Con el aval del Colegio Dominicano de Periodistas, la Secretaría de Cultura seleccionó el 27 de abril último, veteranísimo de un catálogo de noticias voluminoso que es Radhamés Virgilio Gómez Pepín, Premio Nacional de Periodismo 2009.

Es una pizca de reconocimiento a su valía como profesional entregado por 57 años a los menesteres de la educación sin que un dedo acusador ni una voz altisonante lo señalase pifiando ni siquiera una vez en el ámbito semoviente de la ética, la profesionalidad vertical, el cazador, analizador e interpretador de la noticia precisa, la mejor del momento, con escasas postas de asueto.

Cuando este servidor contaba con apenas 16 años, confié a mis padres mi propósito de imitar a Radhamés en La Información en 1952.

Luego Radhamés fue conquistado por Rafael Herrera, que en ese entonces era jefe de redacción de El Caribe, percibiendo el manejo diestro de Radhamés con las noticias que redactaba para el diario santiaguense de don Luis Franco Olavarrieta.

La motivación primigenia del suscrito con Radhamés proviene de que era básiga de dos primos-hermanos que convivíamos con nuestros abuelos frente a la residencia de los padres de Radhamés, don Ramón y Doña Ana, en la entonces avenida generalísimo Trujillo, hoy Hermanas Mirabal.

Durante una travesía de medio siglo, he gardeado a Radhamés en su ajetreo constante por informar, aunque a veces lo pierdo y vuelvo a ratos a cobijarme bajo su palio de experiencias y anécdotas riquísimas, en su historial uncido al periodismo y su sagrada e irrenunciable misión de informar la verdad.

Fue director del desaparecido diario El Sol, la también desaparecida revista Ahora y 20 años dirigiendo el único vespertino del país, El Nacional. Es un paradigma como periodista veraz e intransigente con la ética.