Geopolítica

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¿Una tendencia uniforme? Cómo la democracia en el mundo descansa sobre el pie retrasado.

Un informe pesimista sobre el estado de la libertad en todo el globo surge en medio de señales de que Washington está disminuyendo su esfuerzo para difundir una mejor gobernabilidad, escribe Guy Dinmore «La tendencia está clara: en el Oriente Medio y por todo el mundo, la libertad está en marcha (George W. Bush, 5 de marzo de 2005.

Cuando el presidente de Estados Unidos pronunció esas palabras, hace menos de dos años, la afirmación seguía a unos cuantos meses estimulantes dee su agenda democrática. Ucrania se asoleaba en el fulgor de su Revolución Naranja; los iraquíes habían votado en sus primeras elecciones libres en varias décadas, y las manifestaciones en el Líbano, que siguieron al asesinato de Rafiq Hariri, el ex primer ministro, estaban a punto de obligar a Siria a retirar sus tropas del país. El optimismo no podía ser menos que una reacción natural.

Pero ya no es así. La transición hacia la democracia están empezando a estancarse en el Oriente Medio y más allá. Las enormes esperanzas de los reformadores de Ucrania han sido defraudadas, mientras que en Rusia, los antiguos estados soviéticos de Asia Central, China y más lejos, en Venezuela, los líderes están acusados de estar poniendo límites a las libertades.

En su encuesta anual sobre el estado de la libertad global publicado la semana pasada, Freedom House, un grupo de apoyo de EEUU, dice que 2006 se caracterizó por un «estancamiento de la libertad» y un «retroceso» creciente de regímenes autoritarios contra las organizaciones no-gubernamentales, los movimientos y los medios que vigilan los derechos humanos o defienden la expresión de libertades democráticas.

Desde 1972, Freedom House ha usado un sistema de puntos para graduar y categorizar a  los países por sus libertades políticas y civiles, una metodología que está en sí misma sujeta a mucho debate entre las ONG, pero que al menos puede servir como indicador de en qué dirección se está moviendo el mundo. Aunque el número de países designados en las tres categorías «libre» «parcialmente libre» y «no libre» apenas cambió en 2006 (hubo promociones para Guyana, Haití y Nepal, y demociones para Tailandia y Congo Brazzaville), Freedom House observó que 33 países mostraron señales de estar resbalando, mientras que solo se consideró que 20 tuvieron avances.

Aunque la atención mundial puede haberse centrado más en la dispersión del caos en el Oriente Medio, Freedom House parece estar igualmente preocupado por la región Asia-Pacífico, al listar los golpes en Tailandia y Fiyi, reveses y violencia en Sri Lanka y Timor Oriental, un alto nivel de corrupción en Taiwán y «modestos, pero amenazadores descensos» de la libertad en Birmania, Malasia, Filipinas y las Islas Salomón. China tiene que demostrar todavía que una clase media emergente transformará su cultura política, y el año pasado continuó con su represión de los medios, la persecución de activistas políticos y abogados, e incrementó los esfuerzos por mantener la religión bajo el control del Estado.

Al describir un «cambio glacial de paz» en el Oriente Medio, Freedom House (un fuerte partidario de la «Freedom Agenda», la agenda para la libertad de la administración del presidente Bush en la región( dice que todavía hay sitio para la esperanza. Sin embargo, expresa alarma porque los logros de la Revolución del Cedro del Líbano esté en peligro, y culpa a Hizbolá y lo que llama una «campaña en marcha» por parte de Siria e Irán para destruir la democracia libanesa.

Para concluir uno de sus informes más sombríos desde el derrumbe de la Unión Soviética y el fin de la guerra fría, Freedom House alerta sobre un posible nuevo estancamiento, o hasta un reversión de logros recientes, y clama por el fortalecimiento de iniciativas pro-democracia encabezadas por las grandes potencias del mundo y las instituciones internacionales.

Llamados similares para una respuesta al «retroceso» han traído a primer plano el problema de si EEUU (o al menos la administración Bush en sus dos últimos años( tiene la capacidad, la voluntad y la credibilidad para encabezar el camino.

En 1990, Charles Krauthammer, un comentarista neoconservador, hizo esta observación en un ensayo argumentando que el fin de la guerra fría no llevaría, como se decía corrientemente, a una nueva estructura de un nuevo mundo multi-polar de varias potencias de igual categoría, sino al establecimiento de EEUU como la única fuerza hegemónica. Ese ensayo «El mundo unipolar», se convirtió en el texto guía de los neoconservadores y los halcones liberales que deseaban que un EEUU intervenconista ejerciera ese poder, que ellos veían inherentemente magnánimo (y a favor de los intereses nacionales de EEUU. Los ataques de al-Qaeda en 2001 aportaron el estímulo.

Sin embargo, hace solo dos meses, en un discurso que ha recibido bastante menos atención que el ensayo inicial, Krauthammer ofreció su obituario para ese nuevo orden mundial. «El momento unipolar ya terminó», declaró, al sumar los reveses de EEUU en el Oriente Medio el año pasado y el surgimiento de una nueva alianza anti-estadounidense.

Aunque nadie se dio cuenta entonces -decía-, el apogeo del poder de EEUU se alcanzó en marzo de 2005, durante el movimiento para expulsar a Siria de el Líbano, que se produjo siguiéndole los pasos a las primeras elecciones en Irak desde el derrocamiento de Saddam Hussein y a los «destellos» de positivos cambios políticos en Egipto, Arabia Saudita y Kuwait.

Sin embargo, en 2006 la historia fue muy distinta. La violencia sectaria estalló en Irak, la organización militante Hamas sacó al más moderado, pero desorganizado Fatah del poder en las elecciones palestinas, y el Líbano quedó debilitado por la guerra. En Egipto ha habido una amplia represión a la disidencia, mientras que Arabia Saudita ha visto pocos avances desde las elecciones municipales parciales del año anterior. Mientras tanto, en Irán, Mamoud Amadinejad, el presidente de línea dura fundamentalista estaba fortaleciendo su posición interna, aunque esta se ha vuelto a debilitar, después del revés electoral que recibió de manos de reformistas y pragmáticos el mes pasado.

Algunos ven el surgimiento de una «media luna chiíta», de fuerzas anti-estadounidenses, liderada por Irán, que también conforman Siria, Hizbolá, Hamas y los partidarios de Moqtada al-Sadr, el clérigo radical iraquí. Rusia y China están dando su aprobación tácita a las ambiciones regionales y anti-EEUU de Irán. Dice Krauthammer: «Esa es, creo yo, la estructura del adversario que vamos a ver durante la próxima década».

Los historiadores bien pudieran juzgar que el acontecimiento político más significativo en 2006 fue la derrota de los republicanos el  7 de noviembre, que le dio a los demócratas el control del Congreso por primera vez en 12 años. Los neo-conservadores decepcionados y sus optimistas rivales «realistas» ven la votación no solo como un referéndum sobre la guerra en Irak, sino también como un rechazo al concepto de que EEUU pude cambiar el mundo árabe.

 «El desastre que constituye Irak reafirma la lección de que no hay tal `buena cruzada´», comentó Dimitri Simes, jefe del «realista» centro de análisis  Nixon Center, en Washington, en un artículo reciente. «Esto era válido hace mil años, cuando los caballeros cristianos europeos trataron de imponer su fe y estilo de vida en la Tierra Santa (y saquearon la región en el proceso(, y esto es igualmente válido hoy».

El argumento culturalista también se está volviendo a escuchar en Washington: pero no tanto que los árabes y la democracia no pegan, sino que, con la excepción de estados étnicamente homogéneos como Marruecos, Túnez y Egipto, las demás naciones del Oriente Medio, de manera muy notable Irak, están demasiado vinculados por elementos de clanes y sectas para poder ejecutar una transición libre de sufrimiento.

Cualesquiera sean los argumentos de Bush, él ha decidido, obviamente, nadar contra la corriente de la opinión pública, el Congreso y un buen número de sus comandantes militares, al enviar más soldados a Irak y prepararse para una confrontación, no un combate, con Irán. En su discurso a la nación, en el que presentó su estrategia, la semana pasada, el presidente reafirmó lo siguiente: «La victoria en Irak traerá algo nuevo al mundo árabe: una democracia que funciona y que mantiene el orden en su territorio, sostiene el imperio de la ley, respeta las libertadas humanas fundamentales y da respuestas a su pueblo».

Tratando de juntar las alas de ideológicas y más pragmáticas de su fragmentado Partido Republicano, Bush declaró: «En el más largo plazo, la forma más realista de proteger al pueblo de Estados Unidos es aportar una alternativa esperanzadora a la odiosa ideología del enemigo, expandiendo la libertad en toda una región turbulenta».

Sin embargo, el empuje de la nueva estrategia del presidente es una nueva dedicación a la fe de EEUU en las viejas alianzas con los mismos regímenes árabes sunitas culpados por propiciar el clima represivo que hizo surgir el extremismo de al-Qaida. Condoleeza Rice, secretaria de Estado, describe ahora a Egipto, Jordania y las seis autocracias del Golfo como «líderes responsables», y ha estado dirigiendo las acciones de EEUU en la región en estos días para establecer una alianza anti-Irán.

En un artículo que pronosticó que Bush incrementaría sus apuestas en Irak, Anatol Lieven, de New America Foundation dijo que la estrategia de EEUU se había revertido a la norma anterior al 11 de septiembre. «EEUU e Israel están contando con las autocracias de Arabia Saudita, Jordania, Egipto y algunos otros para mantener tranquilos a sus pueblos, por temor a una represalia de EEUU, el radicalismo sunita y el expansionismo iraní, las tres cosas a la vez».

Rice llamó a la guerra del verano en el Líbano como «los dolores por el nacimiento de un nuevo Oriente Medio», un comentario que mantiene, lo que ha hecho que Lieven, entre otros, se refiera a «el pensamiento doble orweliano» de la administración Bush, un discurso de democracia y progreso en medio de conflictos que se expanden y del desastre humanitario en el Oriente Medio.

En un análisis publicado por Brookings Institution, Tamara Cofman Wittes y Sarah Yerkes también preguntan si la Agenda para la Libertad del presidente Bush sobrevivirá la reacción contraria y durará más que sus autores. Alegan que el programa insignia, la Iniciativa de Asociación para el Oriente Medio, ha avanzado algo, pero enfrentará obstáculos durante los próximos dos años, si es que se va a mantener como parte importante de la política exterior de EEUU en la próxima administración. EEUU, dicen estos autores, «tiene que resistir las demandas a corto plazo, incluyendo la diplomacia pública y las consideraciones estratégicas que tienden a erosionar, con el tiempo, los esfuerzos por promover la democracia».

Kenneth Roth, jefe de Human Rights Watch es mucho más escéptico, al decir que la administración Bush es una fuerza gastada. Su «impulso a la democracia ya se acabó», dijo al Financial Times, cuando la organización publicó su propio informe del 2006 la semana pasada, y declaró que EEUU no podría defender de manera creíble los derechos que no cumple y mientras llama a la Unión Europea para que «llene el vacío político».

La «Freedom Agenda» de EEUU se ha equiparado con el cambio de régimen, y se ha desacreditado, dijo Roth. «Todos van a apoyar la democracia mientras le gusten los resultados».

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