POR CARLOS FRANCISCO ELÍAS
Hace muchos años, en esos tiempos en que la gestión cultural era un milagro callejero, cuando tomábamos las plazas coloniales y las llenábamos de música que los Comunistas odiaban, aquellos tiempos en que Orlando Martínez se sotorreía desde su escritorio en la vieja Revista Ahora, cada vez que se enteraba de lo que sucedía, cuando el jazz de CTI era un sonido que a todos enamoraba, en esos añoshacer cultura por gusto propio sin visos de resistencia cultural programada (aunque lo era) se había convertido en un oasis rodeado de espejismos: que la cultura era el último refugio y que los teóricos del panfleto tienen su catedral autónoma dispuesta y solícita.
Era un tiempo en que la cultura existía, se trepaba los por aires, se metía en las casas con el decoro de una clandestinidad fílmica extraordinaria. ¿No era fascinante todo aquello?
Este artículo tiene una moraleja que no habrá que esperar el final para saberla: que la cultura viva tiene un vínculo histórico y social con la gente que la necesita y debe ser destinatario, que la cultura viva debe asesinar la burocracia y sus monstruos ignaros del valor social y lúdico de la misma…
En otras palabras, cuando se viene de aquel ejercicio mirar el desarrollo de la acción cultural de hoy implica tomar posturas y volver a replantearnos con sinceridad: ¿ La gestión cultural en las democracias, así llamadas , para qué sirve, cuál es su objetivo, qué criterios la inspiran, se hace con una filosofia de servicio público?
Cabe también otra pregunta: ¿ Es justo para la Gestión Cultural en las Democracias, que la burocracia carente de visión y filosofía propia desconociendo el propio rol de la cultura y la gestión cultural en relación con la población, se erija como un dique imposible de franquear con sus entorpecimientos irracionales?
A lo largo de este artículo daré respuesta a las inquietudes arriba expuestas, planteadas como interrogantes básicas.
¿Quizás la Democracia Dominicana todavía no ha fijado con claridad las metas de la propia cultura en relación a ella misma como sistema?
Hace más de 35 años en la República Dominicana había una red libre de gestores culturales urbanos e interurbanos, que hacían su trabajo con una clara relación con el sector privado, las discusiones sobre la necesidad de una Secretaría de Cultura, el acuerdo bipartidista para el tema ( PRD-PLD) crearon una perspectiva de que se adquiría un status particular en las aspiraciones generales de un país, que hasta el momento no tenía Secretaría de Cultura.
Pero al tenor de lo que es este sistema, ¿hemos evaluado con sinceridad los fines y metas definitivas de estos proyectos, o tienen los propios partidos como tales claro lo que esto significa en la dieta espiritual de la población, sus votantes?
En su momento, quien este artículo firma y en este mismo periódico, publicó varios ensayos sobre el tema que no fueron del agrado de la pasada Administración, cosa que solo pude lamentar por cortesía: porque las ideas y los criterios deben ser expuestos con la mayor de las libertades, porque si algo debe distinguir el debate en un país que aspira de modo mínimo a ser democrático, es el mundo de la cultura.
Yo en este sentido, lo hago saber una vez máspara que se lea bien claro: he sido pensador y expositor de ideas públicas, antes que funcionario, moriré como tal… Los cargos tienen el marco de una transitoriedad que el tiempo designa, algunos lo olvidan, no es mi caso: la cabeza y el pensamiento no se pierden en una fría oficina, que no es ni tu casa ni tu tumba. Hecha esta salvedad, prosigo diciendo: algunos piensan que haber consultado a todo el sector en el momento debido era perder tiempo, debe recordarse que la aprobación de la ley de cultura (cuyo contenido alguna vez deberá ser revisado, porque pareciera que fue escrita de modo coyuntural para un país en fase de Liberacional Nacional, mínimo) se hizo en la transición del 1996-2000 y que hasta hubo un acto en Palacio que Manuel Núñez logró esculpir de modo magistral,con todos los detalles rocambolescos de aquel momento.
Mi impresión de aquellos momentos en que ambos partidos celebraban la ley aprobada (PRD-PLD) fue que aquello era un acto de consenso partidista, tal como lo escribí en su momento, en el que todos los que habíamos hecho algún tipo de objeción sobre dicha ley, se nos pasó por encima, porque había una premura de transición, con la ley de cultura que además, por ignorancia y prisas, dejaba fuera de su contenido matriz al sector cine.
Vale decir, que si la Cinemateca está incluida en la ley, como institución de la Secretaría de Cultura (en el viejo esquema), se debe a una oportuna llamada telefónica que me hiciera la doctora Ortiz Bosch, para hacer una consulta sobre el tema, dejo abierta la posibilidad para el desmentido, en el mejor estilo democrático…
Si hoy quiero volver sobre el tema, es para dejar claro que ese debate no ha terminado, es para dejar claro que nadie debe tener miedo a ejercer su derecho para opinar sobre el tema, que al parecer está en el olvido, como si todo funcionara a pedir de boca, cuando sabemos que no es así.
Si hoy quiero volver sobre el tema, repito: es para recordar que a Trujillo lo mataron por el malecón en 1961 y que todo el que hoy lo evoque como figura preventiva de la delincuencia, lo único que hace es evadir su responsabilidad moral de reclamarle al Estado como es debido, el rol que le corresponde en temas de prevención.
Quiero decir cuando nombro a Trujillo, que en materia de debate hay como un miedo que me parece estéril, que el miedo no puede ser un elemento condicionador donde lo que hay es ideas, cultura, criterios, pensamientos, reflexiones y filosofía de servicio.
Que si en algún lugar no debe morar Trujillo, justamente, debe ser en el espacio donde las ideas deben ser debatidas, es más: hoy más que nunca desde los espacios de la cultura se debe proponer este debate, justo cuando la población siente que el fantasma del jefe, debiese ser un talismán para salir de situaciones dificiles, en una miopía conceptual en la que moralmente se termina justificando la necesidad amoral de los regímenes de fuerza…
Valdría la pena saber qué filosofía aplicar para la acción cultural desprovista de todos esos campos minados de la burocracia indolente, que al parecer retarda la acción cultural o en su defecto, origina conflictos innecesarios a la hora de aplicar con devoción su sujeción a la filosofía de servicio ciudadano, porque al final la instancia espiritual última del acto cultural es la devolución a los ciudadanos y ciudadanas por parte de instituciones del Estado, de la fiscalidad recibida, luego convertida en hechos culturales concreto.
Cuando algunas personas hacen hoy la diferencia entre el accionar cultural de hoy y el de hace 35 años, suelen olvidar que la acción pasada estaba inspirada en una mística de resistencia cultural y gran espíritu lúdico. Más que servicio ciudadano (se debe recordar que las instituciones de entonces en su grado civilidad su objetivo de lucha eran los derechos humanos, la cultura era un instrumento accesorio-atracctivo para esas acciones, la idea del concepto de ciudadanía estaba centrada en ese tema de los derechos humanos, era obvio) estas expresiones eran estallidos de una juventud que adivina en todas las vertientes culturales (Música, Cine, Pintura, Bienales bailables y vivas, ojo) un espacio de libertad todavía no conculcado por el autoritarismo medular disfrazado de democracia restringida. Es decir, el carácter operativo de la cultura, su fuerza y presencia en la calle y en otros espacios, fue potenciado hasta por organizaciones políticas de izquierda que desconocían su poder, porque cuando el guateque estaba hecho, había músicas que no eran aptas para la acción pública y yo sé bien de lo que escribo, porque nadie me lo contó…
Del accionar cultural de este país, difícilmente nadie pueda contarme nada, he sido espectador y protagonista al mismo tiempo, he sido gestor cultural y generador de acción cultural, eso me lo llevo conmigo, nadie me lo podría quitar: esa fue la fragua de la libertad, ahí aprendí con ejemplos precisos comose instrumenta la cultura cuando no se conoce su valor real y todos sabemos bien que si un defecto tienen todos los partidos de nuestro sistema es su ignorancia en la materia, la mejor evidencia de ello es la siguiente:
Con el potencial histórico que tiene la ciudad de Santo Domingo, por ejemplo, ningun síndico en más de 35 años ha sido capaz de hacer un programa serio de Cultura Municipal, para que la diversidad cultural de esta ciudad hubiera sido mayor y competitiva, ningún síndico ha sido capaz de entender el valor emblemático que tiene en una ciudad un programa cultural de la ciudad, en un compromiso sectorial con los habitantes de la ciudad sin distinción de clase, eso se lo debemos a la politiquería absoluta…
Otro ejemplo, una ciudad como la ciudad de Santo Domingo, al margen de la Bienales conocidas (la nacional y la del Caribe) debiese tener una Bienal de la Ciudad de Santo Domingo auspiciada con seriedad y determinación por el gobierno Municipal.
Reclamar todo eso es arar en el mar, porque salvo figuras muy determinadas ( (Milagros Ortiz Bosch o Leonel Fernández,) en el panorama político pocos son nuestros políticos que muestran un interés real y con conocimiento de causa por la cultura.
¿Qué hemos perdido desde los viejos tiempos hasta ahora en el accionar cultural?
Quizás hemos perdido aquellas circunstancias de la historia que condicionaban el accionar cultural y lo determinaban a un estilo especial, eso hemos perdido. Y es probable que al perder eso pensemos que hemos ganado organización y método, burocracia y rigidez protocolar, porque queda claro, según mi criterio, que el Estado no puede normar la cultura, tal como pretende la ley que creó la Secretaria de Cultura, que cuando eso sucede el aliento libre de las acciones se visten con un traje de concreto, natimuerto, ramplón…
Creo útil y urgente, que se pierda el miedo, que la gente escriba y diga lo que piensa en relación de hacia dónde vamos.
Más importante es aún que los escritores e intelectuales se coloquen por encima de los partidos (no es la primera vez que planteo esto de modo público) porque al fin y al cabo, si esto no se hace todo debate estará viciado y cada quien según su color partidario juzgará administraciones, y eso nada aportaría a un debate necesario y urgente.
Hace muchos años mataron a Trujillo, los que estamos conforme con eso que sucedió el 30 de mayo del 1961, sabemos bien que toda pedagogía del miedo en relación con el pensamiento, no da buenos resultados y que quienes trabajamos en la cultura por vocacion y filosofía de servicio, debemos crear ese urgente espacio de debate, porque hace mucha falta: mientras tanto, el espacio público en relación con los debates sobre la cultura parece un triste cementerio de secretitos frívolos…