Género y hombre

Género y hombre

Cada día más mujeres mueren a manos de sus compañeros de vida por motivos pasionales, dejando enlutada su familia y a la sociedad, así como en la orfandad a los hijos que han procreado con su pareja. Muchos de estos agresores terminan suicidándose.

Estos sucesos son cada vez más alarmante, a lo que se suma el hecho de que por cada mujer asesinada o maltratada, hay más de cincuenta que viven en la desesperación y el desasosiego por parte de su pareja o ex pareja y no lo denuncian, convirtiendo sus hogares en centros de sufrimientos y resignación, en muchos casos por compasión frente al padre de sus hijos, en otros por no malograr una buena relación con los familiares de la pareja y ocurre con frecuencia, a la auto justificación de no querer ver al padre de sus hijos presos.

En los casos de aquellas mujeres que han procedido a querellarse por ante las autoridades correspondientes, esta acción no ha impedido que se materialice el crimen o la violación, se ha comprobado que en cada caso de muerte, ha mediado una o varias denuncias previa, es decir, mueren las que no se querellan y las que lo hacen también.

Son indiferentes las autoridades frente a este fenómeno, o se puede considerar que hay impotencia. Se conoce de la existencia por ley de casas de refugios para las mujeres amenazadas, quizás no son suficientes; también se conoce de la existencia de fiscalías barriales que se impulsaron en ocasiones por las autoridades para acometer esa situación, sin embargo el fenómeno se incrementa.

Se alega y con sobrada razón, que una de las principales fallas desde el ámbito de la justicia es que a los victimarios no se les sanciona ejemplarmente y que salen con una facilidad asombrosa. Hay impunidad ante esta alarmante situación y la población no tiene la certeza de que con las denuncias de maltrato y violación ante las autoridades competentes, se va a evitar la acción criminal y sí acontecer que se penalice ejemplarmente al agresor.

Para contribuir a disminuir esta situación deberían reorientarse las campañas de educación a la población, las mujeres no son las únicas que tienen que asumir la campaña por el respeto a sus derechos y el cese de la violencia intrafamiliar; el hombre de una vez y por todas debe tomar parte como sujeto de primer orden en estas actividades.

No son las mujeres las únicas que deben llamar a parar la violencia, no son ellas las que la generan; aquellos hombres que se destacan en la sociedad por cualquier accionar de su vida, deberían ser partícipes de campañas masivas que propendan a no seguir propiciando la muerte de una mujer que puede ser su compañera, madre de sus hijos, su propia madre o su hermana. Hay que invertir los papeles para que no sea sólo la mujer la que reivindique el derecho a la vida; también el hombre debe participar.

El hombre y la mujer son alas de un mismo pájaro, el desequilibrio en su peso hace que el ave no vuele. Propiciemos el equilibrio de la sociedad, integrando al hombre para que haga conciencia de la necesidad de preservar de la vida y la estabilidad emocional de la mujer, a propósito de las jornadas dedicadas a la familia y a la eliminación de la violencia contra la mujer.

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