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Por eso la paz impuesta por la fuerza militar engendra al poco tiempo el caos, mientras que la conquistaba a base de amor y bondad y fraternidad y comprensión perdura y da resultados sorprendentes, porque el amor lo une todo, porque el amor es el origen de la vida. Se aman hombres y mujeres, dos animales cualesquiera, semilla y tierra, y como productos tenemos el ser humano, el animal y el árbol, y todo esto como resultado de una fuerza oculta, amor ¿Y acaso no ama el agricultor a la tierra y obtenemos un producto que es la cosecha? Entonces, habrá porque dudar de esta fuente inagotable de vida, no es cierto todo, pero permaneceremos estáticos, nuestra formación espiritual aun parece permanecer indiferente a nuestro deseo, parece no confiar del hombre, cree que todavía es tiempo para sentarse a esperar el dolor de las cosas por las cuales ya no debería sufrir. Pero al menos queda el consuelo, que el amor no se va porque queremos, que allí donde sentó bases, se arraiga y renueva y perfecciona a la vez, hace dos funciones fundamentales de la vida, aun puede muchas veces ocultarse, llevar vida latente en nuestro ser porque no es alentado, no porque responda él a esas determinaciones, sino que parece que tiene que vestirse con ese ropaje para modelar ciertos espíritus regazados. Ahora bien, el amor no es una medicina que se compra en la farmacia de la esquina y nos la receta el médico, el amor trasciende esas órbitas materiales, aunque se confunde con la materia y forma parte de ella, lo imprescindible, lo necesario, es tener el corazón abierto a sus corrientes, es tener el deseo de sentirlo y aprisionarlo para servirse de él, para beneficio, no solamente de nosotros mismos, sino para ponerlo al buen servicio de la humanidad. Por eso el buen gobernante ama a su pueblo y es correspondido en idéntica forma por éste, por eso el que hace acopio de conocimientos para servirse de ellos de una manera provechosa para sus semejantes, da luz al mundo una forma de mejoramiento y bienestar social y espiritual.