Frenético, insoportable

Frenético, insoportable

Los taponamientos generan otros problemas a la ciudad

Dejadez de las autoridades frente al problema que se acrecienta, multiplicidad de instituciones inoperantes, falta de sanciones por infracciones a la Ley de Tránsito y condiciones inadecuadas del transporte público son parte de una enfermedad colectiva que afecta a miles de conductores que circulan diariamente por avenidas troncales y calles de la contaminada, bulliciosa y desordenada ciudad que conforma el Gran Santo Domingo.

Como otras grandes ciudades que padecen en común el difícil tránsito de vehículos, el Gran Santo Domingo afronta cada día el problema del anárquico transporte vehicular, que se acentúa específicamente en las “horas pico”, cuando circular se torna prácticamente imposible. Los taponamientos generan una serie de otros problemas a la ciudad, incluso de salud, en muchos automovilistas.

En general, la principal causa de estos traumáticos inconvenientes de tránsito que afectan a la ciudadanía es la misma: el número significativo de vehículos en circulación, sumado a la infraestructura vial deficiente y la falta de educación de choferes del transporte público. Existen otros elementos que, según expertos en la materia, contribuyen para agravar el escenario del endemoniado caos en el tránsito vehicular, como falta de planeamiento adecuado de tráfico, considerada la base del planeamiento vial en centros urbanos y que descansa en tres elementos fundamentales: movilidad, accesibilidad y seguridad.

Planeamiento de tráfico. Los entendidos en esta problemática sugieren que esto no es intuitivo, o sea, que la decisión de sentidos de circulación vial, por citar un ejemplo, no debe hacerse por intuición, pero sí con el conocimiento técnico basado en la ingeniaría de tráfico. Esto implica segregar ingeniaría de infraestructura vial con ingeniería de planeamiento vial, es decir, que un ingeniero civil especialista en proyecto de carretera no tiene necesariamente el conocimiento requerido para hacer estudios, definiciones y/o planeamiento vial en centros urbanos.

La fiscalización es un elemento de vital importancia para enfrentar el acuciante problema de tránsito en nuestro país, que hasta el año pasado, según la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) registró un parque vehicular de 3,398,662 unidades, de las cuales se estima que alrededor del 60% circula en la ciudad. La DGII refiere que el 53.1% del parque vehicular son motocicletas, vehículo utilizado frecuentemente en la mayoría de robos y asaltos que se producen en el territorio nacional.

En vista de que la mayor parte de los infractores de la ley Ley 241 sobre Tránsito de Vehículos no reciben sanciones económicas, es palpable el irrespeto de conductores en las vías públicas. Por ejemplo, en cualquier avenida, como la Winston Churchill, Abraham Lincoln, Máximo Gómez o Nicolás de Ovando, se observan vehículos estacionados, ante la mirada indiferente de las autoridades.

La ciudad de Santo Domingo, en el área más central, tiene una oferta de sistema vial. En el sentido este-oeste hay tres grandes vías: John F. Kennedy, 27 de Febrero y George Washing- ton (El Malecón), y en el sentido norte-sur, son siete grandes vías: avenidas Gregorio Luperón, Núnez de Cáceres, Winston Churchill, Abraham Lincoln, Tiradente, Ortega y Gasset y Máximo Gómez. No obstante, las intersecciones entre estas vías generan grandes atrasos en el tránsito de vehículos y se pierde capacidad cuando ocurren en un mismo nivel y atienden a todos los giros posibles.

Reducir puntos críticos. En algunos puntos del Gran Santo Domingo se ejecutan obras para intentar aliviar el agonizante problema del sistema vial de la ciudad, aunque todavía el caos se manifiesta en el traumático quehacer cotidiano de miles de ciudadanos que conducen a sus hogares, a sus centros de trabajo, de compras, a chequeos médicos o simplemente a resolver problemas en oficinas públicas y privadas.

Pero conducir en el sistema vial de Santo Domingo no es tarea fácil. Es como recorrer un laberinto que agrava la situación. Actualmente están siendo ejecutados pasos a desnivel en dos importantes cruces de la ciudad, en la avenida 27 de Febrero con calle Presidente Antonio Guzmán (La Privada) y la intersección de la avenida Charles de Gaulle con Carretera Mella.

Existen puntos críticos que generan malestar en el tránsito vial de la ciudad y que ameritan de una reducción de los niveles de taponamiento:

• Intersección de las avenidas Isabel Aguiar con Prolongación de la 27 de Febrero, conocido como “Pintura”.

• Plaza de la Bandera.

• Kilómetro 9 de la Autopista Duarte. El área, donde opera un parada de autobuses, minibuses y carros del “concho”, es un lugar de permanentes conflictos entre sindicatos de choferes, donde se han generado pleitos con pérdida de vidas humanas.

• Intersección de las avenidas Duarte y París.

• Tramo de la avenida Colombia, desde el sector Ciudad Real hasta la Avenida de los Reyes Católicos.

*Los accesos al elevado de la 27 de Febrero.

*Avenida Nicolás de Ovando, hasta su intersección con la calle Albert Thomas.

*La accesibilidad a la porción noroeste de la ciudad por la avenida República de Colombia, donde transitar en “horas pico” es una pesadilla.

• Intersección de las avenidas Abraham Lincoln con Winston Churchill, donde se generan tediosos taponamientos.

• La transposición este–oeste del río Ozama, donde se produce un estrangulamiento de capacidad para conectar dos grandes porciones del Gran Santo Domingo.

¡Qué vergüenza! 

Ayer, como todos los días, conduje mi auto durante dos horas de tapones, y me dediqué a contar las violaciones de la ley o leyes (aquí siempre sobran leyes) dispuestas para regular el tránsito y ser cumplidas por todos los conductores (y para hacerse cumplir, por supuesto). Al regresar a mi casa había contado, ¡créanlo!, 143 violaciones (sin incluir motores) solo en dos capítulos: pasarse el rojo y circular en vía contraria. Ah, y conté 14 policías de AMET absolutamente indiferentes. Al final sólo pensé lo que no piensa nuestra alta burocracia: ¿Qué pensarán de esta barbarie los extranjeros que nos visitan? (¡Qué vergüenza!)
Comentario de Ramón Colombo, columna Fogaraté.

 

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