Gene Moon dirige segundo concierto Temporada

Gene Moon dirige segundo concierto Temporada

El director titular de nuestra Orquesta Sinfónica Nacional, el maestro José Antonio Molina, ofrece al público, en cada Temporada Sinfónica, la oportunidad de ver destacados artistas internacionales, invitados a participar como directores o instrumentistas.

En el segundo concierto de la temporada, el pasado miércoles, ambas condiciones estuvieron presentes, la del director coreano Gene Moon y la de la pianista china Zhenni Li.

Inicia la noche musical. El arrullo de las primeras notas nos transporta… y es que cuando el sol iridiscente tramonta, melancólico, su partida, a la caída de la tarde, el alma se envuelve en un íntimo embeleso, en una sutil añoranza, es el ocaso.
Ese momento entrañable plasmado por tantos artistas del pincel, es también motivo de inspiración para el exquisito compositor dominicano José Dolores Cerón, y con profunda sensibilidad describe el atardecer con notas que emanan de hontanares sonoros que se expanden en círculos de cálida armonía, conformando su bellísimo poema “A la caída de la tarde”.

Con este preludio inicia el concierto. El director Gene Moon, por primera vez dirigiendo una pieza dominicana, logra extraer de la orquesta el sonido sublime de esta exquisita página musical.
A continuación, hace su entrada la pianista Zhenni Li, para interpretar el Concierto en la menor, Op. 54 de Robert Schumann, en el que el compositor representa los ideales del romanticismo musical.

La primera pieza del “Allegro affettuoso” presenta un tema sentimental, un cuadro de la vida romántica desarrollado por el piano con generosa sonoridad; el solo del oboe y el clarinete es un momento emotivo, luego los delicados diálogos entre solista y orquesta recrean una atmósfera poética, es el idilio, la pasión –Robert y Clara–. Schumann es el poeta del piano, y Zhenni Li, en una interpretación prístina aborda los pasajes románticos con sublime exquisitez, y en la bella “cadenza” del final, evidencia su virtuosismo.
El segundo movimiento “intermezzo” es hermoso, inicia con un diálogo, más íntimo, surge un breve segundo tema cantado bellamente por los cellos y adornado como entre sueños, por el piano.

Al final del intermezzo, la orquesta recuerda el tema del primer movimiento. Zhenni destaca en los pasajes íntimos, hasta llegar al torbellino sonoro del “scherzzo”.

Inicia el tercer movimiento “allegro vivace”, en este arrebato final Schumann expresa todo el contenido poético. Zhenni Li, en una interpretación brillante sostenida en su gran técnica, cuida cada frase, el equilibrio rítmico, y su pulsación vigorosa arranca a su instrumento matices sutiles; expresiva y versátil, todo en ella es música.

El director Gene Moon, con gestualidad elegante, logra la perfecta armonía, orquesta-solista. El público retribuyó con vítores y aplausos, lo que llevó a la pianista a un “bis”, una hermosa pieza de aires orientales.

Tras el intermedio, fue interpretada la sinfonía “Fantástica” Op. 14 de Héctor Berlioz, llamada “Episodios de la vida de un artista”, que consta de cinco movimientos, uno más que los tradicionales de su época, con excepción de La Pastoral de Beethoven, y ambas son “música programática”, concepto que define a una composición que ya no “quiere” ser comprendida de un modo puramente musical y absoluto, sino además, a través de referencias extramusicales y literarias.
Héctor Berlioz, inspirado en el amor y la desilusión, recrea en episodios fragmentarios los sentimientos de un enamorado rechazado, que sumergido en sus delirios sueña con dar muerte a la amada, para así finalmente expiar su culpa en un atroz infierno.
El primer episodio “Sueños y pasiones” inicia con un movimiento lento, triste, aparece el leitmotiv, un dúo fascinante de flauta y violines; en el segundo episodio “Un baile”, tras la introducción del arpa y sus amplios arpegios, entran las cuerdas, y al ritmo de un vals exquisito, se recrea el ambiente festivo.

El tercer episodio “Escena en el campo” es un hermoso “adagio”. El diálogo entre violines y flautas conduce la melodía principal, recreando la tranquilidad del ambiente bucólico común en la evocación romántica, eclipsado luego por truenos y relámpagos producidos por el sonido de los timbales.
La marcha al cadalso”, cuarto episodio, es brillante y efectista; es la fantasía del enamorado que marcha a su ejecución en medio de toques triunfales al creer que ha asesinado a su amada.

En la introducción los timbales redoblan, las trompas tocan con carácter premonitorio, para desembocar en un tema fúnebre, heroico, cantado por las cuerdas graves acompañadas por los timbales, se unen otros instrumentos, los violines toman el protagonismo melódico, luego en un crescendo adviene la marcha triunfal; flautas, clarinetes, trompas, cornetas, trombones y la percusión, se unen en un gigantesco “tutti”.
El quinto episodio “Sueño de una noche de aquelarre”, es un tema tenebroso, recrea el ambiente del conciliábulo nocturno de figuras infernales. El sueño de asistir a su propio funeral se convierte en apoteosis musical. El final es una especie de paradoja, al romperse el ambiente tenebroso, se escuchan las campanas sutiles que anuncian el “Dies Irae”, música de difuntos.

El final es una apoteosis, los vientos y cuerdas se unen en este embriagante frenesí. El director Gene Moon no solo pauta, su conducción es creativa, su propuesta en tempo y matices es original, subraya la elegancia, los colores de la obra impregnada de romanticismo, y finalmente logra una comunicación trascendente con la orquesta, que responde con una rigurosa y brillante interpretación.

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