Genocidio infantil (2 de 2)

<P>Genocidio infantil (2 de 2)</P>

Fernando Sibilio
Interpretamos la República de diversas formas, pero el asunto es movilizarla políticamente, para que ningún niño nazca sin un recinto familiar que le permita su desarrollo, si la reproducción es natural o artificial, que si la adopción será de parejas homosexuales o heterosexuales, eso es otra discusión, lo importante es donde y como vamos a recibir al niño, sus servicios sanitarios y neonatales, su salud, su nutrición, su educación, por poner ejemplos.

Hablamos con frecuencia de los derechos del niño sin tener una sensibilidad de infancia, las reformas políticas, económicas, fiscales y sociales nunca han consignado un 6% del PIB, como mínimo, en los renglones de educación, salud y nutrición de la población, la fanatización electoral prima al momento de las asignaciones, las transferencias y los recortes presupuestarios.

Estas reflexiones las entendemos como un servicio público a la gente de la calle a quienes les preocupan las balas perdidas y la violencia, para los expertos todo está en un ordenador y se queda en sus oficinas. La desgracia de estos infantes se discute mal, porque esto exige prestar atención a los argumentos contrarios, aportar los propios y estar dispuesto a rendirse ante el mejor argumento. Cuando esto ocurra el genocidio tendrá fin. Esperamos el ejemplo. Los servicios profesionales muchas veces concluyen con sentimiento de culpabilidad y grandes frustraciones para las madres, los padres, o ambos a la vez. Los condicionantes genéticos son importantes, pero no rotundos, hasta los dos o tres años se pueden tratar ciertas predisposiciones, que con el tiempo son más difíciles. Un niño hostil a los cinco años es muy probable que lo sea a los diez, pero cuando un niño de cuatro años no tiene compasión para los demás esto es muy preocupante, y más grave aun si crecen observando a los mayores contentarse con el alcohol, o valorando el modelo de los que viven del cuento, las servilletas capaces de acumular fortunas públicas y privadas para acostarse con una persona famosa y contarlo después desenterrando los vicios ocultos por la televisión.

Borramos las últimas palabras del pizarrón de la vida, guardando en el cofre del tiempo una deuda de gratitud con todos los que creyeron en lo imposible, los utópicos sensatísimos, mujeres como Minerva Bernardino, creyeron que las mujeres podían vivir por sí mismas, los que lucharon por el imposible de abolir la esclavitud, Alexander Fleming que creyó en el imposible de curar las infecciones, y con los que luchan hoy por para que otros imposibles reciban atención.

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