Furcal sufrió mucho
El 2007 fue año difícil para el Mayimbito

<STRONG>Furcal sufrió mucho</STRONG> <BR>El 2007 fue año difícil para el Mayimbito

POR KEVIN BAXTER
De Los Angeles Times
SANTIAGO, República Dominicana.-
Por más de una semana, la lluvia atacó la tierra que rodea la segunda ciudad más grande de la República Dominicana, tumbando líneas eléctricas, desbordando ríos y convirtiendo calles en lodazales.

“Oh, fue terrible”, dice Rafael Furcal mientras mueve la cabeza.

Pero ya todo ha mejorado, añade. Y solo para demostrarlo, él lleva al visitante al balcón de su penthouse para ver el cielo azul que parece extenderse por siempre.

“Debes verlo de noche”, dice el torpedero de los Dodgers. “Es bello”.

En cuanto a su futuro en el béisbol, bueno, eso también parece verse bien de nuevo, porque la nube negra que le afectaba también se había desaparecido. Jugando por primera vez desde que salió del terreno en Colorado hace tres meses con problemas en la espalda y el tobillo, Furcal pegó cuatro hits, anotó dos carreras y se robó una base en un partido de la liga invernal dominicana en San Francisco de Macorís.

Bien, no es la Serie Mundial, pero no es un mal inicio.

“Se sintió bien”, dice Furcal. “Me siento mucho mejor”.

Eso es algo que no pudo decir durante el verano. Un hombro adolorido lo mantuvo fuera de juego durante gran parte de los entrenamientos de primavera, luego inició la temporada en la lista de lesionados con un tobillo severamente torcido que nunca se sanó del todo.

Como resultado, Furcal tuvo la peor temporada en seis años, jugando apenas 138 partidos y terminando con su peor promedio de .270, 25 robos y 87 anotadas.

Luego de igualar una marca personal con 15 vuelacercas, y ayudando al equipo a llegar a los playoffs en su primera temporada en Los Angeles, Furcal apenas tuvo seis el pasado verano, cuando los Dodgers terminaron en cuarto lugar en el Oeste de la Liga Nacional.

Y con su primer bate afectado, los Dodgers superaron en anotar solo un equipo de la Liga Nacional que terminó con récord ganador y pegaron más jonrones que apenas tres de los 30 equipos de las mayores.

“No creo que ninguna alineación puede ser productive si su primer bate no puede embasarse”, dijo el gerente general Ned Colletti. “Obviamente es un jugador clave de nuestro club. Vimos la diferencia que hizo”.

TRABAJA DURO

Cinco mañanas a la semana, Furcal maneja su Mercedes gris por las calles llenas de hoyos en Santiago hasta un gimnasio en el centro de la ciudad, donde un entrenador de su equipo de las Aguilas Cibaeñas le da un masaje, le aplica hielo y calor y pone a Furcal a hacer una serie de ejercicios de flexibilidad y fortalecimiento.

“Siento que estoy volviendo a mi juego. Robar una base, tocar, correr”, dice. “Es duro cuando uno viene de una lesión dura y no puede ni siquiera pararse en el plato. Me siento decepcionado conmigo mismo”.

La mayor parte del tiempo, sin embargo, él sufrió callado. Aunque los entrenadores de los Dodgers y gente cercana como Mariano Duncan sabía que él estaba adolorido, pocos otros, incluso sus compañeros, sabían lo mal que estaba.

Su esposa, Glenny, lo sabía porque el silencio de Furcal decía mucho.

“Cuando él se siente mal, nunca dice nada. Solo se queda callado. Pero al mismo tiempo, sé que él esperaba más y se estaba frustrando”, dice ella, sentada en el penthouse de dos plantas localizado en el piso 11 de un bello edificio.

“El quería hacer mas, pero tenía miedo de decir algo porque entonces podían decirle no era verdad que estaba lastimado”, recuerda Glenny. “Fue muy malo. El llegaba a la casa triste. Cuando Raffy no puede jugar bien, se frustra”.

Entonces Furcal buscó apoyo en su hijo de un año Rafael Jr., y Glenny, una neoyorquina que conoció en su último entrenamiento de primavera con los Bravos.

“No sabía nada de béisbol y todavía no lo sé”, dice. “A veces le pregunto algo a Raffy y él se ríe. Para mi era algo aburrido”.

UN VERDADERO CABALLERO

Pero Furcal se la ganó con dos gestos simples – una llamada sorpresa el día de su cumpleaños y una visita a casa para conocer a sus padres.

“Cuando conocí su familia y vi la forma en que trataba a su mamá, me dije a mi misma que este era un hombre con el que se podía tener una familia”, recuerda.

Y por eso ella fue una de las pocas personas que no se alegró por verlo de nuevo en uniforme esta semana.

“En Los Angeles no tenemos suficiente tiempo juntos. Ahora está jugando aquí y no va a pasar tiempo con su familia”, dice. “Es otro trabajo. Nunca le dije nada, pero estaba triste. Pero si lo necesita y se siente contento con eso, entonces tengo que apoyarlo”.

SUS ORIGENES

Furcal creció cerca de la frontera con Haití en un polvoriento pueblo llamado Loma de Cabrera, donde habitan unas 7,000 personas y cuenta con el río masacre.

El padre de Furcal, Silvio, ganó fama como un buen jardinero izquierdo en una era en la que los scouts de Grandes Ligas ignoraban la República Dominicana. Pero él se equilibró al enviar a sus tres hijos a los Estados Unidos a jugar béisbol.

Manuel, quien murió en un accidente automovilístico hace ocho años, lanzó en las menores con los Marineros de Seattle. Lorenzo, un infielder firmado por el inmortal Juan Marichal, jugó dos años en el sistema de los Atléticos de Oakland hasta que se rompió un brazo, luego una pierna y decidió retirarse.

Rafael, sin embargo, pasó rápido por el sistema de las menores, jugando solo una temporada completa allí, antes de caer en Atlanta y ganar el Novato del Año de la Liga Nacional en el 2000.

“Éramos tres. Uno tenía que llegar a las mayores”, dice Lorenzo con una sonrisa.

Pero casi no sucedió. Aunque Rafael era la última esperanza de la familia en el béisbol, él estaba listo para comenzar a estudiar ingeniería antes que el scout Félix Francisco lo viera en un tryout y lo firmara por US$5,000 con los Bravos.

Furcal solo se quedó con US$2,800 de su bono, pero fue suficiente para comprarle un carro a sus padres.

Cinco años más tarde les compró una casa, y ahora su padre maneja la finca que Furcal compró luego de firmar un contrato de tres años y US$39 millones con los Dodgers hace dos años.

Ese contrato expira luego de esta temporada. Si Furcal, quien cumplió 30 años en octubre, quiere firmar otro tan grande, tendrá que volver a ser tan ofensivo como antes de las lesiones, un jugador que promedió más de 150 juegos, 108 anotadas y casi 33 robos en las cinco temporadas previas.

“No me gusta ponerme esa presión a mi mismo”, dice Furcal cuando le preguntaron sobre su futuro.

Pero eso no quiere decir que no se tome las cosas seriamente. El retorno al juego de Furcal el pasado fin de semana – en el que jugó en segunda y no en el store, fue su primero en béisbol invernal desde que firmó con los Dodgers en el 2005.

“Nos sentimos motivados de que quiera jugar béisbol invernal”, dice Colletti, quien piensa que Furcal podría haberse apresurado a ponerse en forma en las dos últimas primaveras luego de descansar en los inviernos.

Y si puede mantenerse en forma, la esperanza de Furcal es de que podrá jugar más partidos. Con su ex compañero de los Bravos, Andruw Jones, formando parte de la alineación de los Dodgers, Furcal cree que el equipo puede ser mucho más potente.

“Tenemos un tipo que puede pegar 40 jonrones y empujar 100 carreras. Eso es lo que buscamos. Es lo que necesitamos”, dice Furcal, quien ha jugado en la postemporada seis veces en ocho años y nunca fue a la Serie de Campeonato o a la Serie Mundial.

“Es duro para mi porque la Serie Mundial es lo mejor. Todo jugador quiere ir a la Serie Mundial”, dice. “A veces depende mucho de la suerte. Creo que a veces no tengo suerte”.

Pero ya tiene un tobillo sano. Y ese es un buen inicio.

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