Fuga con rastros de obscenidad

Fuga con rastros de obscenidad

La fuga de dos pilotos franceses condenados a 20 años por tráfico de drogas, parece capítulo de una comedia que desde el comienzo fue rica en incidentes y traspiés judiciales. El presidente de la Suprema Corte de Justicia, doctor Mariano Germán Mejía, destacó elementos muy graves que caracterizaron el proceso seguido a los fugados, entre los que señala el hecho de que fueran condenados a prisión domiciliaria, en vez de cárcel.

Si bien la fuga de los dos franceses pone en situación ridícula la justicia dominicana, también pone de manifiesto la fragilidad de nuestra seguridad como Estado. Se sospecha que quienes auxiliaron a los dos pilotos son militares o ex militares que entraron subrepticiamente al país y del mismo modo salieron con sus acompañantes. Esa fragilidad nos expone a peligros insospechados, sobre todo con una frontera tan vulnerable como la que tenemos con Haití, por donde pasa de todo lo imaginable.

El Gobierno francés niega que tenga implicación en la fuga, a pesar de las sospechas fortalecidas por su decisión de no extraditar a los convictos. En este aspecto hay un trabajo diplomático por hacer. Y hay que desmontar cada peldaño de la trama que comenzó con un proceso judicial lleno de peripecias y ha culminado con una fuga que pone en ridículo la justicia y la seguridad del país.

Como oferta al mejor postor

Así como los valores que alimentan un creciente y lícito mercado en nuestro país, los antivalores son también “bienes” transables en un mercado de oportunidades. Allí se comercian desde la violación de cualquier ley hasta resultados electorales, pasando por fugas y sentencias dentro de una insospechada gama de antivalores. El presidente de la Cámara Americana de Comercio, Gustavo Tavares, lo dice llanamente cuando sostiene que la corrupción funciona como un mercado de oferta y demanda que se mueve en un sentido u otro siempre que haya quien esté dispuesto a comprar favores, normas de políticas públicas, sentencias, contratos, elecciones, etcétera.

Esa convicción es la mera confirmación de que nuestra principal crisis es, en esencia, moral por los cuatro costados.

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