Geraldy Ramírez

Geraldy Ramírez

A dónde hemos llegado! No he rezado por su alma, admito. No tanto porque era un desconocido para mí, sino porque ni siquiera su nombre conocía. Admito que Dios no necesita que le dijese que impetraba su auxilio para el alma de quien fuera asesinado tan cobardemente. A Él, un simple pedido, enunciando el suceso, le bastaba. Pero una especie de angustia me inclinaba a pensar en ese joven, sacrificado para quitarle una computadora portátil. ¡A dónde hemos llegado!

Hoy, no resistía más el postergar el comentario debido a Geraldy José Ramírez de León. Y borré cuantas ideas llegaron a mi mente, y procuré su nombre. He pensado mucho en él. Bastó que Rossy, mi esposa, me hablase de su caso. Vivió cerca de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), de cuyas aulas acababa de salir cuando fue abatido. Alumno que por las promesas de su esfuerzo prometía recibirse como abogado con calificaciones sobresalientes, llevaba su computador en las manos. Sin duda lo utilizó poco antes, en el curso.

De pronto, dos maleantes que marchan en un vehículo en sentido contrario al de Geraldy José, lo eligen como víctima. Maniobran para alcanzarlo. Ajeno a la maldad tejida sobre su vida, el joven estudiante sigue caminando, cuando desde el vehículo baja uno de los asesinos y lo encañona. La pistola apunta al cuello de Geraldy José, conforme el testimonio de amigos que, han dicho, recogen versiones de vecinos. El estudiante se resiste. ¡Sólo Dios sabe de los sacrificios hechos por él, o por su familia, para comprar el computador! Y Geraldy José ignora que forcejea con un homicida implacable.

El inhumano personaje no admite que le disputen lo suyo. Porque digámoslo sin tapujos: la nueva hornada de bandidos se ha apropiado de lo ajeno, con afán de propietario. Frente a la actitud del joven estudiante, aprieta el gatillo. Aún herido de muerte el muchacho logra soltarse, y huye. ¡Tratemos de obnubilar la imaginación! ¡No hurguemos en la vasta capacidad de creación de ella, pues únicamente hallaremos la negrura de la muerte! Uno… dos… tres pasos. No más. Conforme lo que se ha relatado, Geraldy José cae finalmente. En sus manos aún tiene la computadora.

Los asesinos únicamente pudieron llevarse su vida. Esperanzas propias y familiares. Destellos de un futuro que se fraguaba con esperanzas. Ilusiones pisoteadas durante la lucha librada entre estos ladrones y asesinos sin cuartel, y esta vida que se escapa sin que nada, ya, pueda detenerla. ¡Todo se va en esos instantes!

Oremos, puesto que bastardas conductas cercenaron sus días terrenos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas