El Banco Central debe evitar ensanchamiento de la brecha entre su tasa de política monetaria y de la Reserva Federal de EUA que produzca una salida de capitales y afecte tipo de cambio
Desde el 31 de agosto de 2020 hasta el 31 de octubre de 2021, el Banco Central de la República Dominicana mantuvo su tasa de política monetaria en 3% (en ese entonces, la tasa de política monetaria de la Reserva Federal era de 0%). A partir de esa fecha y para enfrentar las presiones inflacionarias a nivel mundial, decidió encarecer el dinero, disponiendo once aumentos que llevaron esa tasa al 8,50% al 28 de abril de 2023 (la de la Reserva Federal era entonces de 4,75 por ciento).
Pero cuando se hizo necesario un cambio en el ciclo de la política monetaria, ya que las presiones inflacionarias comenzaron a ceder, el Banco Central dispuso a partir del 31 de mayo de 2023 cinco reducciones de la tasa de política monetaria, hasta llevarla a 7% en 2023, nivel en el que se ha mantenido a pesar de que la Reserva Federal dispuso dos aumentos más en su tasa: el 4 de mayo de 2023 la subió a 5% y el 27 de julio la aumentó a 5,25 por ciento.
Si el Banco Central no ha vuelto a reducir su tasa de interés de política monetaria desde la última fecha en que lo hizo, que fue el 30 de noviembre de 2023 (entonces la bajó de 7.25% a 7.00%), no es porque los pródigos resultados en el comportamiento de la inflación no le ha dado espacio para que lo haga (la tasa de inflación ya está en el rango meta de la política monetaria) ni porque le han faltado deseos para facilitar el acceso al dinero a costo más barato y así dar mayor impulso al crecimiento económico, sino porque la fuerza de la responsabilidad en el ejercicio gerencial ha contenido su ímpetu.
Y es que, además del comportamiento de los precios internos, el Banco Central debe tomar también en cuenta, al momento de abordar cambios en su política monetaria, el comportamiento de la tasa de interés de la Reserva Federal, entre otros factores.
Si no lo hace así, podría producirse un ensanchamiento de la brecha entre su tasa de interés de política monetaria y la del banco central estadounidense, con un efecto no deseable: la salida de capitales del país en busca de una mejora en la rentabilidad de los instrumentos financieros en Estados Unidos y que esto dé lugar a una elevación del tipo de cambio, que luego tendría un impacto negativo sobre los precios internos.
Moverse en esta fina línea que separa a ambos objetivos de la política monetaria, como lo ha venido haciendo el Banco Central, es garantía de éxito.
Es por lo que podemos asegurar que si no se ha logrado profundizar aún más la reducción de las tasas de interés domésticas, es porque la Reserva Federal ha frenado el cambio de ciclo en su política monetaria, del endurecimiento a la relajación. En principio, para el presente año esperaba cuatro reducciones de la tasa de interés, pero las expectativas han cambiado y ahora solo se espera que se produzcan dos.
Y hasta esto podría estar en juego, porque Estados Unidos enfrenta algunas complicaciones que pudieran colocar otros impedimentos en el camino. Los depósitos en la cuenta corriente del Tesoro en la Reserva Federal se habían estabilizado en una media de 300.000 millones de dólares al año en décadas.
Pero con la situación generada por la llegada del covid-19, en 2020, esta cuenta llegó a acumular 1,8 billones de dólares. Ahora está en 800,000 millones y se teme que pueda aumentar más, lo que representa una dificultad adicional para el aterrizaje suave de la economía estadounidense.
De manera que debemos cruzar los dedos para que al Gobierno de Estados Unidos no se le ocurra, en un año electoral, incrementar el gasto público a niveles que puedan generar nuevas presiones inflacionarias.