En agosto de 1910, la activista de los derechos civiles y de las obreras de Alemania, Clara Zetkin, propone a 100 delegadas socialistas reunidas en Copenhague la conmemoración del “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”, con la firme agencia de hacer memoria a las mujeres que eran masacradas de manera constante en las fábricas textiles y las lavanderías de las metrópolis industrializadas.
Desde la causa del “feminismo obrero”, Zetkin se convierte en propulsora de la conmemoración de cada ocho de marzo (8M). Es su tenaz intención de proteger a la obrera, de nombrarla, de dotarla de ciudadanías, una de las buenas causas de que “el feminismo obrero crezca entre las mujeres del pueblo, quienes sufrían más rudamente los efectos del malestar económico”, describía en 1927, la maestra y periodista española Carmen De Burgos.
Entre las estrategias que darían fruto al reconocimiento del “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”, está la creación por Zetkin, junto a Rosa de Luxemburgo, de la revista La Internacional. Muchas son las páginas dedicadas para que las “feministas burguesas” miren a la mujer obrera y se unan a desenmascarar el cúmulo de desigualdades que ellas vivían. “La causa femenina, es pues, también, una causa social”, dice la también periodista, que, por demás, criticó el destino de las féminas dentro del socialismo.
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Así, en menos de una década, las ideas de Zetkin se agencian entre las feministas que abrazaban el sufragismo en Iberoamérica; incluso son referenciales para la búsqueda de la emancipación económica que se propusieron de las activistas reunidas en el Primer Congreso Feminista Mexicano, de 1923. Las dominicanas coetáneas tienen acceso a las amplias discusiones a través del reporte fechado en 1924 de la escritora Monna Alfau de Sala para la revista Fémina, de Petronila Angélica Gómez Brea.
En el programa de este cónclave, organizado por la humanista Helena Torres de Landazuri, quien había previamente participado en el Congreso Internacional Feminista de Baltimore, también en 1923, se piensa a favor de las mujeres obreras, quienes “no ha sido protegidas por las leyes, ni se les ha remunerado con justicia”.
Las actas del Congreso evidencian, por igual, la urgente necesidad de alcanzar “la igualdad salarial y salarios especiales para las mujeres jefas de hogar, jornadas laborales con horarios concretos, condiciones higiénicas y sanitarias en los centros de trabajo”. Y así, como lo hizo Fémina, la defensa de la mujer obrera fue acogida por las sufragistas iberoamericanas, que cajeaban sus revistas y manifiestos, a través de la red que entretejió la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas, fundada por De Burgos y Elena Arizmendi, en 1922.
De manera que las genealogías centenarias del “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”, que finalmente se acogen en 1977 por Naciones Unidas, rinden tributo a la multitud de mujeres que han dado sus fuerzas, sus energías, para dinamizar las economías, tanto dentro como fuera de sus hogares.