El celebrado crecimiento de la economía de todas estos decenios no está impactando de la misma manera a diferentes áreas geográficas. Un progreso humano sin uniformidad ha movido al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a trazar en sus diagnósticos líneas interiores que separan la marcha del país que se supone beneficiario íntegramente de un programa de reducción de la pobreza monetaria que sin embargo no logra sacar de sus retrasos a poblaciones vulnerables de densidad demográfica.
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Las desigualdades irreductibles mueven al PNUD a colocar como atrapadas en los mayores rezagos a cuatro provincias del Noroeste, cuatro del Sur lejano, tres de una parte del Cibao y tres del Este, región en la que, irónicamente, el turismo alcanza máximo esplendor. En todas ellas son limitados los accesos a servicios sociales básicos en salud y educación y los ingresos de la mayoría de sus habitantes son insuficientes para el alto costo de la vida. Otras cuatro regiones dispersas exhiben progresos importantes incluyendo al Distrito Nacional y la provincia de Santo Domingo. Borrada toda la publicidad oficial que, a propósito de las elecciones, pintaba a República Dominicana viento en popa, los que aparecen son: servicios sociales limitados, desigualdad de la inversión pública, mercados laborales segmentados y de baja productividad, exclusión social, violencia de género y discriminación; lejos de la belleza virginal prometedora y “jamás” vista que impresionó a Colón al llegar… Esto, sin haber conocido bien de cerca todavía a las aborígenes.