POR MARIO ALVAREZ SOTO
El poder de Jacques Rogge, cirujano ortopédico que en julio de 2001 saltó a la presidencia del Comité Olímpico Internacional (COI), definitivamente está a prueba. El presidente de la transnacional fue el responsable de la renuncia del empresario japonés Yoshiaki Tsutsumi como miembro de honor del COI tras el escándalo de sospecha de fraude y utilización de información económica privilegiada que lo tiene bajo arresto.

La gestión de Tsutsumi fue crucial para llevar los Juegos Olímpicos de Invierno de 1998 a Nagano, Japón, aún siendo parte del ejecutivo del COI desde el 2000.

De igual forma Londres y Nueva York rompieron la tradición al anunciar «incentivos económicos» para «conseguir» votos en su aspiración de convertirse en la sede de los Juegos Olímpicos de verano del 2012.

Estos y otros «importantes» y escandalosos sucesos ya llegaron al escritorio del presidente del COI, principal funcionario del movimiento olímpico, una organización que no admite injerencia de estados, y que debe decidir por si sola los destinos que seguirá.

Rogge tiene una dura prueba de fuego ante la Asociación de Comités Olímpicos Nacionales. El futuro de otro empresario asiático en la directiva de la multinacional olímpica, también está en el escritorio de Rogge. Ustedes recordarán al surcoreano Kim Un-yong, uno de los vicepresidentes, hoy

encarcelado por corrupción, uno de los más influyentes ejecutivos del COI y protagonista de la cadena de escándalos de corrupción que durante algunos años salpicó a esta organización deportiva.

Todo esto, ¡claro! por el efecto de los millonarios presupuestos y los intereses que mueve tanto el reparto de regalías de los derechos de televisión y marketing, como la fuerte presencia de millonarios presupuestos que trasladan los gobiernos para conquistar el objetivo de una sede olímpica a cualquier precio.

Rogge también está enfrentado a los dirigentes de las 28 federaciones deportivas olímpicas (ASOIF), quienes tendrán una reunión de urgencia antes de la votación del 8 de julio del Comité Olímpico Internacional (COI) en la que se podría acordar que algunas disciplinas no estén en el programa de los Juegos del 2012.

El polo es el último deporte que se ha retirado de los Juegos Olímpicos, en 1936. En el 2002, el COI decidió limitar el número de deportes olímpicos a 28, el número de eventos a 301 y el número de atletas a 10.500.

Ese mismo año, en México, Rogge propuso que el béisbol, el softbol y el pentatlón moderno fueran retirados, y añadidos el golf y el rugby.

Sin embargo, los miembros del COI se resistieron y ninguno votó a favor.

Rogge parece mantener su opinión y la semana pasada afirmó que «ningún deporte tiene un derecho eterno de estar en el programa Olímpico.»

El belga Jacques Rogge, quien asumió la presidencia del COI el 21 de julio de 2001, en Moscú y dijo en aquella ocasión, que centraría su gestión en erradicar la corrupción, el dopaje, la violencia y el racismo, los «males» frecuentes en un franquicia rica y poderosa por los intereses transculturales que representaban sus 205 naciones afiliadas, ahora tiene el fantasma de esos «males» de frente.