MADRID (EFE).- No deja de ser curiosa la vocación abstemia o alcohólica de determinadas frutas; algunas, como la naranja, tienen una imagen bastante inocente, mientras que otras, como el limón, se encuentran a las mil maravillas con una amplia gama de bebidas alcohólicas.
Hablamos, claro está, de sus jugos; otra cosa es que, partiendo de la naranja muchas veces de su piel se elaboren en el mundo licores muy satisfactorios, como toda la gama de triples secos o los muy conocidos Cointreau o Curacao. Pero no es muy normal que el jugo de naranja entre en los combinados más habituales.
De hecho, el más popular de los que llevan naranja es el destornillador (screwdriver), que la combina con vodka; debe de ser que la vodka yo siempre la considero femenina, porque deriva de vodá, palabra rusa que significa agua es, ella misma, bastante acomodaticia: fíjense que hasta combina bien con el jugo de tomate en el bloody Mary.
El limón es bastante más golfo. Dejando aparte el gin & lemon, que goza de cierta popularidad, tampoco demasiada, el jugo de limón es ingrediente fundamental de algunos de los cocteles más solicitados, aunque, en teoría, no deberíamos llamarles así, ya que, en principio, un coctel es una mezcla de bebidas alcohólicas.
Pero la costumbre manda, y llamaremos cocteles a bebidas tan alimonadas como el daiquiri (con ron), el o la, que aquí ya me aclaro menos margarita (con tequila), el whiskey sour (con whiskey, es decir, con Bourbon, no con scotch, que sería whisky-, el pisco sour (con ese maravilloso aguardiente de vino que conocemos por pisco).