Gabriela Montero en un recital inolvidable

Gabriela Montero en un recital inolvidable

El Festival Musical de Santo Domingo, presentó en su segunda entrega en el Teatro Nacional, a la destacada pianista venezolana Gabriela Montero.
El piano en solitario, en un escenario sin artilugios, recibe a la intérprete, se produce el sortilegio, emana la música, en una relación entrañable entre compositor e intérprete. No hay nada más, no hay espacio para subterfugios, sólo hay arte, arte musical en su más excelsa y sublime expresión, que brota de las manos de Gabriela Montero.
El recital empieza con Los Cuatro Impromptus Op.90 de Franz Schubert, de estilo romántico, por su estructura libre, tiene el efecto de una improvisación. Asumidos con pasión por la intérprete, el primer Impromptus en Do menor, inicia con una melodía nostálgica, sentimiento que se intensifica, al ésta reiterarse. En el segundo Impromptu en Mi bemol mayor, aparece una especie de vals. El tercero en Sol bemol mayor, es un cántico lento, rítmico. En el cuarto en La bemol mayor, aparece una apasionada proclama, especie de protesta, luego la melodía se torna tierna, trae paz. El espíritu, el carácter de Gabriela Montero se identifica plenamente con este movimiento.
Tras recibir una prolongada ovación, interpreta veinte episodios del Carnaval, Op.9, de Robert Schumann. Más que la descripción de la fiesta, el autor relata recuerdos de su vida. El “Preámbulo” es el escenario, cada motivo es una escena, un recuerdo, “Pierrot y Arlequín” personajes de la Comedia del Arte, representan el disfraz de su Carnaval imaginario… los recuerdos se suceden en veinte piezas cortas que en su mixtura, ofrecen a la intérprete la posibilidad de comunicar, de recrear con gran musicalidad imaginativa, los diferentes matices de cada tema. Gabriela Montero es una pianista con una técnica depurada, pero esto es solo un medio, el fin es crear la belleza del todo, la poética musical, lo que logra plenamente en cada una de sus magistrales interpretaciones, dejándonos a todos impresionados.
Pero la noche nos tenía reservada muchas sorpresas. Tras el intermedio, confirmamos la fama que le precedía, la de ser una imaginativa exponente de “El Arte de la improvisación”, pero antes, Gabriela Montero nos sorprende y fiel al postulado de Lorca de que “Todo artista debe ser espejo de su tiempo”, se dirige al público, muestra su gran preocupación por todo el acontecer de su patria, Venezuela, y se erige en una voz que se levanta al mundo para denunciar tanta ignominia, y clama solidaridad para su pueblo, entonces desde su tribuna idónea: la música, con gran sentimiento dedica una triste melodía a la tierra lejana. Luego el canto patrio, es entonado por un apreciable número de compatriotas que se encontraban en la platea.
Gabriela Montero entabla un diálogo con el público y le pide un tema dominicano, para improvisar, como era de esperarse, algunos entonaron las primeras notas del merengue de Luis Alberti, “Compadre Pedro Juan”, que por cierto ella no conocía. Tan pronto las escuchó, fue desarrollando melodías y acordes al estilo romántico, que transformó nuestro merengue insigne, en una especie de rapsodia. La otra petición de la audiencia fue el famoso tema de Juan Luis Guerra, “Ojalá que llueva café”, logrando una interpretación magistral improvisada. El público puesto de pie aplaudió a la gran artista, consciente de que había asistido a un recital memorable, difícil de olvidar, una página brillante en la historia del Festival Musical de Santo Domingo en su edición 2017.

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