apagones, falsas promesas de solución y tarifas y deudas impagables. El desempleo que afecta al 16% de la población activa y 29% de los jóvenes en edad de trabajar, lo que nos coloca entre los peores lugares del mundo. Y un gigantismo estatal oprobioso, con una nomina de 710 mil personas (incluyendo nominillas y contratos fantasmas) que se chupa el 38% del presupuesto anual.

Estas son las noticias que impactan diariamente al ciudadano. Que lo conmueve. Que lo irrita. Que hiere su inteligencia. Y eso comienza a reflejarse en el descontento colectivo y en las huelgas y protestas que sacuden al país, acercándose gradualmente al gran Santo Domingo.

El Gobierno tiene que sacudirse y ponerle freno a esa indignación, porque el rancho está ardiendo y desde el poder nadie lo ve. Mubarak tampoco lo vio a tiempo. 

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