El impacto de la guerra de tarifas Trump-Xi Jinping en las economías de la región, estoy seguro fue uno de los temas que concentró la atención de los presentes en la XVI Conferencia Regional del FMI celebrada en Punta Cana la semana pasada.
El organismo internacional tiene computado que el crecimiento en el 90 % de los países del mundo este año estará por debajo al de 2018. Que en 2020 la economía global perderá 700 mil millones de dólares, con la alerta de que si los dos líderes no llegan a un acuerdo creíble y duradero el pleito comercial podría lastrar la economía global durante una generación.
Historiadores de las memorias dirían que lamentablemente el proteccionismo de Trump imita al del Republicano Herbert Hoover, en 1930 promulgó la Ley Hawley-Smoot para aplicar fuertes aranceles a más de 20.000 productos industriales y agrícolas lo que, junto a la política monetaria equivocada de la Reserva Federal, originó la Gran Depresión que duró más de diez años.
Y yo reflexiono, si la acción-reacción Trump-Xi Jinping hasta el momento no ha causado daños a nuestra economía comparables con los de la región, se debe a las políticas monetarias precautorias de nuestro Banco Central, ha actuado en solitario ante la ausencia de política fiscal, por la limitada presión tributaria ha carecido de margen, en los últimos años ha promediado alrededor de 15 % del PIB, cuando la media de la región es de 22 %.
Y porque no hemos sido precavidos haciendo reservas presupuestarias, de los ingresos tributarios se debió ahorrar para después, es decir, para implementar medidas anti-cíclicas que contrarresten incertidumbres externas que no controlamos como las que generan el pleito Trump-Xi Jinping.
No obstante la advertencia del FMI sobre la potencial pérdida de producto durante años, lo que se traduciría en aumento de la pobreza, no es un tema en la agenda de nuestros políticos. Cuando es el momento para citar políticas concretas con objetivos definidos, por ejemplo, cómo ganar cuota de exportación de mercancías para aumentar el flujo de divisas, conociendo nuestra realidad estructural, que respecto al PIB las exportaciones han permanecido estancadas alrededor de 12 % en los últimos ocho años, aunque las nacionales avanzaron solo seis décimas, las de las zonas francas decrecieron. Y como las exportaciones de servicios pasaron de 5.3 % a 6.9 % del PIB, en conjunto nuestro sector exterior ganó solo 1.6 puntos porcentuales del producto.
Aumentar las exportaciones de mercancías es uno de los retos de la política pública, en términos reales deben crecer mucho más que las importaciones, para que sea positivo el aporte del sector exterior neto al crecimiento del PIB. Porque bajo la actual incertidumbre externa es la única manera de preservar el avance sostenido de la economía de los últimos años.
Las cosas deben llamarse por su nombre, además, hay que explicar cómo, en el mediano plazo, recomponer el crecimiento para reducir el peso de la demanda nacional y aumentar relativamente más el del sector exterior neto. El político que lo asuma tiene ganancias adicionales, porque equivale a plantear políticas concretas para incrementar las exportaciones de bienes agropecuarios y manufactureros, el empleo formal, fortalecer la balanza de pagos, reducir la desigualdad y el endeudamiento frente al exterior.