Futuro médico-forense

Futuro médico-forense

SERGIO SARITA VALDEZ
La cosmovisión de cada individuo varía dependiendo de una serie de factores que van desde lo biológico, sociológico-cultural, psicológico y filosófico. Hay personas para quienes la vida se nos asemeja a un continuo transitar a través de una senda tortuosa con tramos elevados y bajadas peligrosas. En ocasiones nos parece que marchamos hacia atrás, sin embargo, eso es todo un espejismo, los procesos se inician y siguen en una indetenible marcha hacia delante, cual vehículo de transmisión manual, sin reversa, en el que se usa el embrague para adaptar la fuerza del motor a la velocidad apropiada.

Por eso se habla de una primera posición de arranque, desde la cual se pasa a la segunda, continuando con la tercera, y, si las condiciones del manejo lo permiten, acelerar para ponerlo en cuarta hasta llegar a una quinta categoría de rodaje.?

La analogía del vehículo de motor nos viene como anillo al dedo para ilustrar el tema que nos proponemos dilucidar en esta ocasión. Recordemos que un automóvil es una máquina compleja, lo que implica la presencia de múltiples partes previamente diseñadas y experimentadas, tales como el acumulador o batería, las bujías, el motor de arranque, el sistema de inyección de combustible, la caja de cambios, ruedas, frenos y el motor propiamente dicho. A ningún ingeniero le vendría a la mente inventar un auto sin contar con los aditamentos mencionados.

Nuestra sociedad está dando sus primeros pasos en todo lo que significa la práctica médico-forense. Tan atrasado es ese ejercicio que a la altura del año 2005, en pleno siglo XXI en la República Dominicana no se cuenta con sierras eléctricas para abrir los cráneos de los muertos; esto hay que llevarlo a cabo con seguetas de ferretería. No tenemos aspiradores para absorber la sangre y otros líquidos que emanan de los cuerpos sin vida durante la disección. Tampoco se cuenta con aparatos de rayos equis para ubicar los proyectiles de armas de fuego en los difuntos baleados.

Si el cuerpo sin vida de un cristiano es encontrado en estado de descomposición la nación dominicana no cuenta con un sitio amplio y adecuadamente refrigerado para realizar dicha autopsia. Hay que hacerla en el lugar de los hechos; de lo contrario, hay que mover el fallecido a un cementerio y practicar allí el experticio. La sede principal de Patología Forense cuenta con una nevera en donde a duras penas caben cuatro víctimas mortales, por lo que, tal y como acontece con suma frecuencia, si nos llegan siete, ocho o nueve casos, de seguro que entre tres y cinco cuerpos van a permanecer fuera de refrigeración con el consiguiente peligro de una putrefacción acelerada inmediata.

En la sede de Santiago ni siquiera tienen morgue por lo que utilizan la del hospital Cabral y Báez. En San Pedro de Macorís y Azua usan las morgues de los respectivos hospitales provinciales. Allí las precariedades son todavía mayores. Una necropsia medicolegal debe ser un estudio cadavérico completo, lo que implica un mínimo de estudios básicos de toxicología.

Tenemos copias de las comunicaciones y los documentos que avalan nuestro empeño, diligencias, solicitudes reiterativas en pos de obtener los equipos, materiales, terreno, edificio y demás recursos para una labor competente, moderna, ágil y digna en el ámbito médico-forense. En los archivos de la Procuraduría General de la República y de la Secretaría de Salud Pública y Asistencia, así como en Bienes Nacionales deben descansar los originales de los documentos sometidos.

El decreto que crea el Instituto Nacional de Patología Forense es muy preciso en cuanto a las responsabilidades compartidas entre la Procuraduría General de la República y la Secretaría de Estado de Salud Pública y Asistencia Social. En nuestra condición de Subsecretario de Salud encargado de Medicina Forense, designado por el honorable Señor Presidente de la República doctor Leonel Fernández Reyna, compañero a quien agradecemos profundamente el nombramiento con que nos ha honrado, reiteramos que no vamos a morir en la mentira, tal y cual lo dijera nuestro inolvidable maestro Don Juan Bosch por allá en el año 1968.

Quien tenga oídos que oiga, quien tenga ojos que vea para que la razón de la lógica inunde su pensamiento y su corazón. Estamos a punto de ver nacer un aparentemente lujoso automóvil con un atractivo nombre. Se trata de un elefante blanco, puesto que ni tiene ruedas, ni sistema de ignición y solo cuenta con un diminuto sistema de inyección. Aún así piensa correr por la autovía de la modernidad a la par con la capital del mundo desarrollado.

Brindemos por un futuro brillante y halagüeño para la medicina forense. Es lo que todos deseamos. Mientras tanto, ayúdennos a autopsiar los muertos podridos y a guardar en neveras los aún no descompuestos. Elevemos una plegaria al Todopoderoso para que nos libre de otra tragedia como la de Jimaní y ojalá que nunca caiga sobre el territorio dominicano un avión con centenares de pasajeros porque entonces sí que la puerca retorcerá el rabo en materia medicolegal.

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