¡Ganamos, ganamos!

¡Ganamos, ganamos!

Con motivo de las elecciones venezolanas, recibí un correo desde Alemania recordando un acontecimiento ocurrido hace bastante tiempo, que retrata de cuerpo entero a determinadas personas del quehacer latinoamericano y caribeño, pero resultó tan extraño o simpático para un ciudadano alemán, que todavía lo recuerda.

Sucedió en diciembre de 1978, el día en que se celebraban las elecciones presidenciales en las que los candidatos con mayores posibilidades eran: Piñerúa Ordáz por el partido Acción Democrática, quien contaba con el apoyo de Don Rómulo Betancourt; y Luis Herrera Campins por el partido COPEI, apoyado por Rafael Caldera.

En mi condición, en ese entonces, de Secretario General del desaparecido Partido Revolucionario Social Cristiano, fui invitado por los copeyanos, y coincidió que en el mismo hotel también se alojaba el amigo Fortunato Canaán, que estaba vinculado a una empresa petrolera bastante conocida en la época.

El caso es que, Francisco Mikuski, presidente de Petrolera Mercedes y socio de Fortunato en Venezuela, contaba, como muchos empresarios, con personas que saben moverse en todas las áreas, especialmente empresariales y políticas. Con astucia suficiente para relacionarse con el mundo de las cúpulas y también con gente de los medios de comunicación y organismos de decisión, a quienes algunos venezolanos denominaban “ejecutivos inorgánicos” porque se las ingeniaban para lograr alguna designación sonora en el sector empresarial, y también “lobistas”.

El enviado especial a que hace referencia esta anécdota, había estado vinculado al mundo diplomático y financiero de Venezuela, con mucha facilidad para penetrar cualquier sector de forma increíble. En tal virtud, tenía la encomienda de indagar lo que acontecía en torno a las elecciones e informar a Mikuski, ya que era importante para un empresario, sobre todo en el área de la minería petrolera, saber por dónde se inclinaba la balanza política.

Dicha persona se identificaba con el candidato de Acción Democrática y decía que era amigo personal de Piñerúa Ordáz y parte de su equipo de campaña, o sea, que en caso de ganar, se les facilitarían más las cosas a quien le hacía esas labores especiales.

Ya entrada la noche, cuando comenzaban a deslizarse informaciones en los diferentes comandos de campaña, dicho enviado especial llamó telefónicamente a Mikuski y le dijo: ¡¡GANAMOS, GANAMOS!! Pero éste le preguntó que a quién se refería, porque estaban circulando noticias de que había ganado Luis Herrera, y el repitió: Sí, sí, ganamos, ganamos. Aquí estoy con el dominicano amigo de Fortunato, en la casa de Luis Herrera Campins.

Así sucedió. Ese señor, cuyo nombre no creo necesario mencionar, se movía en todas las aguas. Con el gobierno y con la oposición. Tratando de vincularse con quienes a su juicio tenían informaciones o conexiones, para luego llevarlas al que en definitiva lo proveía de las logísticas necesarias para cubrir sus actividades sociales.

Fortunato trató de hacerle entender a su socio que el enviado no estaba, ni con los adecos ni con los copeyanos, sino con él mismo. Buscándosela a como diera lugar, porque esa era y sigue siendo la misión de este tipo de personaje.

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