Uno puede meter la pata, pero si la saca a tiempo se es inteligente.
Siempre he escuchado decir que las ideas solo deben ser combatidas con mejores ideas, no con estupideces (léase abusos, prepotencia, injusticias, arbitrariedad, atropello o despotismo) el calificativo que prefiera.
El dirigente del equipo de béisbol de los Marlins de Miami, el venezolano Oswaldo José Barrios Guillén, habló en esa ciudad sobre el expresidente cubano Fidel Castro, ese fue su error, una torpeza.
Entiendo que muchos cubanos en el exilio han pasado amarguras debido al régimen establecido por Fidel en Cuba, pero estos no pueden ser tan intolerantes ante un elogio al dictador.
Guillén metió aún más la pata cuando en una conferencia de prensa posterior lloró, pidió excusas y se retractó de lo que había dicho, solo para complacer a este sector (claro, a las malas, no de corazón).
También cuando por falta de inteligencia, preparación y asesoría, tiene que aceptar una suspensión de cinco partidos.
El derecho a la libre expresión y difusión del pensamiento está consagrado en los Estados Unidos, es lo único que tenía que enarbolar Guillén para no ser humillado por un grupito de exiliados rencorosos, pero no menos poderosos, quienes con este argumento tendrían que meterse la lengua donde no les dé el sol, como en muchas otras ocasiones.
¡Qué nadie nunca calle lo que piense! Sobre todo si no agrede y pone en peligro a los demás.
Los que disfrutamos los mejores años de Guillén en los Medias Blancas de Chicago, donde fue desde el Novato del Año, tres veces Todos Estrellas y ganador de Guante de Oro, repudiamos esa humillación a que fue sometido y, por tanto, aunque no nos guste, en rebeldía le decimos: Ozzie, ¡qué viva Fidel!.