En esta imagen del 12 de septiembre de 2001, el alcalde de la ciudad de Nueva York, Rudolph Giuliani, camina frente al gobernador de Nueva York, George Pataki, y la senadora Hillary Clinton, en un recorrido por la zona del desastre del World Trade Center. (AP Foto/Robert F. Bukaty, Archivo)
Rudolph Giuliani fue un héroe antes de ser una broma. Lisa Beamer era esposa y madre antes de convertirse en símbolo del 11 de septiembre —y aunque su celebridad se desvaneció, su viudez no puede hacerlo—.
En el periodo posterior a que cayeran los aviones, Estados Unidos y el mundo conocieron a una gama de personalidades. A algunas las habíamos conocido bien, pero las vimos de maneras diferentes. Otras fueron lanzadas a la conciencia pública por circunstancias trágicas.
Algunos, como Osama bin Laden y Mullah Mohammad Omar, están muertos. Pero otros han seguido adelante y llevan vidas que son epílogos del 11 de septiembre de 2001. He aquí algunos de los nombres que figuraron en esa época tumultuosa —qué eran entonces y qué les ha ocurrido desde entonces—
RUDOLPH GIULIANI
ENTONCES: alcalde de la ciudad de Nueva York, fue un héroe del momento: empático, decidido, un foco del dolor de la nación y una presencia constante en la zona cero.
“El número de bajas será más de lo que cualquiera de nosotros pueda soportar en última instancia”, dijo el 11 de septiembre. Oprah Winfrey lo nombró “el alcalde de los Estados Unidos”; la revista Time lo declaró la “Persona del año”.
DESDE ENTONCES: después de sugerir (y descartarse posteriormente) que se extendiera su mandato, que estaba por expirar, debido a la emergencia del 11 de septiembre, Giuliani entró en la vida privada, pero no tan privada.
Lanzó una empresa de seguridad rentable y se postuló sin éxito para la nominación republicana a la presidencia en 2008, que abortó. Sus aventuras como partidario y agente del presidente Donald Trump están bien documentadas y resultaron en la suspensión de su licencia de abogado en su estado natal.
BERNARD KERIK
ENTONCES: el comisionado de la policía de Nueva York. Calvo y fornido, nunca se apartó de Giuliani en los días posteriores al 11 de septiembre —y siguió al alcalde después de que dejara el cargo y se unió a la empresa de seguridad de Giuliani—.
DESDE ENTONCES: el presidente George W. Bush nombró a Kerik como ministro interino del interior de Irak en 2003 durante la guerra de Irak, y lo nominó para encabezar al Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, en 2004.
Dejó de ser considerado para este último puesto cuando se reveló que había empleado a una trabajadora indocumentada como niñera y ama de llaves; después siguieron una serie de problemas legales, incluidas condenas por violaciones a la ética y fraude fiscal.
Fue indultado por el presidente Donald Trump en 2020.
GEORGE W. BUSH
ENTONCES: al 43º presidente de los Estados Unidos, Bush, se le informó de los ataques del 11 de septiembre mientras leía “The Pet Goat” («La cabra mascota») a los estudiantes de segundo grado en Sarasota, Florida.
Habló con la nación esa noche y visitó la zona cero tres días después, donde tomó un megáfono para declarar: “¡Puedo escucharlos! ¡El resto del mundo los escucha! Y la gente —y las personas que derribaron estos edificios—, pronto nos escucharán a todos”. Su apoyo en las encuestas alcanzó el 85 por ciento.
DESDE ENTONCES: La guerra contra el terrorismo engendró las guerras en Irak y Afganistán, y la demanda de Bush de que los talibanes “entreguen a los terroristas, o… compartan su destino”.
Se había retirado para pintar al óleo en Texas desde hacía mucho tiempo cuando las fuerzas de operaciones especiales de la Armada de Estados Unidos (Navy SEAL) mataron a bin Laden, y cuando el presidente Joe Biden retiró a las fuerzas estadounidenses de Afganistán. En agosto, dijo que miraba los acontecimientos allí “con profunda tristeza”.
RICHARD CHENEY
ENTONCES: mientras el Servicio Secreto jugaba a “esconder al presidente” con Bush el 11 de septiembre —fue trasladado a bases militares en Luisiana y Nebraska, por temor a ataques terroristas—, su vicepresidente se instaló en una “locación segura, no revelada”, un búnker dentro de la Casa Blanca donde ayudó a dirigir las acciones del gobierno.
Cheney se convirtió en un feroz defensor de una respuesta desenfrenada a los ataques que utilizara “cualquier medio a nuestra disposición”. Presionó por la guerra de 2003 en Irak.
La técnica de interrogatorio conocida como ‘waterboarding’ (una tortura con agua que causa la sensación de ahogarse) era una forma correcta de obtener información de los terroristas, dijo —no tortura, como sus críticos han insistido por mucho tiempo—.
DESDE ENTONCES: Después de cinco ataques cardíacos y un trasplante de corazón en 2012, Cheney ha vivido para ver a su hija Liz ganar su antiguo escaño en el Congreso en Wyoming y convertirse en persona non grata republicana debido a sus críticas a Donald Trump.
COLIN POWELL
ENTONCES: exjefe del Estado Mayor Conjunto, Powell fue confirmado por unanimidad como secretario de Estado en 2001.
Después presentó un caso persuasivo ante las Naciones Unidas para una acción militar contra Irak, y aseguró que Saddam Hussein construía armas de destrucción masiva. Se libró la guerra, Saddam fue derrocado y asesinado, Irak fue desestabilizado; no se encontraron tales armas.
DESDE ENTONCES: Powell ha defendido constantemente su apoyo a la guerra de Irak. Pero el republicano de toda la vida no creyó en Trump, respaldó a Hillary Clinton en 2016, y habló en apoyo de Biden en la convención demócrata de 2020.
Dejó el partido republicano después del asalto del 6 de enero al Capitolio.
CONDOLEEZZA RICE
ENTONCES: asesora de seguridad nacional de Bush. En el verano de 2001, se reunió con el director de la CIA, George Tenet, a petición suya, para discutir la amenaza de ataques de Al Qaeda contra objetivos estadounidenses.
La CIA informó que “habrá importantes ataques terroristas contra los Estados Unidos en las próximas semanas o meses”. Rice diría después que la información era antigua.
DESDE ENTONES: Rice sucedió a Powell como secretaria de Estado y después regresó a la Universidad de Stanford como rectora y luego como miembro de la facultad.
En 2012, también se convirtió en una de las dos primeras mujeres a quienes se les permitió unirse al Augusta National Golf Club.
JOHN ASHCROFT
ENTONCES: fiscal general durante el primer mandato de Bush. A raíz del 11 de septiembre, fue el principal defensor de la administración de la ley antiterrorista Patriot Act, que otorgó al gobierno amplios poderes para investigar y enjuiciar a aquellos sospechosos de terrorismo.
Pero en 2004, mientras estaba en una unidad de cuidados intensivos con pancreatitis por cálculos biliares, se negó a las súplicas de la administración para invalidar un veredicto del Departamento de Justicia de que el programa de inteligencia nacional de Bush era ilegal.
DESDE ENTONCES: tras dejar el cargo en 2005, Ashcroft se convirtió en cabildero y consultor.
Sus apariciones como cantante de góspel (y compositor —su melodía “Let the Eagle Soar”, “Deja que el águila se eleve”, se interpretó en la segunda inauguración de mandato de Bush—) han disminuido.
JOHN YOO
ENTONCES: como asistente del fiscal general en la Oficina de Asesoría Jurídica del Departamento de Justicia, Yoo proporcionó gran parte del sustento legal para la guerra contra el terrorismo.
Argumentó que los “combatientes enemigos” capturados en Afganistán no necesitaban recibir el estatus de prisioneros de guerra; que el presidente podía autorizar escuchas telefónicas sin orden judicial a ciudadanos estadounidenses en suelo estadounidense; que el uso de “técnicas mejoradas de interrogatorio” como la tortura con agua estaban dentro del poder del presidente en tiempos de guerra.
DESDE ENTONCES: Yoo es profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de California, Berkeley. Todavía es un firme partidario de las prerrogativas presidenciales; en 2020, su libro “Defender in Chief: Donald Trump’s Fight for Presidential Power” («Defensor en jefe: la lucha de Donald Trump por el poder presidencial») argumentó que la visión de Trump de la presidencia estaba en línea con la de Washington, Jefferson, Madison y Hamilton.
KHALID SHEIKH MOHAMMED
ENTONCES: destacado propagandista de Al Qaeda, calificado como el “principal artífice de los ataques del 11 de septiembre” por la Comisión del 11S. Fue capturado en 2003 por la CIA y la policía secreta de Pakistán, y después llevado a prisiones de la CIA en Polonia, Afganistán y finalmente a Guantánamo.
Bajo coacción —algunos lo llamaron tortura—, confesó estar involucrado en casi todas las operaciones importantes de Al Qaeda, incluido el atentado con una bomba contra el World Trade Center en 1993, el asesinato del periodista Daniel Pearl, los ataques de 2001 y otros.
DESDE ENTONCES: su fecha de juicio se ha pospuesto una y otra vez. Permanece en Guantánamo, indefinidamente.
HAMID KARZAI
ENTONCES: líder interino y después presidente electo de Afganistán tras el 11 de septiembre, logró mantener un delicado acto de equilibrio y permanecer en términos amistosos con los Estados Unidos y Occidente mientras unificaba las muchas facciones de su país —al menos durante un tiempo—.
Más de una vez llamó “hermanos” a los talibanes, y los últimos años de su presidencia estuvieron marcados por fricciones con los Estados Unidos.
DESDE ENTONCES: Karzai ha sobrevivido a numerosos intentos de asesinato, pero cuando expiró su segundo mandato, en 2014, el paso del poder a su sucesor, Ashraf Ghani, fue pacífico.
Ghani lideraría al país durante casi siete años, hasta que huyó ante el regreso triunfante de los talibanes.
HOWARD LUTNICK
ENTONCES: el presidente de la compañía bursátil Cantor Fitzgerald hubiera estado en las oficinas de la compañía en la cima del One World Trade Center, pero llevó a su hijo Kyle al primer día de jardín de niños. Un total de 658 de los empleados de la empresa fallecieron —dos tercios de su fuerza laboral en la ciudad de Nueva York, incluido el hermano de Lutnick, Gary—.
En tres días, Lutnick había establecido el Fondo de Ayuda Cantor-Fitzgerald para las víctimas de su compañía.
DESDE ENTONCES: El fondo ha desembolsado más de 250 millones de dólares, incluido dinero para otras víctimas del terrorismo y desastres. Veinte años después, Lutnick permanece como el presidente de la empresa.
LISA BEAMER
ENTONCES: Después del 11 de septiembre, Lisa Beamer se convirtió en el rostro de los dolientes de ese día y en un recordatorio del heroísmo del día.
Se cree que su esposo, Todd, un exjugador de béisbol y baloncesto universitario, lideró a otros pasajeros en un ataque contra los secuestradores del vuelo 93 de United Airlines que derribó el avión antes de que pudiera estrellarse en Washington.
Su exhortación “Let’s roll!” (“¡Vamos!”) se convirtió en un grito de combate. Su viuda realizó 200 apariciones públicas en los seis meses posteriores a los ataques.
DESDE ENTONCES: Lisa Beamer coescribió el libro “Let’s Roll! Ordinary People, Extraordinary Courage” («¡Vamos! Gente ordinaria, valor extraordinario»), y estableció una fundación en memoria de su esposo. Los donativos disminuyeron y Beamer desapareció de la vida pública.
La pareja tuvo tres hijos y todos asistieron a la Universidad Wheaton, donde se conocieron sus padres.
Todos son atletas, como su padre: Dave, quien tenía tres años cuando murió su padre, fue mariscal de campo de fútbol americano; Drew, quien tenía un año, jugaba fútbol sóccer, como lo ha hecho Morgan, nacida cuatro meses después de los ataques. Morgan era el segundo nombre de su padre.