Llegó a mis manos un aviso encabezado de la siguiente manera: Niños/as no bautizad/o/s. Se trata de un material informativo dirigido por un colegio católico:
Niños/as no bautizados cuyos padres desean inscribirlos en el Colegio [ ] deberán [ ].
Desde siempre me he preguntado: ¿De dónde sale esa dicotomía articular de escribir o decir: niños/as, que no obvia ninguno de los géneros o sexos, pero que de inmediato expresa: no /bautizados y deja tan pronto la diferenciación de género? ¿Cuál norma recomienda, admite u ordena que si apareciere de inmediato una palabra o frase marcada como masculina: /bautizados/, se impone la forma indicada más arriba: /no bautizados/, sin distinción alguna?
¿Por qué la institución que llama a inscripciones no mantiene la marca de sexos o géneros, y escribe /bautizados/, en lugar de marcar ambos géneros es decir, como en niños, niñas?
No /bautizad/os/, bautizad/as/ parece que concertaría mejor con la escritura, la concordancia doble y el empleo con que se inició el llamado a inscripciones. O es lo que debería hacerse.
Más adelante dice: para hacer los arreglos pertinentes y obtener permiso para que sus hijos sean /bautizados/ e /inscritos/ en el colegio.
La actitud y decisión de destacar la diferencia entre un/o/ y otr/o/ se olvida rápidamente. Y se pasa al masculino, en olvido de la lucha planteada:
– Para que sus hij/os/
– Sean bautizad/os/
– E inscrit/os/
Al pie piden cédula de /los/ padres/.
¿No estaría en su mejor concatenación decir: /del padre/ y de /la madre/? Por ejemplo, al final se dice: Cursillo debe ser tomado por los padres y por los padrinos. ¿No se nota que haría falta /la/ madrina; y para resaltar el género? ¡Y hasta /la/ madre, en el antecedente, para actuar con toda rigurosidad seudogramatical!
Porque de hacerlo de la manera como se hizo, marchamos con más cabalidad y seremos más efectivos; volteamos todas las formas que envuelvan o provoquen el enfrentamiento del lenguaje (marcado o no marcado); pero no por parte o en ocasiones, o cuando me acuerde o me provoque hacerlo.
Imagínese:
a) Pueden salir al receso todas (os) (las) alumn(as) y (los) alumn(os).
b) Aquí, servicios para (los ancianos) y (las ancianas). (Los niños) y (las niñas) deben ir por la puerta de enfrente.
Noam Chomsky, quizá la inteligencia más alta actualmente en el área de la lingüística y del análisis político, entre otras ramas, rechaza tal imposición por considerarla innecesaria e inoportuna. Afirma que nadie lo hace variar lo que en cualquier idioma es suficiente y eficaz para formular los conceptos.
Una vuelta a la frase o la repetición de una palabra son válidas si sabe usarse y se emplea con oportunidad.
Un siglo antes de darse estos debates se comenzó a escribir una Elegía andaluza (1907), concluida en 1916, cuyo primer capítulo dice:
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña pero fuerte y seco por dentro como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, .
Es el primer capítulo de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura, cuya frase de que es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña , no sugiere ni hace alusión alguna a estos tropiezos de géneros de nuestros días.
Al final, el autor expresó: Cuando paso sobre /él/, los domingos , no hay trastorno alguno; sólo una percepción del poeta para reforzar el clima de delicadeza y afectos que relacionan a los protagonistas.
No es que no estemos preocupados por la lucha de géneros en la escritura y la de sexos en el seno de la sociedad. La mujer ha sido castigada largamente y basta ya de tantas vejaciones, malos tratos y de homicidios, mientras que los gobernantes no respondan o lo tomen a juego como han solido decirles a las maltratadas, cuando van al reclamo de auxilio ante la autoridad: Ese es tu maridito. Ahorita están juntos en su cama. Y más tarde puede venir la tragedia.
Es hora de que separemos un problema del otro. Distinguir lo que es el lenguaje de lo que es la agresión física, o de palabra, o esa desgarradora muerte que está tan enraízada y tiene tanta repercusión en nuestro medio.
Ahí es donde se tiene que echar el pleito: por el respeto, la dignidad y la preservación de la seguridad de cada mujer.
¡Todos a una! ¡Sin titubeos ni claudicaciones!