Ganarse el respeto de la gente 

Ganarse el respeto de la gente 

MARTHA PÉREZ
El respeto está muy relacionado con la autoridad y la moralidad; y los seres humanos, sobre todo aquellos que se dedican o se destacan en una actividad relevante, viven empeñados en ganarse el respeto de la gente. Pero el respeto viene de la moral, la equidad, el conocimiento, la solidaridad, el amor, la paz. Y para ganarse, primero debe practicarse.

Kant se concentró en demostrar que la razón ofrece una mejor base para la moralidad que la autoridad externa tradicional. Otros filósofos consideran que en la sociedad moderna, transaccional, se ha puesto en entredicho la razón para alcanzar alguna clase de moralidad. Y en nuestro mundo de hoy, aunque impactado de diversas formas por acontecimientos que denotan la ausencia de lo ético y moral, se evidencia la preocupación por el tipo de orientación moral que necesita la sociedad global.

El respeto de la gente puede ganarse de muchas maneras, aunque existe una sola manera de merecerlo. Una persona exitosa en cualquier ámbito merece respeto, una persona con autoridad también merece respeto; pero el éxito, en nuestra sociedad moderna, está muy vinculado al valor del dinero, por lo que le asigna al éxito un concepto intrínsecamente desvirtuado. Aunque los exitosos de esta manera sientan poseer una gran virtud. Es por eso que los valores sociales y los preceptos morales están hoy tan en duda. Y aquel que tiene limitaciones de cualquier tipo para situarse en ese estandarte del éxito incurre, entonces, en acciones inmorales, que aclaro, no están sólo vinculadas al dinero.

De esta manera, la dinámica cotidiana va configurando un modo de ser y hacer que matiza enfáticamente nuestra visión del mundo y nos vuelve inseguros en el mirar lejano hacia nuestras expectativas, sintiendo el efecto del retroceso en el avance agigantado de una sociedad que quiere crecer, fortalecerse y llegar donde merece estar para poder seguir y colocarse en la escala global sin mayores tachaduras.

Se verifican acontecimientos que marcan huellas cuestionables y avergonzantes, sobre todo, cuando involucran actores políticos y sociales que deben ser ejemplos de autoridad y de valores; situaciones que cambian el entusiasmo de la gente, le quitan la esperanza y la ilusión; y la vuelven desconfiadas e indiferentes en el momento más oportuno y conveniente para retomar el camino hacia la ruta moral que necesitamos que permita seguir creciendo en un desarrollo integral.

Este tipo de actores anda perdido en su sentido del deber y responsabilidad. Acostumbra a autoproclamarse con determinadas virtudes, con auténticos valores sociales, y no se da cuenta que estos valores, aunque pueden ser interiorizados, no pertenecen al individuo, para sí, están vinculados y arraigados en el entorno al que pertenece o en el que se desempeña (su comunidad, espacio laboral, académico, etc.). Cuando el sentido de la moralidad y los valores sociales se concibe de manera distinta, los actores se vuelven inestables, irresponsables, y por tanto, cuestionados y rechazados por la gente. Son precisamente éstos los que exigen mayor respeto.

La sociedad dominicana está ante un gran espejo que muestra estas tristes imágenes, pese a que entre la gran diversidad de actores que están frente a él, los hay muy populares, calificados e incuestionables, pero estamos ante una realidad infalible y la realidad siempre es más compleja que la interpretación que de ella podamos tener. La interioridad de las personas (los actores) generalmente es la operación matemática entre lo que son, lo que dicen ser, lo que deben ser y lo que parecen. Las imágenes que a diario vemos nos colocan en cierta disyuntiva, sobre todo, cuando muestran lo que no esperamos o lo que no creemos que reproducimos en el efecto cóncavo y convexo de un espejo. ¿Qué está pasando, con ciertas actitudes de políticos y/o servidores públicos, académicos, religiosos, familias y otros actores? ¿Hacia dónde pretendemos conducir la sociedad? ¿A quiénes queremos dañar o hacer fracasar? ¿Acaso no sabemos que el país es de todos-as? ¿Qué significa cuando decimos «nosotros»?

El Estado dominicano puede estar siendo conducido por el mejor camino, con la mejor de las intenciones, pero las actitudes de ciertos actores de los propios colaboradores del gobierno hacen parecer otra cosa. Tirándole la toalla a una oposición al acecho del menor «descuido». ¡Alerta, Presidente! Que nadie empañe la mística de su política y su respeto. Es necesario retomar e iniciar la reconstrucción de la moralidad y de los valores sociales, de forma decidida y reflexiva, haciendo uso de la razón, de la verdad, del sentido honesto y positivo de la autoridad incondicional, a fin de evitar obstáculos asociados al individualismo, a la búsqueda de notoriedad, a imperativos irracionales que cuestionan la moral de las demás personas y/o de instituciones, y decidir construir el espacio del respeto que permita encausar decisiones y acciones relevantes coherentes con el tipo de sociedad que necesitamos. Haciéndolo así, se gana el respeto de la gente. Y sobre todo, el que uno se merece.

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