Gascue como símbolo urbano

Gascue como símbolo urbano

Si alguien se propusiera obtener una visión condensada de nuestro descarrío como sociedad urbana tendría que tomar en cuenta los reclamos de los residentes en el emblemático barrio capitalino de Gascue. Allí está la prueba fehaciente de que Santo Domingo es ciudad degradada por el ejercicio destructivo de lo medalaganario. El resultado  en este caso es una mezcla   perjudicial de lo  residencial con lo comercial de diversos géneros, incluyendo lo negativo y lo antisocial de algunas formas de querer ganar dinero. En Gascue desapareció  el límite entre el asentamiento familiar y ordenado  y la arbitraria intromisión de individuos que allí se instalan para cualquier fin de lucro, incluyendo acoger al tigueraje o abrir centros para prestar servicios aceptables socialmente pero que de todos modos invaden y trastornan  porque la zona no fue creada para  lo tumultuoso.

Muchos políticos han estado demasiado ocupados  en convertir el Estado en botín. Su afán de ganar adeptos y comicios no les ha permitido ocuparse de las degradaciones  urbanas y los caos sociales, ni del ingreso  en masa de dominicanos en la marginación.  Los conglomerados se descomponen, el desempleo y la falta de oportunidades crecen, como crecen los bolsones de miseria, y zonas de la ciudad que antes brillaban por  su armonía y orden tienden a resultar  inhabitables. Mientras muchos  políticos manipulan conciencias y se lucran, ya ni en Gascue se puede vivir.

La criminalidad imbatible

El preocupante  y generalmente impune accionar de delincuentes en este país se puso de manifiesto esta vez con el asesinato de dos pacíficos ciudadanos suizos que  en su retiro de Boca Chica  confiaban en que en este país la  hospitalidad y la seguridad son las que normalmente se esperan de sociedades organizadas con un Estado efectivo en  prevenir el delito y aplicar castigos a los antisociales.

Uno de los criminales que consumó el  hecho cayó circunstancialmente en manos de las autoridades y confesó que  ya en su  vida de hombre todavía joven,   había asesinado a otros  varios extranjeros, lo que  demostró claramente que para su sangrienta y despiadada carrera no hubo obstáculo de ningún genero; que siempre le favorecieron las fallas de la persecución, o las de los tribunales o las del sistema carcelario… o todas juntas para que  pudiera estar  libre pronto  y seguir matando. Se reafirma que vivimos bajo reglas  más orientadas a proteger a los justiciables que a sus víctimas.

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