Fundemos el porvenir en el 2011

Fundemos el porvenir en el 2011

Finaliza el 2010. Año que nos puso de manifiesto que vivimos profundamente anclados en el presente. Lo pasado, enterrado, y lo que adviene, que acontezca. Asumimos  el ahora sin tomar medidas de resguardo: el consumo es la marca de los que poseen, la marginalidad, de la mayoría. La reflexión sobre la dramática crisis que ha estremecido a la economía mundial, solo ha sido un mero ejercicio intelectual en las reuniones internacionales. Aún prevalece la incertidumbre: hondos fueron los daños a la economía y, como consecuencia, a la vida misma de cada persona.

La crisis económica puso también en evidencia una realidad presentida: se trata de la jerarquía piramidal que, a través de altas tecnologías, cada vez más profusas y sofisticadas, domina el quehacer económico y, por tanto influye decisivamente sobre la vida individual y la colectiva.

La crisis económica ha acrecentado la concentración de la riqueza y ha obligado al repliegue de las mayorías excluidas de las riquezas a espacios familiares, artificiales y marginales en extremo

Así, las conquistas económicas y sociales se retrotrajeron con lo acontecido con las economías: la mundial y las nacionales. Sé es libre al satisfacer las necesidades primarias. La crisis provocó pérdida de conquistas que creíamos ya asentadas definitivamente, por ejemplo, que existía  un futuro. Y ocurre que ahora debemos construirlo.

El porvenir resbala cada vez más. La tarea a emprender, sin pérdida de tiempo, es recuperarlo como razón de existencia. Esto supone un cambio profundo de actitud, pues no hay certeza en nada en una economía mundial caracterizada por períodos de mutaciones permanentes. Conspira, además de lo acontecido, con esta construcción del futuro, las urgencias de la vida de hoy: se vive para el presente. La cotidianidad devora la reflexión. ¡Se es ahora, y ya!

¿Qué nos urge?: la construcción del porvenir. En el pasado, dejamos que se impusiera la gravedad de lo cotidiano; nos acomodamos a un presente sin cuestionamiento. No hay tiempo en este mundo interconectado para el coyunturalismo. Sin sonrojo, hay que resarcir esa irresponsabilidad nuestra. Y no es únicamente por el que viene, sino por el que está. Sin el futuro de este, no habrá para el otro. La ecuación es simple: hoy da el mañana. Es el reto. No hay que mirar lejos, echemos una ojeada a los alrededores: ahí está el asunto latiendo fuertemente.

Nosotros pertenecemos a la comunidad internacional, ahora más que ayer: la interrelación se impone: los otros nos complementan. Pero también tenemos nuestras especificidades como nación independiente. Debilidades y fortalezas. Analizando unas y otras objetivamente,  estamos obligados a fomentar e implementar inmediatamente un plan maestro de acción que conduzca a un destino donde prevalezca el bienestar y la justicia social.

Siempre hemos subrayando la necesidad de que identifiquemos tanto las debilidades como las fortalezas  que poseemos, y que sopesemos unas y otras, las conclusiones de ese ejercicio nos permitirá formular un plan que nos conduzca a un mejor país.

Nuestras debilidades se resumen en: una falta de competitividad acumulada durante los últimos 25 años; crecientes importaciones y un descenso dramático en las exportaciones forjando una balanza de saldos corrientes que nos ha compelido a incrementar apreciablemente nuestro endeudamiento.

Las principales fortalezas son estas: somos una de las siete naciones en el mundo con acceso libre a un mercado internacional que tiene 700 millones de consumidores reales; una ubicación geográfica excepcional; una clase empresarial urbana y rural con experiencia y eficiencia; una mano de obra productiva; abundantes y fértiles tierras; una infraestructura importante y una formidable diáspora que  aporta significativamente al país.

El año 2010 que entregamos al pasado debe constituirse en una amplia puerta que dé paso a un 2011 lleno de decisiones. Y para que esto ocurra es indispensable, y estoy convencido que lo lograremos, que desde el Presidente al más humilde ciudadano, nos unamos, que nos despojemos de lo intrascendente, y tomemos el presente  solo como una plataforma para crear las condiciones futuras que son las únicas que nos permitirán obtener  el destino luminoso que el Todopoderoso ha señalado para este país de todos. Oportuno es recordar las memorables palabras de Martin Luther King: El tiempo apremia”.

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