Gastronomía, un mundo lleno de sorpresas

Gastronomía, un mundo lleno de sorpresas

PAMPLONA, ESPAÑA, EFE. El de la gastronomía es un mundo lleno de sorpresas, con muchos elementos de ida y vuelta; dígase, si no, cómo es posible que una “tempura”, plato que todo el mundo identifica con la cocina japonesa, se alce con el triunfo en un concurso de pinchos y tapas celebrado en Pamplona, en el norte de España.

La verdad es que la “tempura” ganó por la sencilla razón de que estaba buenísima; era una “tempura” de cebolleta o cebolla tierna, con el “koromo” el rebozado perfecto, sin una gota de grasa, y servida con un cuenco de salsa “romesco”, especialidad de la costa catalana, para mojar en esa salsa las cebolletas.

Pero es que Navarra tiene una curiosa relación con la “tempura”. Verán. En 1549, el más navarro de todos los miembros del santoral, San Francisco Javier, arribó a las costas japonesas, en Simonosheki, en la provincia de Yamaguchi, para iniciar la evangelización del Japón. En realidad le habían precedido, unos años antes, misioneros portugueses.

El jesuita navarro estuvo alrededor de tres años en el Japón. Luego partió hacia la China y la India. Pero es que la “tempura” es una consecuencia de esa evangelización del Japón por misioneros llegados de la Península Ibérica.

En efecto, la “tempura” consiste en distintos fritos cuyo interior está ocupado por elementos vegetales o marinos. Estos alimentos “de vigilia” se pueden tomar los días en los que la Iglesia católica ordena abstenerse de comer carne. Entre ellos, allá por el siglo XVI, toda la Cuaresma, además de bastantes días más a lo largo del año, entre otros, las vigilias de las cuatro Témporas.

Los japoneses veían que esos días los sacerdotes católicos no comían carne –bueno, la verdad es que tampoco los japoneses fueron muy carnívoros hasta al menos la dinastía Meiji, a mediados del XIX y se preparaban esos fritos, bastante clásicos en la cocina ibérica. De ahí a asociar la voz “tempora” ”ad Tempora Cuaresmae” con esas frituras no había más que un paso. Y llegar de “tempora”, palabra esdrújula, a “tempura”, que también lo es aunque en Occidente todo el mundo la haya convertido en llana, es más fácil todavía.

De modo que la “tempura” ha vuelto a sus orígenes, a la patria de San Francisco Javier, para ganar un disputadísimo campeonato de esa forma tan española de comer o de tomar aperitivos que conocemos como “tapas” o “pinchos”. Cosas ambas muy del gusto de los pamplonenses, como demuestra el hecho de que durante la semana que duró el evento, los 70 bares participantes despacharon 400.000 pinchos… en una ciudad que no llega a los 200.000 habitantes.

La “tempura” convenció al jurado por su sencillez, su limpieza, su frescura y la elegancia de su presentación, además de que, ya digo, estaba verdaderamente rica. Es un pincho auténtico, ya que puede comerse con la mano, sin necesidad de cubiertos. Y utiliza como ingrediente básico un producto vegetal, esas cebollas nuevas, cosa muy importante en una región, Navarra, conocida en toda España por la calidad extraordinaria de las verduras de su huerta.

Pero no deja de ser curioso que el pincho campeón haya hecho el viaje desde Japón a Navarra… de donde salió, como salió de Portugal, hace la friolera de algo más de cinco siglos y medio. Ya les digo: esto de la gastronomía no hace más que darnos sorpresas… que luego resulta que, a poco que escarbe uno en la historia, se explican con la mayor facilidad.

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