Fulgurazos

Fulgurazos

UNO
El poder suele volver heroicos a los sujetos. Los existencialistas solían decir que no hay naturaleza humana porque no hay Dios para concebirla, y arrojaban sobre la responsabilidad de cada quién el resultado final de su existencia. “El hombre es lo que él se hace” -decían. Y lo rememoro no con el ánimo de filosofar como un pendejo, sino con la idea de entender lo que quienes nos gobiernan piensan de sí mismos. Comencé citando a los existencialistas y ahora acopio a Jean-Paul Sartre “No hay ninguno de nuestros actos que al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser”. Esta sentencia es la angustia de Abraham para los políticos cínicos que llegan al poder porque el que miente en la construcción de una imagen falsa no está bien con su conciencia. Y pongo el caso de Danilo Medina. Si en una “visita sorpresa” le presta a los cafetaleros, el Estado desaparece y es él como sujeto el político bondadoso que realiza la acción. En el país hay pendiente un poco más de dos millones y medio de soluciones habitacionales, y él entrega el proyecto de “La barquita”, que tiene mil seiscientas, como si la humanidad tuviera los ojos fijos en lo que él hace, y todo el problema de la vivienda se conjugara. Es él, no la acción del Estado, quien realiza las obras. Pero si son malas noticias, ése demiurgo no aparece por parte. Si suben el peaje, no. Si las medicinas aumentan un cuarenta por ciento, no. Si los policías no pueden vivir con cinco mil pesos, no. Si los diputados y senadores se aumentan los salarios, no. Si los hospitales se caen a pedazos, no. Si los impuestos se roban el precario estado de bienestar alcanzado, no. Si la criminalidad nos aterroriza, no. Si la corrupción disminuye la felicidad ciudadana llevándose en las pezuñas el 12% del PIB, no. Son otros quienes dan las malas noticias, él es solo un Dios, un demiurgo.
DOS
En “Los carpinteros”, ese buen libro de Joaquín Balaguer, aparece la historia de Miguelón, una figura deslumbrada por el brillo del poder. Balaguer lo describe como “un mocetón fornido, de anchas espaldas, de nariz respingona y de cabellos oscuros”; quien a los veinte años tenía todavía un aspecto infantil y un aire de inocencia, fundidos a su fama de persona sin malicia. En medio de la guerra encabezada por Cabral contra el gobierno de Buenaventura Báez, un día del mes de diciembre de 1872, entró a la Jagua una guerrilla compuesta por un oficial y varias decenas de reclutas. Miguelón se quedó arrobado ante el brillo del sable y las insignias del oficial. Se enroló y se fue del pueblo sin despedirse de sus padres para tomar las carreras de las armas. En las pinceladas con que Balaguer describe a Miguelón hay una lección indiscutible: el poder transforma inexorablemente a los sujetos. El apacible Miguelón se convirtió en su contrario, bajo el influjo del uniforme y el poder omnímodo que expresaba, en un déspota despreciable capaz de las mayores arbitrariedades y caprichos del poder. “Los carpinteros” es un conjunto de viñetas sobre personajes y circunstancias históricas de la vida manigüera dominicana, engarzadas al modo de una legibilidad perfecta de nuestra vida republicana.
TRES
Tengo en mi biblioteca un ejemplar de “Los carpinteros” a disposición del “renegado Kaustky” que me descalificó con prepotencia desde la DIAPE y casi me declaró candidato al manicomio por mi artículo de la semana pasada. La DIAPE es la “Dirección de análisis y programación estratégica del poder ejecutivo”. Y Karl Kautsky fue un dirigente comunista que traicionó a la revolución rusa y acusó a Lenín de numerosos hechos. Contra él escribió Lenín una diatriba famosa llamada “El renegado Kautski”, que lo ha convertido en la imagen por excelencia del que se traiciona a sí mismo. El de la DIAPE fue de la “sociedad civil”, y ahora les llama “Los comebolas”, traicionándose a sí mismo. Planificando diabluras desde el Palacio, justificando todo lo que hace el gobierno, él cree que quienes hacen políticas son los otros, porque él y Danilo Medina son la patria. Su verdadero trabajo es convertir a Danilo Medina en un Miguelón inflado como un paño sagrado. Y, no, “renegado Kautsky”. No.

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