POR ENRIQUE GONZALEZ
Es la más hermosa cosa del mundo exclamó el almirante Cristóbal Colón a su llegada a la isla de La Española en 1492. Poco antes había manifestado algo parecido en Cuba, a la que calificó de la más hermosa que ojos hayan visto. El marino genovés quedó maravillado de la riqueza geográfica tropical en su primer viaje procedente de las costas españolas.
Su asombro no se limitó, no obstante, a la flora y fauna de la región, sino a sus nativos. De ellos dijo: ellos aman a sus prójimos como a sí mismos, tienen un habla la más dulce del mundo y mansa, y siempre con risa. Las costumbres, alimentación, objetos y creencias de los indios -como los llamó Colón al creer que estaba en la las tierras del remoto Oriente- fueron objeto de estudio por parte del almirante.
Éstas son algunas de las ideas que destacó el historiador dominicano Manuel García Arévalo, en una conferencia titulada Los taínos en los apuntes de Cristóbal Colón. El investigador se refirió a la relevancia que han tenido para la historia las observaciones del marinero sobre muchos aspectos de los indígenas, registrados en sus diarios de viaje.
A pesar de la controvertida imagen del papel de Colón durante su estancia en América, el estudioso centró su exposición en las impresiones que causaron los nativos de las Antillas al genovés. Le debemos [a Colón] muchas y muy agudas observaciones acerca del tipo físico, elementos decorativos, costumbres y creencias de los indios antillanos, explicó en el patio de la Quinta Dominica de Santo Domingo.
El marinero genovés quedó asombrado del aspecto de los nativos, que utilizaban pinturas para protegerse del sol y de los insectos. Desnudos todos hombres y mujeres, como sus madres los parió. Verdad es que las mujeres traen una cosa de algodón solamente tan grande que le cobija su natura y no más, escribió Colón en uno de sus diarios, en los que se basó García Arévalo para su ponencia.
Según explicó, al almirante le sorprendió que algunos traían granos de oro finísimo en las orejas o en la nariz, el cual luego daban de buena gana. Las joyas y los accesorios de los nativos fueron objeto de deseo de los expedicionarios, que los intercambiaban por vidrios, cascabeles o sortijas de latón. Por ese motivo, se produjo un intenso trueque entre los descubridores y los indígenas, según expuso el historiador.
El marino también sintió curiosidad por objetos como los duhos, que eran asientos tallados por los taínos en madera que representaban figuras animales. García Arévalo destacó también otros accesorios y alimentos como la yuca, a la que Colón comparaba con una zanahoria por su forma alargada.
En cuanto a las tradiciones religiosas, destacó la descripción que el navegante genovés realizó sobre la ceremonia de la cahoba, y el efecto que producían en los nativos unos polvos alucinógenos que aspiraban por la nariz, aseveró García Arévalo.
Tradicional pleito
La recta final del encuentro del martes se centró también en la controversia entre investigadores españoles y dominicanos acerca de la ubicación de los restos de Cristóbal Colón, a la que García Arévalo calificó de tradicional pleito.
El también historiador Carlos Esteban Deive se refirió al encuentro celebrado en Valladolid, España, entre los días 15 y 20 de mayo, que reunió a más de 100 estudiosos, científicos y periodistas de Europa y América Latina.
Deive, que acudió junto a García Arévalo a la cita, insistió en la posesión dominicana de los restos del marino. Según explicó, la osamenta de la urna encontrada en la catedral de Santo Domingo en el año 1877 con la inscripción Varón Ilustre y distinguido, don Cristóbal Colón corresponde al viajero.
Por el contrario, según Deive los huesos de la catedral de Sevilla, en España, son en realidad los de uno de los hijos de Colón, Diego, que fueron supuestamente trasladados a Cuba tras la cesión de la parte oriental de la isla a Francia, en el año 1795. Según la versión española, tras la perdida de las últimas colonias españolas en 1898 los restos de Cristóbal Colón, y no los de su hijo, retornaron al país europeo.
Este historiador de larga trayectoria desechó no obstante los argumentos de los investigadores españoles, como los del profesor titular de Antropología Física de la Universidad de Granada, Miguel Botella, que está llevando a cabo análisis de ADN en los huesos de la catedral de Sevilla. Botella está comparando la osamenta del hermano del marinero, Diego (encontrada en 2002), con los vestigios hallados en el templo andaluz.
En ese sentido, García Arévalo indicó que las pruebas genéticas son un método, pero no hay que relevar las evidencias históricas. El historiador indicó además que República Dominicana tiene que hacer un mayor énfasis en la posesión de los restos del marinero. Tenemos que demostrar que la historia nos ha dado el privilegio, señaló.