Fuertes controles y desesperación haitiana en frontera RD

Fuertes controles y desesperación haitiana en frontera RD

Dajabón, (AFP).- Decenas de haitianos esperan a las puertas de Dajabón, en la frontera con República Dominicana, un paso que cruzan con libertad normalmente pero donde el tránsito se vio limitado al máximo para impedir la propagación del cólera que castiga a Haití.

«Yo voy y vengo. Vendo refrescos y comida en un lado y en otro, me muevo en Dajabón como quiero pero hoy no me dejan entrar», lamenta, con aire desesperado, Louis Jacques, aguardando un momento de distracción de las fuerzas de seguridad o un cambio en la guardia de frontera para poder entrar a República Dominicana.

Este haitiano forma parte de las decenas de personas que cada día cruzan este paso fronterizo del norte de República Dominicana para ir a trabajar, vender sus productos o hacer compras.

Muchos de ellos son trabajadores sin contrato, estudiantes o empleadas domésticas a quienes los guardias de frontera no pueden dejar pasar pese a verlos cruzar cada día.

«Siempre pude cruzar con mi carné de estudiante pero hoy no sirve. Se necesita pasaporte y visado», lamenta Jordan Germain, alumno de un instituto de formación profesional dominicano, ante un funcionario impasible que se niega a abrirle el paso.

El brote de cólera ha causado la muerte a 292 personas en Haití, donde suman más de 4.100 los pacientes en tratamiento en clínicas y hospitales de todo el país, según las últimas cifras oficiales.

Y la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que la epidemia no alcanzó aún toda su fuerza ni está contenida.

Al ser una enfermedad muy contagiosa, República Dominicana, que comparte más de 300 km de frontera con Haití, puso en marcha severos controles que afectan a miles de haitianos que se ganan la vida en el país vecino.

Este miércoles, sólo un pequeño grupo de las personas que aguardaban en Dajabón lograron su objetivo. Todos ellos presentan sus pasaportes en regla, deben lavarse las manos con desinfectante, someterse a un control sanitario mientras sus vehículos son rociados con un limpiador.

La doctora Angie Serrano atiende a quienes pueden entrar en República Dominicana. «¿Se ha lavado las manos?» «¿Tiene síntomas de diarrea? ¿Conoce a alguien enfermo de cólera?», pregunta.

Elie Azemar fue uno de los pocos afortunados que logró pasar con su pasaporte cerca de mediodía. Trabaja en la compra-venta de divisas y tiene sus papeles en regla. Su chequeo dura sólo algunos minutos.

Si el inmigrante trae bultos, puede extenderse por más de media hora. Ningún tipo de bebida o comida están permitidas. Para los comerciantes de la zona, cualquier importación de Haití fue prohibida por el gobierno dominicano.

No obstante, los envíos de alimentos, productos de primera necesidad y vegetales hacia Haití se mantienen. La frontera es porosa y los guardias de seguridad saben que es imposible controlar al 100% el paso de personas.

«¡Intenta pasar para que veas qué pasa!», vocifera un militar a un haitiano que pretendía burlar la vigilancia atravesando el río Masacre, situado junto al puesto de control. «Y esto no es nada para lo que pasará el viernes, que es un día en que se celebra el mercado», lamenta Tony, un guardia fronterizo que se niega a dar su nombre completo.

Entre las rejas del puesto de control, Edmon Ramírez mira impotente hacia el otro lado. «Paso con frecuencia para comprar zapatos y venderlos en Haití. Es mi único modo de vida», explica, murmurando que tal vez dando unos 100 pesos (unos tres dólares) a un agente podría cruzar la frontera.

Los guardias de seguridad admiten que una vez que dejan pasar a un haitiano no existe la certeza total de que vayan a regresar a su país horas después, lo cual aumenta los riesgos de propagación del cólera.

El Centro Especializado de Seguridad Fronteriza (Cesfront) dominicano limita sin embargo las zonas de acceso a la localidad de Dajabón para los haitianos y realiza constantes redadas de repatriación.

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