NEW HAVEN. Las bacterias de sus pulmones resistían la mayoría de los antibióticos. Ella Balasa, de 26 años, decidió entonces probar un arriesgado experimento: inhalar un virus procedente de aguas residuales para combatir la bacteria.
“No tengo muchas alternativas”, explicó Balasa, quien viajó de Richmond, Virginia, a la Universidad de Yale para ensayar lo que asomaba como un último recurso. “Sé que tal vez no sirva de nada. Pero tengo muchas esperanzas”.
El uso de un germen para combatir otro puede parecer algo radical, pero refleja una crisis en el campo de la salud: Cada vez muere más gente por infecciones que eran fácilmente tratables debido a que las bacterias ahora resisten los antibióticos. Algunas son directamente intratables y los científicos se afanan por encontrar alternativas a los antibióticos, explorando, a veces, sitios impensados.
Un posible tratamiento engaña a la bacteria y la priva de los nutrientes que necesita para sobrevivir. Otro recompone al sistema inmunológico para que pueda combatir mejor los gérmenes.
Y se están ensayando los virus llamados bacteriófagos o fagos, descubiertos hace un siglo pero que habían sido olvidados por Occidente ante la eficacia de los antibióticos– en un puñado de casos de emergencia.
“La frustración de la gente por la resistencia a los antibióticos va en aumento”, dijo el biólogo de Yale Benjamin Chan, quien recorre el mundo en busca de fagos y recibe llamadas de pacientes desesperados dispuestos a ensayarlos. “Estamos conscientes de que necesitamos alternativas”.
Enemigo natural de las bacterias, cada variedad de fago combate una cepa distinta de bacteria. Originalmente se lo empleó para tratar la diarrea, a principios del siglo 20. Chan busca en zanjas, estanques y en plantas de tratamiento de aguas residuales las cepas que combaten una cantidad de infecciones humanas.