Frustración que
genera agresión

Frustración que <BR data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2010/12/161CD07C-A96B-442E-A668-7EA4CD51A8ED.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=460 data-eio-rheight=319><noscript><img
style=

La Constitución de República Dominicana dice: “A nadie se le puede obligar a hacer lo que la ley no manda, ni impedírsele lo que la ley no prohíbe.” Por vía de consecuencia, todo ciudadano está obligado a hacer lo que la ley exige. Sobre todo, el Presidente de la República quien, al momento de juramentarse en ese cargo, se comprometió a “cumplir y hacer cumplir las leyes”.

En pocas palabras, la persona que tiene que estar más comprometida con el respeto a la Constitución y las leyes debía ser el presidente Leonel Fernández. Desgraciadamente, eso no ocurre. Nuestro Presidente tiene una visión de la administración pública que muchas veces no coincide con el cumplimiento de la legislación. Parece disfrutar la ilegalidad, así como se regocija con la impuntualidad.

Los actos fuera de ley se convirtieron en característica de sus gobiernos, debido a que, durante varios años, encontraron poco rechazo de parte de la población. La copa no se había colmado todavía. A esta situación de aguante contribuía mucho la falta de credibilidad de los Partidos opositores, idénticos en cuanto a pésimos valores éticos.

Sin embargo, desde el año pasado, 2009, fue surgiendo un reclamo desde la sociedad civil para llevar al Gobierno a su propia legalidad. El narcisismo presidencial, siempre sediento de adulación, despreció a los jóvenes que defendían la zona de Los Haitises con que el Gobierno trataba de bonificar a sus aliados empresariales. Para sorpresa de muchos, sobre todo del presidente Fernández, la opinión pública logró acumular fuerzas que impidieron la realización del devastador proyecto cementero.

En otros escenarios de reclamos populares, la sociedad civil fue obligando con su lucha a que el narcisismo expusiera su verdadera naturaleza depredadora. Y así llegamos a diciembre de 2010 con el 91% de los dominicanos reclamando que se asigne al presupuesto del Ministerio de Educación el 4% del producto Interno Bruto que establece la Ley 66-97. El reclamo ha sido tan contundente que el presidente Fernández se vio obligado a convidar a representantes de la Coalición por una Educación Digna a conversar sobre una posible salida al tranque existente entre Gobierno y pueblo. El Mandatario, en vez de cumplir de manera “pura y simple” con el precepto legal que lo obliga, pidió a los reclamantes que apoyaran su violación a la ley. Como era de esperarse, la oferta de sumarse a la ilegalidad en base a promesas que el Presidente nunca cumple fue rechazada por la Coalición que se aferraba al estricto cumplimiento de la 66-97.

Fue entonces cuando el señor Hyde desplazó al doctor Jekill para asumir el control de las decisiones del Congreso Nacional y del Poder Judicial. Ordenó entonces que el mamotreto de Presupuesto General del Estado fuera aprobado a como diera lugar.

Nada importaba si compraban opositores y amenazaban a los disidentes peledeístas. El control absoluto de los poderes del Estado convierte de hecho al Presidente de la República en absolutamente responsable de cuanto ocurra en lo adelante.

El narcisismo se ha tornado furioso porque no quiere admitir que la Coalición por una Educación Digna es más representativa del pueblo dominicano que el servil Congreso Nacional. La frustración y la humillación sufridas ante el rechazo a su promesa vana pueden conducir al Presidente a presionar de diversas maneras a aquellos que no puede sobornar ni atemorizar.

Percibiremos pronto la ofensiva mediática que tratará de descalificar al 91% de la población dominicana. Utilizará miles de comunicadores mercenarios, así como los directores de medios, comprados desde tiempo atrás que han escrito editoriales vergonzantes.

Luego podrían venir las presiones específicamente dirigidas desde la Dirección de Impuestos Internos, la Policía Nacional y cualquier otro mecanismo represivo que sirviera para intimidar. Peligroso juego ese, porque la violencia sólo podría crear más violencia desde un sector del poder al que la frustración ha estimulado su naturaleza compulsiva.

Arrogante, como a menudo ha demostrado ser, podría excederse en las presiones, ignorando que la exitosa lucha por el cumplimiento de esta ley podría ser un parteaguas, como históricamente fue la ofensiva del Tet en Vietnam de 1968, el cual constituyó el principio del fin de la ocupación yanqui en el Sudeste asiático.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas