Arlington, EE.UU. EFE.
A Donald Trump le parece que “arancel” es la palabra “más bonita” del diccionario, pero a los pequeños comerciantes de Estados Unidos la mera mención de esa medida les hiela la sangre- temen que la nueva oleada de gravámenes dispare los precios y ahogue sus ventas.
El sector del automóvil es uno de los más castigados. Los coches, camiones ligeros y autopartes importados por EE.UU. afrontan un arancel del 25 %, y entre los trabajadores cunde el pánico por las posibles consecuencias.
Loukas Michael, gerente de un concesionario de vehículos de segunda mano en la localidad de Arlington (Virginia), explica a EFE con angustia que está convencido de que cada vez va a poder obtener menos beneficio de sus ventas.
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“Los precios de los coches de reventa están aumentando mucho. Va a ser muy difícil porque vamos a ver cómo aumenta la demanda, pero no vamos a tener dinero para comprar”, vaticina. Sabe que los vehículos que tiene ahora en su concesionario los va a poder vender por “un buen precio”, pero sospecha que el incremento del valor de los reutilizados va a ser tan grande que no podrá comercializarlos como lo hacía hasta ahora.
“Todo está muy caro y va a estarlo más”, lamenta con rabia Michael desde su pequeño despacho. Fuera, en la calle, se acumula uno al lado del otro su flota de coches, que incluye automóviles de fabricación estadounidense como Ford y Jeep, alemanes como BMW y Volkswagen.