El Mundial de Fútbol corre y la gente deja de moverse para observar. El escenario ruso sirve una marejada de emociones y nos revela un guión cambiado.
Entre otras cosas, asistimos extrañados a empates entre equipos entre los que no se distingue una clara superioridad y atónitos ante partidos en los que equipos mejor coordinados, más ágiles, con incluso mayor tiempo de pelota resultaron a favor de equipos con, a veces, un solo jugador talentoso y arriesgado quien supo aprovechar una oportunidad para hacer gol, lo único que cuenta.
Ni hablar de la eliminación de equipos tradicionalmente fuertes e incluso campeones pasados. Estos acontecimientos recuerdan la actual evolución económica.
La compañía General Electric, líder indiscutible en electrónicos, ícono de la era industrial e integrante en 1896 de la lista original del Dow Jones, acaba de ser reemplazada por Walgreens, una red de farmacéuticas ampliadas a incluir bienes de consumo ligeros a precios ligeros. Esto refleja la nueva economía de Estados Unidos que favorece más las compañías financieras, de salud, consumo y tecnología evidenciando un cambio en los modelos de vida y trabajo.
Los servicios, actividades cuyo estudio iniciamos hace tres décadas junto a un consultor de la UNCTAD y proponíamos incluir en la contabilidad nacional como gran novedad, han arrollado al resto de las actividades económicas. Ese potencial se realizó más rápido de lo que nadie pudo prever.
Tampoco se previó cómo la desindustrialización impactaría la estructura social y la ética del trabajo. Y es que los servicios, de tremenda innovación y potenciadores de la productividad, por su facilidad, bajos requerimientos técnicos y alto valor agregado ofrecen amplias oportunidades a los países abundantes en mano de obra barata y mediana preparación; pero pueden obviar la dedicación al estudio, el perfeccionamiento y la identificación laboral (el caso es complejo pues las zonas francas son ‘servicios manufactureros’).
Como síndrome asociado: economías basadas en importaciones para consumo con baja producción y exportaciones.
El resultado puede ser un desarrollo ‘light’, con proveedores de servicios más cercanos a la ignorancia que del conocimiento según la participación en los servicios este más cercano a su creación o reproducción.
En “El Cemento de la Cohesión Social, Cultural” Alemán señalaba que “cuantos han estudiado los casos (de desarrollo) japonés, alemán, chino (emigrantes) y coreano, aceptan por lo menos dos elementos culturales importantes: fuerza motora del nacionalismo, ética de trabajo”.
La economía de los servicios y su provisión en tiempo real a distancia borra fronteras nacionales, incluidos sus conflictos, pero crea un creciente abismo cultural entre los conectados con capacidad financiera, creatividad, conocimiento y el resto. En futbol, basta un buen goleador o portero para lograr el éxito, pero la creación de una economía triunfadora, participativa y orientada hacia el desarrollo integral sostenible dependerá grandemente de la calidad en los modos de producción y la ética de trabajo de sus trabajadores, gerentes e instituciones.