Es posible que muchos haitianos no se muden en masa para este lado, porque no están seguros de a qué vendrían, de cómo se las arreglarían de este lado, de qué tan fuerte y brutal sería el rechazo de la población local. Sin embargo, muchas mujeres que desean parir de este lado, no tienen mayor problema que el de pagarle a un tratante-buscón del transnacional negocio. Para un obrero de la construcción o un peón agrícola, su dificultad estriba solamente en obtener un contacto que lo reciba o le provea un lugar donde pernoctar en construcciones y edificaciones y áreas abandonadas, o guetos que ya existen en diferentes lugares del país. Pasar de este lado no es problema. Y es claro que aquí sobran los que necesitan o prefieren mano de obra barata.
Por lo cual resulta oportuno preguntarnos si tenemos una frontera o solo un patio trasero mal cuidado. Pareciera que la llamada frontera dominico-haitiana presenta áreas territoriales de propiedad ambigua, al menos para los encargados de vigilarla. No hay barreras naturales como un gran río, o una gran montaña. Abundan áreas en las que no hay ningún impedimento real para que un extraño se interne en nuestro territorio, siendo que nuestra “frontera” no funciona siquiera como una barrera simbólica.
Esta ambigüedad da lugar a que los nacionales haitianos creen que adquieren derecho de pase porque pagan peaje a los vigilantes, o porque son peones de una finca de este lado.
Probablemente sea costoso y tal vez innecesario todavía, levantar un muro fronterizo, especialmente si se considera que, paradójicamente, utilizaríamos obreros haitianos.
Desde el punto de vista de la Sociología del Espacio Ambiental, una frontera es el borde común entre dos estados, cuya demarcación, bien definida, permite detectar la presencia del extraño, poner en evidencia su intención de violarla, y dar inicio a acciones de defensa territorial, disuasivas, defensivas y punitivas.
Por lo cual, en todo caso, parece conveniente la construcción de una barrera cuasi-simbólica, o sea, una alambrada fortificada de tipo militar, que facilite la aplicación de normas castrenses de vigilancia y defensa territorial. Convendría probablemente una franja con: a) marcas y líneas, reales y simbólicas, y líneas divisorias precisas a partir de árboles, mojones y pilotes; b) que se establezcan juntamente con un programa de instrucción y advertencia para asegurar que los residentes de ambos lados hayan entendido qué significan esos referentes; c) y puedan desarrollarse actitudes de respeto y defensa, tanto entre los de un lado como los del otro.
El resto del problema fronterizo requiere de la intervención de los grandes países de occidente, y sus organismos internacionales, respecto a los cuales también debemos construir límites en cuanto a lo que a estas entidades les compete y lo que no. Hay que crear planes de desarrollo de la región, y programas para ayudarlos a auto-gobernarse. Algunos recomiendan un gobierno más fuerte, tal vez presidencialista… Y muchos exorcismos anti-dictaduras.
Mientras tanto, este lado debe dar mayores muestras de ser responsable y consistente respecto al manejo militar y político del territorio nacional.