«No hay mal que por bien no venga”, así reza un dicho popular. Ese refrán encuentra su aplicación oportuna correcta desde el momento en que nos detenemos a repasar todo lo acontecido emocional, social y laboralmente a partir del día de 11 de marzo de 2020. Fue esta la fecha en que la Organización Mundial de Salud declaró pandemia la propagación desde la República Popular China del virus de la COVID 19. De repente sonó la alarma sanitaria global y bruscamente las actividades económicas, deportivas, culturales y educativas se vieron trastornadas. Una especie de shock sacudió al mundo. Mucha gente quedó aturdida y sin un plan previsto.
Empezaron a registrarse los decesos masivos de envejecientes en Italia y en Nueva York lo que provocó un enorme impacto en todos los continentes.
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Las escuelas, universidades y demás centros superiores educativos fueron cerrados. La actividad docente de postgrado se vio seriamente afectada. Fue entonces cuando tomó mayor crédito y vigor la metodología subdesarrollada pero vigente por décadas, me refiero a la docencia virtual por Internet. Este servidor llevaba tiempo impartiendo cursos virtuales de Medicina Forense en la Escuela Nacional de la Judicatura. Siendo fundador de las Residencias Médicas dominicanas de Patología y de Medicina Forense, me sorprendió la pandemia en los cargos voluntarios de Coordinador de Patología y de Docente en Medicina Forense. Inauguramos la plataforma Zoom en el quehacer diario educativo de la enseñanza médica de posgrado dominicana. Ni una sola hora, ni un solo día dejamos sin llevar el pan de la enseñanza a las mentes jóvenes de los hoy centenares de especialistas dominicanos de la Patología y la Medicina Forense criolla.
La pandemia no impidió que se llevaran a cabo las autopsias medicolegales y clínicas, así como su análisis, interpretación y reporte correspondientes. Muchos son los héroes y heroínas anónimas que de modo asiduo y persistente han mantenido y mantienen su compromiso con el fortalecimiento y continuo desarrollo de la Anatomía Patológica y de las Ciencias Forenses en el país. Ya ni las distancias, ni los días, ni las horas son impedimento para que nos conectemos y disfrutar el nutriente manjar del aprendizaje en línea. Cursos, talleres y conferencias se imparten y comparten, todo ello gracias a la internet y la coyuntura existencial en que nos colocó de golpe y porrazo la COVID 19 ahora convertida en endemia.
Algunos cuestionarán las razones para consumir “tinta y papel” narrando estos capítulos de la historia sanitaria docente de postgrado en la República Dominicana. Los motivos radican en que la memoria sin registro corre el peligro de extinguirse o deformarse. Un pueblo sin historia es vulnerable y puede fácilmente ser conducido a la falsa creencia de que somos una nación de ignorantes carente del recurso más valioso con que cuenta un país, me refiero al recurso humano. La patria de Duarte cuenta ya con centenares de médicos patólogos y de médicos forenses creados y desarrollados en su tierra. Ellos son testigos diarios de las fortalezas y debilidades del ejercicio de la medicina quisqueyana. Conocen de las endémicas carencias y de las limitantes que en su diario quehacer deben enfrentar. Sin espacio para el desaliento y sí muchas razones para seguir luchando por el bienestar de la nación.