Garganta Profunda

Garganta Profunda

R. A. FONT BERNARD
El 23 de abril del 2003 falleció a los 81 años de edad el ex presidente de los Estados Unidos de América, Richard Nixon. Veinte años antes fue obligado a renunciar a su investidura luego de figurar históricamente como el mandatario norteamericano reelegido para un segundo período, con la mayor cantidad de votos hasta entonces registrada. Su salida negociada de la Casa Blanca evitó que fuese sancionado por el Congreso por la comisión del delito de perjurio y encubridor de la conspiración criminal conocida como «el caso Watergate».

Ese dramático final ensombreció su brillante ejercicio en el área de las relaciones internacionales, acreditada con aciertos diplomáticos tan importantes como la retirada de su país de la Guerra de Vietnam y sus hábiles negociaciones con la China comunista. El establecimiento de relaciones diplomáticas con ésta fue posible mediante la firma de un acuerdo por el cual ambas naciones se avinieron a «resistir juntas cualquier intento de dominación mundial por parte de cualquier país». Una clara advertencia a la URSS, y en cierto modo, uno de los preliminares de la futura perestroika. Con ese acuerdo, los Estados Unidos de América favorecieron la posición de China en el oeste asiático, entonces en disputa con Rusia.

La carrera política del ex presidente Nixon -aún no suficientemente estudiada-, se estelarizó bajo el patrocinio del general Eisenhower, en su ruta hacia la Presidencia de la nación. Este le seleccionó como su candidato vicepresidencial, en aprovechamiento del radicalismo del señor Nixon, entonces congresista, había sido uno de los más cercanos colaboradores del senador Joseph Mc’Carthy, considerado como el artífice de «la caza de brujas», en la que denunció inclusive, a funcionarios de la Casa Blanca y a oficiales de los altos mandos de las Fuerzas Armadas como simpatizante del comunismo.

En las elecciones del 1961 el candidato presidencial de los republicanos, Richard Nixon, disputó con el demócrata John F. Kennedy en el certamen electoral más ajustado en la historia de los Estados Unidos de América. Aceptó su derrota y dos años después fue nueva vez derrotado, esta vez, como aspirante a la gobernación de su estado natal, California. Finalmente salió victorioso en las elecciones presidenciales del 1968, contendiendo contra el demócrata Hubert Humphrey, favorecido por el generalizado repudio a la Guerra del Vietnam, en la que quedaron empantanados miles de jóvenes norteamericanos. Era necesario salir negociadamente de Indochina y en esa tarea, encontró al doctor Henry Kissinger, su más eficiente colaborador en el área de la diplomacia. El doctor Kissinger fue el artífice del establecimiento del triángulo Washington-Moscú-Pekín, tendente a la difícil construcción de «una era de paz a nivel mundial».

En su primer período de gobierno el presidente Nixon abandonó el discurso de un predecesor, el presidente Woodrow Wilson, sobre la misión radical de los Estados Unidos de América y su «superioridad moral». Y se concentró en «el interés nacional», una posición inaceptable para los demócratas, que la calificaron como «amoral» respecto a la URSS.

Favorecido por sus triunfos internacionales, el presidente Nixon fue reelecto, pero su reelección había dejado rastros comprometedores acerca del origen del dinero utilizado en la campaña electoral. Fue éste, inesperadamente, el principio del fin para su carrera política. Sobre todo, porque en el intento de obstaculizar las investigaciones de una comisión autorizada por el Congreso, se cayó en el escándalo del hotel «Watergate», en el que quedaron comprometidos varios de sus más cercanos colaboradores. En una época de tremendas complejidades en los asuntos del país, y en los internacionales, el presidente Nixon se rodeó de una «élite» integrada por mentes estrechas, que no daban la talla para figurar en los más elevados niveles de las tareas gubernamentales. Era un equipo que, con la sola excepción del doctor Kissinger, tenía un conciente intelectual muy bajo. Gente de segunda fila, elevada la categoría de funcionarios, como consecuencia de la lealtad del Presidente hacia los amigos que le habían ayudado en la campaña electoral.

En la campaña para la reelección se había recurrido al espionaje telefónico, a la coacción, al chantaje de los medios empresariales y hasta al dispendio del dinero estatal, disimulado con contratos de obras públicas, en inusual irrespeto a la sociedad de la nación en lo relativo a las libertades individuales y al derecho a la intimidad. Fue creada una institución oficial, identificada con las siglas IRB, como un instrumento político, para obtener la colaboración económica del sector privado.

Dos jóvenes periodistas, Carl Bernstein y Bob Woodward, se unieron en la misión de investigar las actuaciones de una organización conocida por el nombre abreviado de la CREEP («Comité de ciudadanos para la Reelección del Presidente»), llegando a la conclusión, de que en la campaña reeleccionista se había utilizado dinero de un origen dudoso, y que inclusive se había colectado dinero a cambio de ofertas de carácter mercantil para el futuro. La CREEP, según quedó evidenciado, no sólo fue creada para apañar al segundo mandato presidencial sino que además tenía otras funciones en lo concerniente a las relaciones públicas presidenciales. Se había implementado un plan llamado «Gamstone» que incluía las escuchas telefónicas, el boicot de los mitines del Partido Democrática, y a incursionar en la intimidad de los líderes de la oposición.

Dándole personalmente cara a las investigaciones, del Congreso, en torno al escalamiento de las oficinas del Partido Demócrata, instaladas en el hotel Watergate, el Presidente Nixon resistió por dos años, y eso a la postre, se impuso la autoridad de que está investida, la Suprema Corte de Justicia, con la posibilidad de que el señor Nixon fuese expulsado antes de finalizar su mandato, con el único precedente del Presidente Andrew Jackson (1865-1869), sometido a juicio y salvado por un solo voto, por haberse puesto a la petición del Congreso, de sustituir a varios secretarios y funcionarios deshonestos.

El día 30 de abril del 1974, el Presidente Nixon se dirigió al país, por los canales de la televisión, solicitándole al pueblo que rezase por él. Alegó, que absorvido por la responsabilidad de dirigir personalmente las negociaciones con China y con Rusia, tendientes a establecer firmemente la paz en el mundo, había dejado su reelección en las manos de sus más cercanos colaboradores.

Sólo existe en los Estados Unidos de América, un funcionario calificado constitucionalmente para ordenar el indulto o el perdón a los criminales convictos. El artículo II, sección Segunda de la Constitución, no solo confiere al Presidente, el título de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, sino que le «otorga» el poder de indultar a personas por ofensas a los Estados Unidos», excepto en los casos de alta traición. La Suprema Corte de Justicia no dispone de atribuciones para contradecir ese privilegio.

El día 8 de agosto, «mal afeitado y sin bañarse, abandonado por todos, y expresándose con incoherencias», anunció su dimisión. El mandato del 37 presidente de la nación más poderosa del mundo terminó como un escándalo inédito en la historia de ese país. Su sucesor, el vicepresidente Gerard Ford, ejerció en su favor el derecho al perdón, de que estaba investido constitucionalmente.

Veintinueve años después, un nonagenario ex director de la CIA, nombrado Mark Felt, se ha identificado como el informante de los periodistas Bernstein y Woodwaerd. Era el «Garganta Profunda», que resentido por no haber sido designado director de la institución, les advertía que estaban sometidos a vigilancia y al control electrónico, y dejaba sus informaciones en el porche de una casa deshabitada.

¿Traidor? ¿O como ha declarado al identificarse, colaborador de la libertad de información, que es un dogma sacrosanto en aquel país?

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