Frustración del profesional

Frustración del profesional

Estoy convencida que la frustración en el ámbito laboral ha sido  y es un tema habitual entre las  problemáticas de los empleados, y por ende, pareciera lógico pensar que el profesional frustrado no es eficiente porque su estado anímico le lleva, casi seguro, a un menor rendimiento, una menor implicación y un mayor desapego por los proyectos de la empresa o, incluso, la desatención de sus obligaciones.

Como bien es conocido por escritos anteriores, el psiquiatra Herbert Freudenberger fue estudiando el estrés laboral y sus repercusiones en la calidad de vida, en el ambiente de trabajo, en las relaciones interpersonales, grupales, en las familias y en parejas. Y descubrió, cómo la falta de creatividad, de nuevos propósitos por el logro, de competitividad, de baja auto-estima, y de visión pesimista y conformista, llevaban a los profesionales de la salud y de otras aéreas a vivir como profesionales “quemados en sus servicios”, agotados emocionalmente, desmotivados, con actitudes irresponsables, sin energías, ansiosos y depresivos.

Es por esto que se precisa analizar los efectos que una gestión de personas completamente desconectada a la satisfacción de las expectativas profesionales, desvinculada al desarrollo de los talentos que hacen único a cada colaborador, e indiferente a la creación de un estimulante ambiente laboral basado en los principios de la Psicología Positiva; puede tener sobre los diferentes ámbitos de una organización, pudiendo apenas garantizar una precaria supervivencia, con un costo emocional muy grande para quienes tienen la desdicha de ser parte de ella.

De manera, que es común notar cómo estos profesionales están cada vez más agotados, pasando por un proceso de despersonalización y de baja realización personal. El agotamiento emocional, poseer actitudes negativas, insensibilidad y cinismo hacia los receptores del servicio prestado, acompañado de falta de realización personal, con tendencia a evaluar el propio trabajo de forma negativa, con baja productividad, bajo desempeño y una pobre auto-estima, son tan solo algunos de los aspectos que provocan una tasa de rotación en la empresa superior al promedio, un clima laboral tóxico y de alta conflictividad potencial, lo que afecta la identificación del colaborador con su organización, y deteriora su compromiso a los proyectos en los que participa.

Hay empresas e instituciones donde es muy evidente que el profesional “quemado” no sabe cómo lidiar con sus emociones, ni cómo relacionarse con las emociones de los demás. Ya que la despersonalización lo lleva a la deshumanización y a responder con actitudes emocionales negativas: ira, frustraciones, enojos, envidia, resentimiento, culpa, odio, etc.

Y en lo psico-emocional, siempre tiene una enfermedad somática: úlcera, colitis, migraña, fatiga crónica, ansiedad y depresión. Cualquier parecido con la realidad de muchas de nuestras instituciones públicas, es pura coincidencia.

A pesar de la falta de institucionalidad, que por lo menos hasta ahora siempre ha caracterizado a muchos de nuestros organismos nacionales, de la inestabilidad del personal, de la falta de criterio de muchas de sus gestiones y del incumplimiento de normas en el reclutamiento de personal; siempre se debe velar por mantener un ambiente de trabajo en el que el profesional de hoy se sienta feliz por pertenecer, al gozar de la estima y consideración de otros, por las oportunidades de ser generosamente reconocido por su aporte y donde además es aceptado por sus talentos valiosos y diferenciadores, con fines de construir y consolidar equipos de trabajo de alto desempeño plenamente identificados con las metas y objetivos de la organización.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas