La danza vive en la ejecución de los bailarines, danza y bailarín son uno solo no hay separación. Los bailarines juegan con los matices, la danza crece, se hace más profunda, más sentida. Exquisitamente transmitida, envuelve con su mágico movimiento al espectador, que como parte de la vida de la danza, vibra al conjuro que proyectan las estrellas que se dieron cita en el escenario del Teatro Nacional, convocadas por Mónika Despradel en esta Segunda Gala Mundial, a beneficio de la Fundación Nido de Ángeles.
En estas galas en la que confluyen bailarines internacionales de diferentes compañías, hay un elemento esencial que le da sustancia y un singular atractivo. Es la posibilidad de apreciar el estilo que caracteriza a los participantes, esa forma cualitativa y recurrente de moverse que los identifica, más allá del propio estilo de la danza.
El atractivo. Michelle Jiménez es, sin duda, el gran atractivo de esta segunda gala. No por ser dominicana, sino por su talento, por ese estilo que ha sabido modelar con el tiempo, que la identifica y la ha colocado como nuestra gran primera ballerina internacional.
El dueto interpretado junto al bailarín eslovaco Josef Varga es un hermosísimo pas de deux inspirado en los amores trágicos de Tristán e Isolda, antigua leyenda celta, inmortalizada en la ópera homónima de Richard Wagner.
Duet, coreografía de Wayne Eagling, es un canto supremo de amor, cuyo cumplimiento solo puede encontrarse en la muerte, en la nada.
Los bailarines expresan con pasión el espíritu de aquel amor tormentoso.
Invitados cubanos. El Ballet Clásico Cubano de Miami se hizo presente con tres entregas.
El pas de trois de la Bayadera, interpretado por Jordan Elizabeth Long, Kaleena Burks y Emily Ellis, logra la esencia del estilo.
En el Corsario pas de deux, la pareja Grace-Ann Powers y Ernesto Boada alcanza en las variaciones cierta dosis de virtuosismo.
La bailarina Kaleena Burks interpreta el corto coreográfico de Fokine La muerte del cisne, sugiriendo con un mórbido port de bras el movimiento de las alas, sin embargo su interpretación está desprovista de dramatismo.
Eslovenia. Del Ballet Nacional de Eslovenia, Wieslaw Dudek y Nadia Yanowski, interpretan Mozart pas de deux, coreografía de Uwe Scholz.
Los hermosos diseños de la danza son bellamente ejecutados por esta pareja excelente que se complementa, proyectando a través de una técnica depurada la emotividad del dueto.
Londres. Los bailarines David Makhateli y Natalia Kremen del Royal Ballet de Londres, logran el momento lírico más sublime de la noche, al ejecutar el encuentro en la escena del balcón del famoso ballet Romeo y Julieta, recreado por una fina coreografía de MacMillan.
Berlín. El ballet de la Ópera de Berlín trajo una coreografía de Benvindo Fonseca titulada La casa de Bernarda Alba, que a no ser una parodia humorística, nada tiene que ver con el drama de Lorca.
De todas formas, podríamos pensar en los amores ocultos de Pepe El Romano y Adela. Independiente del drama, la respuesta coreográfica es formidable.
Soraya Bruno y Martin Buczko, de excelentes condiciones y gran talento interpretativo, logran una danza deliciosamente hilarante.
Polonia. Otro gran momento cargado de humor es producido por el bailarín Marcin Krajewski, del Ballet Nacional de Polonia, al interpretar el solo Le Bourgeois (el burgés) de Van Cauwenberge.
Virtuosismo y teatralidad confluyen en ese bailarín, que hace con su danza las delicias del público que no llenó la platea, pero disfrutó de una noche exquisita de danza.
Las claves
1. Grandiosa
La excelente bailarina Michelle Jiménez ejecutó una formidable pieza que llenó de amor y ternura la Sala Principal del Teatro Nacional Eduardo Brito.
2. Acompañada
Junto al bailarín eslovaco Josef Varga presentó una pieza inspirada en los amores trágicos de Tristán e Isolda.
3. Los anfitriones
El Ballet Clásico Nacional -cada vez menos clásico- interpretó una coreografía moderna de Thaddeus Davis.
Los bailarines mostraron buen desempeño.