Fuegos artificiales

Fuegos artificiales

COSETTE ALVAREZ
Parecería que el resultado de las encuestas de popularidades presidenciales en nuestro continente quiso decir que todos nuestros problemas están resueltos, o mejor, disueltos. Una de mis almohadas favoritas, que fue consultada al momento de aquellas declaraciones sobre quien se atreviera a desafiar a «la persona», me respondió lo siguiente:

«Todo esto parece fuego de artificio. El gobierno está atrapado entre el Fondo y su propia política económica, restrictiva, de macro estabilidad y de crecimiento, con altos costes. El desempleo, el alza de los precios, la carestía de alimentos, la falta de energía, la falta de acción en la dirección que se desee, pero que se vea cierta determinación, la violencia y la criminalidad, son hechos que muchos se lo atribuyen como resultados de esta política y los mismos están empezando a erosionar la popularidad de la presente administración. Recuerde, ‘res non verba’, hechos y no palabras es lo que anhela y necesita el pueblo.

Ante esa situación, no me parece que el gobierno esté en condiciones de pelear con nadie. Es una reacción para que el pueblo no perciba a la presente gestión como débil. Sin embargo, me parece tardía la reacción, y el daño en su imagen no lo podrán borrar.

Al Norte no le agradan los desaires ni tampoco las malas juntas (Chávez, Lula). Las torpezas del gobierno obligaron al Norte a emitir declaraciones que, a los ojos del pueblo, fortalecen al amigo Mejía. Ah… no olvide la abstención en Ginebra por Cuba. Las águilas del Potomac, no las del equipo del Cibao, no se sienten cómodas con las zalamerías entre Dominicana, Cuba, Venezuela y Brasil.

Este último país está invadiendo el ámbito comercial de los vientos del Norte. Ha sido tan difícil el malabarismo de la actual gestión, que han abandonado la muy acariciada idea de ser líder caribeño para inscribirse en los países considerados como liberales.

Hay más cabos sueltos que atar, como es la corrupción que primó en la capitalización de la CDE. El PEME es una realidad y las auditorías existen. La privatización de los aeropuertos… cincuenta dólares por pasajero. El promedio de pasajeros por Las Américas sobrepasa el millón doscientos mil. ¡Haga usted el cálculo! No pagaron nada por más de mil doscientos millones de pesos, cuando nuestra moneda valía, recibidos en infraestructura, camiones de bomberos, en fin, una verdadera bicoca, sin concurso alguno. Bueno, me tentó usted y de nuevo la abrumo con tonterías. Termino recordándole el aforismo: ¡El que tiene techo de cristal, no puede tirarle piedras al del vecino, aunque diga que no le provoquen!»

Le reenvié un artículo escrito por el ecuatoriano Max Murillo sobre la importancia del papel de los intelectuales, impresionada por el párrafo que dice: «Nuestra débil clase media (clase a medias, diría Zavaleta), no termina por entender su papel en la sociedad: sin identidad y autoestima, a lo sumo plagia o copia modelitos ajenos a nuestra realidad que de manera burda y grotesca intenta conjugar, e imponer, sin tener una lectura clara de la sociedad. Y entonces todos los fracasos posibles. Y entonces todas las excusas posibles. Por tanto los resultados están a la vista: no se producen intelectuales, sino gente entrenada para el consumo y autómatas modernistas. El juego del poder ha destruido a toda una generación que prometía bastante.»

Entonces, la misma persona me responde: «Recuerdo todavía el impacto que causó en mí la lectura del libro ‘Radiografía espectral de América Latina’, del fenecido intelectual y ex vicepresidente del Perú, Luis Alberto Sánchez. Este libro, escrito en varias etapas y publicado en la década de los años treinta del siglo pasado, no tiene desperdicio. Denunciaba todo lo que todavía hoy se sigue denunciando. Sin embargo, los intelectuales denunciaban. Ahora medran a la sombra del poder y tienden a ser especies de Torquemadas contra el derecho a disentir. ¿No se ha dado cuenta usted de la cantidad de comentaristas y escribidores pagados, pagados para distorsionar la realidad, por los ‘puros’? No olvide la frase aquella de que el país se dividía en peledeístas y corruptos. Por lo dicho con anterioridad, voces como la suya no se pueden silenciar ni apagar. Reconozco lo difícil de la situación, pero continúe, que la escuchamos cuando leemos sus artículos.»

Otra de mis almohadas me escribe: «Ahora que ya no tendremos periódicos los domingos, sería bueno repasar periódicos viejos. Uno no sabe que es peor, si la definitiva privatización de los servicios hospitalarios por aquello del Metropolitano de Santiago y sus 25 millones de dólares ofrecidos por el Gobierno para hacer socio al Estado y a algunos de sus funcionarios, o si es preferible que Aduanas se aloje en una esquina estratégica de la ciudad a un costo descomunal que favorece a contrincantes políticos del actual partido en el poder.

Después de todo, el dinero sobra en República Dominicana. Por eso, amueblar la Corte Suprema ha costado más de 240 millones de pesos, sin concurso, sin cotizaciones y sin el menor gusto por la estética o los desaparecidos rasgos de nuestra identidad cultural. Parece que definitivamente prefieren el neo barroco, a Europa y el confort de los países nórdicos, a los muebles y decorados tropicales, antillanos e insulares. Tanta artesanía local para nada, tantos artistas nativos para nada, tantas industrias nacionales para nada. Y por si todo esto fuera poco, léase la Coctelera de fecha 2 de mayo del periódico HOY. Tienes, Cosette, tela por donde cortar por un buen rato. Suerte».

Lo cierto del caso es, queridos lectores, que esto de la opinión pública se ha puesto color de hormiga. Sin leer demasiado, sólo viviendo nuestra realidad, constatando el creciente número de sectores –cual de todos más peligroso– avasallados, humillados, puestos en entredicho, nos preguntamos en qué se basan las encuestas y, particularmente, en qué estriba el concepto de popularidad. Pero, que con su pan se la coma. Y, a quien Dios se la dio, San Pedro se la bendiga.

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