Gala de Ganadores Van Cliburn una noche excepcional

Gala de Ganadores Van Cliburn una noche excepcional

Gran expectativa había generado la presentación en el Teatro Nacional, la VII Gala de Ganadores del Concurso de piano Van Cliburn, pues participarían los ganadores de las medallas de oro, plata y bronce, acompañados por la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección del maestro José Antonio Molina.
Por la excelencia de los participantes, las galas se han convertido en un hito en la historia musical de nuestro país y, como en ocasiones anteriores, esta fue presentada gracias a la Fundación Sinfonía y a la Fundación E. León Jimenes.
Inició la Gala con el Concierto No. 1 en mi menor, Op. 11, de Frédéric Chopin, a cargo del ganador de medalla de bronce, Daniel Hsu. Este concierto, considerado uno de los más importantes para piano, por su hermosura y lirismo, significa por su complejidad un reto para cualquier pianista. En el primer movimiento, “Allegro maestoso”, la orquesta expone los temas fundamentales y contrastantes, luego el piano inicia, desarrolla los temas con bellísimos ornamentos.

Daniel Hsu supera las dificultades que entraña este primer movimiento, tenemos la certeza de estar frente a un verdadero dotado, y esto era solo el principio.
El segundo movimiento “Romanza” es un “Larghetto” poético, las cuerdas trascienden, la orquestación simple, subraya los momentos de gran expresividad en apoyo del solista, el piano toma el protagonismo, y Daneil Hsu, sobrio, equilibrado, consigue ese matiz melancólico tan genuino de Chopin, trasciende su musicalidad.
El tercer movimiento “Rondo vivace” contrasta con el anterior, por su carácter alegre, juvenil, evoca una danza -“Karakoviac”- de ritmo impetuoso; la depurada técnica de Daniel Hsu, le permite abordar los pasajes de virtuosismo con fuerza, plasticidad y brío, logrando transmitir todo el lirismo musical, de Chopin.
El maestro Molina logra la armonía perfecta entre orquesta y solista. Los primeros aplausos de la noche, se escucharon intensos, prolongados, en reconocimiento al destacado pianista Daniel Hsu.
El programa continuó con “Rhapsody in Blue” del compositor norteamericano George Gershwin, teniendo como solista al ganador de medalla de plata, Kenny Broberg.

El célebre y melancólico “glissando” del clarinete –Jorge de Jesús Torres Sosa– da inicio a la famosa composición. Los metales se unen, luego el piano entra, repite la melodía, siguen las cuerdas, el solista logra un sonido espectacular, la atmósfera se impregna del nostálgico “blue”.
En esta su obra emblemática, Gershwin mezcla las técnicas un tanto improvisatorias típicas del jazz, con otras más formales, llevando a este género musical melancólico, originario del sur de los Estados Unidos a ser considerado “música seria”. El piano a veces acompaña, pero es el gran protagonista de la noche.
Kenny Broberg da una frenética demostración de sensibilidad, habilidad y limpieza en los pasajes virtuosísticos, y especialmente en los improvisados típicos del jazz. Finalmente se repite el tema inicial, el piano lo cubre todo, Kenny Broberg es el gran protagonista, finaliza la rapsodia.

La Sinfónica logró los diferentes matices, con el lucimiento de los metales; Molina pautó el ritmo preciso, la fusión de jazz, blue y rag hace de esta pieza una obra excepcional.
La gran noche musical cerró con la participación del ganador de medalla de oro, el coreano Yekwon Sunwoo, que interpretaría el Concierto núm. 2 en do menor de Sergei Rachmaninov.
El primer movimiento “Moderato” de grandes proporciones y enormes acordes, va aumentando en fuerza y suspenso hasta llegar a un majestuoso tema de incomparable belleza melódica, el solista aborda con sensibilidad todo el primer movimiento.

En el “Adagio Sostenuto” tras la exposición de las cuerdas, el piano inicia con una gama de timbres y sonoridades en sintonía perfecta con la orquesta.
El tercer movimiento “Allegro scherzando” es brillante, el tema recurrente nos envuelve, el diálogo orquesta-solista es fascinante. Yekwon Sunwood mostró dominio absoluto del teclado, abordando los pasajes rápidos y enérgicos de forma natural, prueba de su ilimitado virtuosismo, lo que lo llevó sin duda a ser merecedor de la medalla de oro.

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