Ganó Bashar al–Asad?

Ganó Bashar al–Asad?

Cuando en el principal centro de concentración yihadista, situado en el corazón de Bélgica se establecían las coordenadas del brutal ataque a París, nadie en su sano juicio podía sospechar que 129 muertos servirían de argumento esencial para un reordenamiento de la comunidad internacional respecto al drama sirio y el respiro político de Bashar al Asad.

Molenbeek jamás será el barrio musulmán por excelencia que, en seis kilómetros cuadrados, concentra el mayor número de mezquitas en todo Bruselas. Y en el orden de las libertades individuales, los europeos cambiarán toda clase de conculcación de derechos a cambio de seguridad. Además, esa noción de un yihadismo promovido en los 70 como estrategia de Sadat para limitar el crecimiento de las izquierdas en toda la región debe ser repensado ante el inusitado entusiasmo de voluntarios fascinados por la idea de imponer un Estado Islámico.

Desde el 2011 los ataques contra Siria no cesan. Bashar al Asad resiste por la solidaridad rusa y el presidente Vladimir Putin que, obedeciendo al interés de constituirse en el real contrapeso de un mundo estructuralmente unipolar después de la guerra fría sabe que la coalición necesita la presencia de su arsenal militar, pero a cambio demandará que se priorice liquidar al ISIS dándole un respaldo a su protegido en esa zona del medio oriente.

Occidente sospecha del presidente ruso, el problema es que su incorporación se torna necesaria debido a los antecedentes que éste exhibe alrededor del combate al terrorismo: sus simpatías alcanzaron niveles de heroicidad cuando en 1999 combatiendo en Chechenia señaló que los “ubicaría hasta en los baños”. Por eso, en el marco del avance del ISIS y su control en toda la parte norte de Siria, Bashar al Asad encontró el padrino perfecto para mantenerse en el poder y contribuir al fortalecimiento de un liderazgo mundial como el de Vladimir Putin.

El Estado Islámico en su interés de edificar un califato de naturaleza universal apuesta a un ejército de creyentes ascendientes a 1,500 millones que, pierden de rumbo un nuevo orden, incompatible con las valoraciones del Corán y los niveles de violencia que serán en definitiva la causa capaz de unificar a todos contra ISIS. Esos voluntarios yihadistas no guardan relación con la esencia purificadora y las prédicas de Mahoma porque los reclutados han hecho de Raqa el santuario de sus excesos y las prisiones europeas centros de acumulación de odios para las acciones de sangre que han estremecido a gran parte de la humanidad.

Con el ISIS y su líder, se repite la misma historia de Bin Laden porque, en ambos casos, pasaron de la colaboración a la enemistad extrema. A la figura esencial de Al Qaeda lo transformó la invasión a Kuwait y la permanencia de tropas estadounidenses en esa patria. Antes, en 1979, había sido un pieza esencial para los rusos a la hora de ingresar a territorio de Afganistán. Y en ese mismo orden, Abu Bakr al Baghdadi es un producto de Israel, Estados Unidos e Inglaterra, instruido en acciones contra las sociedades árabes e islámicas que, contrariando los planes de sus promotores iniciales, termina asumiendo la condición de figura fundamental del califato.

En definitiva, Bashar al Asad gana políticamente debido a que todos los esfuerzos de occidente tendentes a democratizar sociedades gobernadas por hombres de mano dura en esa parte del mundo, han terminado en grandes traumas. Inclusive, el hecho de presumir que la educación inglesa del actual jefe del estado sirio serviría de elemento catalizador de los grandes cambios pudo ser un cálculo equivocado de los promotores de la primavera árabe. De hecho, los elementos políticos en la región, intereses económicos tanto rusos como chinos, adicionando las dificultades de Al Maliki en Irak y las confrontaciones entre sunitas y chíitas se impusieron ante una lógica de apertura y cambios institucionales, anhelada por occidente, pero de pocas posibilidades prácticas.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas