Gérard Economos: música, gesto, pintura…

Gérard Economos: música, gesto, pintura…

POR MARIANNE DE TOLENTINO
Apenas iniciado el primer movimiento de la sinfonía, dirigida por el maestro cubano Iván del Prado, entró Gérard Economos. Un lienzo blanco de 10 x 2 metros, colocado verticalmente sobre una plataforma en la parte posterior del escenario, lo esperaba.

Como sucede con los solistas de conciertos, el director de orquesta hizo una señal casi imperceptible –esa complicidad sucederá otras veces durante la pieza musical–, y el pintor empezó su obra, en el medio de la tela, con unos dramáticos brochazos azules.

La apuesta de Gérard Economos estaba lanzada. Cada uno de sus cuadros, prácticamente con dimensiones de mural, representa un desafío al espacio y al tiempo, puesto que él se compromete a realizar, respondiendo a la duración predeterminada de la música, un “paisaje”, pintado y acabado en la factura neo-expresionista que corresponde a su estilo. Se trata de una verdadera aventura, en la cual se despliegan las energías mentales y la fuerza física. Una vez la obra concluida, la aprehensión desaparece, la calma vuelve, quedan la fatiga y la satisfacción del reto triunfante. No tuvimos la oportunidad de ver al artista después de su hazaña: ciertamente era interesante conversar con él, acerca de esta nueva experiencia dominicana.

La obra y su proceso

La pintura gestual y expresionista pertenecen al temperamento de Gérard Economos, desde hace décadas, aún antes de que se estableciese su colaboración permanente con Air France. Reafirmó su filiación en la obra neo-abstracta del Teatro Nacional. Nos ofreció un paisaje tempestuoso, abarcando la naturaleza, los cielos, las aguas. El azul cobalto y ultramar dominó la paleta, combinando también los verdes –¿no pretendía el pintor francés Szekely que existían 500 tonalidades de verde?– y toques rosados luminosos. Rollo, brochas, pinceles, cubos, tubos, instrumentaron las texturas y la superficie pictóricas.

Nos referimos a una opción abstracta, porque no hay el propósito de representar una realidad observable, sino emplear el lenguaje del color, del espacio y de la factura. No obstante, podríamos hablar de una cierta figuración, ya que ese paisajismo imaginario permite discernir alusiones a barcos –¡un espectador percibía las tres carabelas del descubrimiento!–, plantas, árboles, nubarrones, oleaje, en una lectura abierta. Compartimos la opinión de Didier Bidaut en sus palabras del catálogo: “Un acto artístico que es un verdadero himno de celebración de la vida”. Tampoco descartaríamos una cierta correspondencia entre esta “Música para ver” (Musique à voir) y los elementos de cielo, mar y tierra que se funden con los espacios atravesados por Air France.

Ahora bien, la expresión corporal juega un papel determinante, y para apreciar completamente la obra de Gérard Economos, hay que mirarlo actuando. Se trata de una auténtica coreografía, sobre todo durante los “crescendos” que inspiran y privilegian el performance gestual. A veces, él baila pintando, otras parece dirigir paralelamente la orquesta, entre movimientos del brazo y de los dedos. ¡Hasta se convierte en percusionista, golpeando la tela con la palma de ambas manos, alisando el pigmento… o en mago, lanzando al aire puñados de polvos áureos e implorando a alguna potencia ignota! Totalizante en los recursos físicos, emocionales e intelectuales utilizados, esa “Música para ver” acciona a la vez el cuerpo y el espíritu, los gestos, la respiración y los latidos del corazón.

Otras intervenciones

¿Los ritmos propios del pintor deben observar los ritmos, de lentos a vivaces, de la música? Encontramos una mayor sinestesia con los Allegro que con el Adagio –aunque se abrieron compases de reflexión en el proceso-, pero la correlación rítmica no siempre existe dentro de los cuatro movimientos. Las necesidades intrínsecas del acto de pintar y sus resultados concretos requieren una autonomía discrecional del gesto. En suma, en ese proceso lírico efusivo, es globalmente el tiempo, asignado por la sinfonía de Rachmaninoff, que fijó los límites de la ejecución, como único imperativo absoluto.

Si tuviéramos el chance de volver a asistir a ese singular performance sonoro-visual, tal vez otras interrelaciones surgirían, por ejemplo entre las variaciones gestuales, las aplicaciones del pigmento sobre la tela y las secciones de la orquesta, cuerdas, vientos y metales, interviniendo dos percusiones, la orquestal y la de Gérard Economos… Tampoco dejamos de pensar en Sergei Rachmaninoff, su virtuosidad y sus manos… que la historia señala como especialmente abarcadoras en el piano: no cabe duda de que el compositor, esta pieza sinfónica y sus paroxismos, fueron escogidos juiciosamente. 

Así transcurrió un momento irrepetible, y, hasta con la eventualidad de disfrutarlo de nuevo en vídeo o DVD, nunca sería igual. El espectáculo en vivo, involucrando la realidad perceptiva y sensorial, se necesita para el completo disfrute del trabajo. 

Una pregunta que se plantea, concierne a la improvisación, presentada como uno de los componentes de esa acción artística. En nuestro criterio no la hay, sino a nivel de la ausencia de un boceto y proyecto tangible. Sin embargo, Gérard Economos ha laborado extensa e intensamente con Iván Del Prado, él conocía a fondo los matices y las frases musicales de los cuatro movimientos, o sea que introspectivamente existía una probable concepción y “pre-meditación” de la obra a pintar.  Luego un largo oficio y práctica de la “Música para ver”, y el tratamiento de temas de cierta similaridad son suceptibles de disminuir la tensión del artista y aumentar su confianza en el  mejor resultado.

Hubo una muy buena respuesta del público y un particular respaldo de los patrocinadores, encabezados por Air France y la Embajada de Francia, con la contribución de Sinfonía, el Teatro Nacional, y las secretarías de Cultura y Turismo, entre otras colaboraciones y aportes. Un dato importante es que la pintura de Gérard Economos se ha donado al Despacho de la Primera Dama,  y que colecciones –institucionales o particulares- tendrán la oportunidad de adquirir ese gran y excepcional testimonio de arte, destinándose el producto de su venta a obras de salud y de bien social.

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