El fructífero encuentro sostenido entre los cancilleres de Haití y la República Dominicana en Guatemala, además de las amigables conversaciones de los embajadores de ambas naciones en Washington, han servido para limar asperezas y retomar el nivel de unas relaciones que por imperativos geográficos y económicos, debemos preservar.

Quedó demostrado, además, que las manifestaciones xenofóbicas celebradas por grupos minoritarios de ambos países, no representan ni el sentir mayoritario de los habitantes de estas naciones, ni las políticas oficiales de los gobiernos que las representan, los cuales deben dar señales precisas y continuas en ese sentido.

La República Dominicana ha mantenido una política de cooperación con los vecinos haitianos manifestada de manera contundente en ocasión del terremoto del 12 de enero del año 2010 cuando acudimos, sin condiciones, a ayudar a las víctimas de tan lamentable tragedia.

En cambio, la actitud de las autoridades haitianas no siempre ha sido consecuente, permitiendo agresiones a consulados dominicanos y la quema de nuestra bandera, en su territorio, vedando la importación de huevos, y aprovechando los escenarios internacionales para presentarse como víctimas del país.

Sin embargo, pese a estas actitudes, mantenemos una política migratoria favorable y un comercio formal que se estima en unos mil millones de pesos anuales sin contar con la comercialización informal que por su misma naturaleza, resulta inmedible y beneficiosa para sectores empobrecidos de ambas naciones.

Pero al margen de las implicaciones económicas que son muchas, tenemos que reconocer la actitud prudente pero firme del presidente Danilo Medina frente al gobierno y pueblo haitianos, en las distintas situaciones que ha tenido que manejar en procura del mantenimiento de las buenas relaciones con el vecino país.