Reinvidico valores como la libertad y la justicia como algo único pues no hay libertad sin justicia, ni justicia sin libertad. Lo hago frente a la preponderancia aplastante del dinero, valor promedio por el que se miden y se valoran las cosas y las gentes. Reivindico la justicia y la libertad, porque reivindico la vida. Reinvidico la humanidad en su sentido más amplio. Reivindico a los humanos y a la naturaleza, que nos acoge y de la que formamos parte
Joan Manuel Serrat.
Hace pocos días llegué a mi cumpleaños 53 (sobre este tema voy a hablar más tarde). A propósito de esa fecha importante de mi existencia, recibí la agradable visita de Alejandro Peña, a quien le llamo uno de mis hijos, definición que él cariñosamente corrige diciendo que es y será siempre mi verdadero hijo, pues los demás son discípulos. Su visita a mi hogar fue para llevarme una hermosa planta de orquídea.
Después de ponernos al día sobre nuestras vidas, hablamos del país. Me dijo: Profe, cuando me gradué tomé la decisión de vivir y de hacer mi vida profesional aquí. Pero la verdad es que cuando uno ve cómo andan las cosas se le quitan las ganas. Tengo dos opciones: vivir para mí, trabajar, hacerme de un futuro económico, no leer la prensa, no enterarme de nada, convertirme en un indolente e irresponsable. El otro camino es ver cómo se puede ayudar al país.
Proseguimos nuestra conversación. Se preguntaba reflexivamente. ¿En quién confiar? En un monólogo sincero en el que yo solo escuchaba, seguía hablando como pensando en voz alta: La gente que una pensaba que era seria, cuando asume una posición, se olvida de todo y piensa en lo suyo. Hacerse es lo principal para ellos. Me puso ejemplos, me dio nombres de gente que está en el gobierno y que con sus acciones han negado con creces todo lo que planteaban. Los principios se han enviado al olvido. Profe, no hay esperanzas en este país.
Mientras hablaba reflexionaba grandemente. He sido maestra por convicción y vocación. En mis clases de historia he sido una abanderada de la ética política. Durante mis intervenciones he sido crítica con la historia y he reivindicado a los verdaderos héroes que han luchado contra su herencia. He dicho ¿cuántas veces? ¡Muchas, muchas veces! que el futuro está en nuestras manos, que debemos asumir el compromiso de la transformación, que la juventud es la esperanza He dicho, he dicho, he tratado de convencer, de abogar por el bien común, por un mañana distinto por una democracia participativa . Cuando lo escuchaba buscaba respuesta y no la encontraba. Me había quedado sin argumentos.La maestra fue subsumida por la ciudadana de mediana edad que ha vivido y que la realidad le ha hecho asumir la conciencia de que la transformación social se presenta a veces como quimera.
La maestra y la historiadora fueron sometidas brutalmente por la ciudadana que camina por las calles y observa con estupor cuánta falta nos hace educación cívica. Es el ama de casa que acude a hacer sus compras hogareñas y contrasta con dolor que la baja inflación oficial no se refleja en los precios de los productos. Es la empleada que debe convivir con mucha gente que busca afanosamente terminar el mes con sus necesidades más o menos satisfechas. La ciudadana es la mujer que creía tener esperanzas sobre el futuro, pero la falta de respuestas reales le lastima y le aterra.
La ciudadana hizo que la historiadora se quedara en su casa analizando el pasado, utilizando los instrumentos históricos que durante más de 25 años ha empleado para escribir libros.
Mientras tanto, la ciudadana comenta con la gente, escucha sus temores, sus quejas, sus insatisfacciones y sus desesperanzas
La dicotomía entre la ciudadana y la historiadora no es problema. Mientras una trabaja con su intelecto, la otra vive sus emociones en su cotidianidad. El problema se presenta con la maestra, porque la maestra debe trabajar con ambas cosas.
La maestra debe encontrar la respuesta adecuada cuando los jóvenes como Alejandro te inquieran y sobre todo cuestionan lo que les has enseñado. ¿Cómo responderle no solo con argumentos racionales, sino con los elementos emotivos del convencimiento, cuando hay un profundo cuestionamiento interno sobre la incertidumbre del futuro? No tengo respuesta.
Cuando Alejandro se despidió, me quedé pensando. Busqué algunas de mis notas y de mis libros para ver si encontraba respuesta a su profunda crítica, a nosotros los adultos, los que le hemos construido esta sociedad que se rinde a los pies de los que tienen el poder. Una sociedad que hemos construido defendiendo los contravalores del TENER, del POSEER, de la APARIENCIA, de la perversión en todos los ámbitos. No supe qué decirle, y todavía hoy no sé qué decirle.
Quizás porque todavía, en medio de la desesperanza, sigo buscando inspiración, recurrí a las palabras de Joan Manuel Serrat, el poeta de la canción: La historia está llena de hombres que mucho han contribuido en este u otro aspecto de la vida y que no han recibido a cambio más que el desprecio y la ingratitud de sus contemporáneos.